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Ander cisneros
Japón entre nuestros dedos
Certamen de Relato Breve

Japón entre nuestros dedos

Este es uno de los relatos breves seleccionados para su publicación de entre los presentados al concurso, inspirados en una noticia publicada en la edición de Álava de este periódico a lo largo de sus 75 años de historia. El ganador se dará a conocer el 20 de mayo

kenzaburo

Viernes, 14 de mayo 2021, 01:11

Un amigo me dijo que si lográbamos cavar un agujero profundo; un agujero realmente profundo, conseguiríamos ver Japón al otro lado.

Así que, aunque su teoría no parecía disponer de una base científica sólida, pensamos que no perdíamos nada intentándolo.

Cada mañana nos sentábamos junto al banderín de córner del campo de fútbol de nuestro colegio y removíamos la tierra usando nuestras propias manos. Únicamente dedicábamos el tiempo del recreo a tal acción, unos veinticinco minutos al día, cinco días por semana. Una mañana se acercó hasta el lugar en el que nos encontrábamos uno de nuestros profesores.

—¿Qué estáis haciendo? —nos preguntó.

—Cavamos un agujero con nuestras propias manos —respondimos al unísono.

—¿Y por qué lo hacéis?

—Porque si logramos hacerlo lo suficientemente profundo, podremos llegar hasta Japón.

—¿En serio? —nos dijo.

Y puesto que hasta ese momento nunca nos habíamos parado a reflexionar concienzudamente sobre la acción que estábamos realizando, nos llevó un largo tiempo responder:

—Es bastante probable —concluimos.

—¿Y qué esperáis encontrar cuando lleguéis al otro lado? —nos preguntó.

—No lo sé —dije—, quizá a dos niños asiáticos cavando un agujero con sus propias manos.

Sonrió y no dijo nada más.

Se marchó dejándonos concentrados nuevamente en nuestra tarea. Al día siguiente nos consiguió dos pequeñas palas de plástico, una amarilla y otra verde, para facilitarnos las labores de expedición.

Continuamos cavando aquel agujero día tras día hasta que el curso escolar llegó a su fin. Apenas lográbamos avanzar. La mayoría de las tardes alguien cubría la cavidad nuevamente de tierra, lo que nos obligaba a comenzar desde cero una y otra vez.

Nunca perdimos la esperanza.

Nunca encontramos Japón al otro lado.

Mi padre consiguió un nuevo empleo y para el siguiente año fui matriculado en otro centro docente. Había un campo de fútbol allí, pero era de cemento, por lo que no tardé demasiado tiempo en desechar mi idea de continuar con la perforación.

Algunas veces me he preguntado el motivo por el que nuestro profesor, sabiendo que nunca lograríamos el objetivo marcado, se encargó de alimentar nuestras esperanzas consiguiéndonos dos palas de plástico.

Nunca volví a verle para preguntárselo, pero supongo que lo hizo para premiar nuestra dedicación más allá del resultado final.

Quizá quiso darnos una lección.

Quizá fue su forma de explicarnos que el verdadero mérito no radica en la victoria, sino que lo hace en enfrentarnos a las adversidades sin rendirnos.

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