Metamorfosis-19

Suena el despertador (odio ese pitido, tengo que cambiarlo). Abro el ojo, cojo el móvil. Doy los buenos días a las redes: nuevas fotos (menuda fiesta la del sábado), nuevos mensajes (me ha hablado, ¡dios, me ha hablado!) y un email nuevo (mi pedido está disponible en tienda, ¡bien! este finde estreno). Me levanto. Gruño si me cruzo con mamá. ¡Qué pesada es cuando se pone besucona! Mientras desayuno, abro la app de EL CORREO. Nada nuevo: el Alavés ganó, el paro sube, empieza no sé qué juicio anticorrupción, alerta por nevadas, un nuevo virus en China… ¡Qué coñazo! Estos periódicos siempre igual.

Suena el despertador. Menos mal que cambié el pitido. Abro el ojo y cojo el móvil. Twitter está revuelto. Parece que el virus chino ha llegado a Italia. Le llaman Covid-19. ¡Qué pesados! ¿Por qué tanta importancia? Si será como la gripe. Abro EL CORREO. Hoy solo miro el tiempo. El sábado es carnaval, espero que no llueva. Mamá no está. Es cierto, tenía turno de noche en el hospital.

Hoy no suena el despertador. Es sábado. Me levanto tarde. Abro redes. Veo #yomequedoencasa por todas partes. 100 mensajes en el grupo. ¿Qué les pasa a estas? Nadie queda hoy, por responsabilidad. Estar un fin de semana con mamá en casa puedo soportarlo. ¡Qué pesada está últimamente con el virus! Dice que va para largo. Exagerada. Abro EL CORREO. La Covid-19 ha llegado a Txagorritxu, ingresos, aislamientos, cuarentenas... Pero, ¿qué pasa?

Me despierto sobresaltada, con pesadillas. Cojo el móvil. Desconcierto en las redes. Todos hablan de lo mismo: confinamiento. EL CORREO anuncia en portada: España, dos semanas en casa. Empiezo a asustarme. Email de la universidad: las clases serán por Zoom. ¿Zoo..qué? Mamá se ha ido a trabajar. En el hospital necesitaban refuerzos, hay compañeras enfermas. Está agotada. Ya no me agobia con besos por la mañana. Usa mascarilla en casa, por prevención. La echo de menos.

Suena el despertador. Las redes ya no me interesan. Recetas, vídeos de fitness en casa, retos virales… tonterías. Mensaje de mamá. Tráeme un paracetamol. Séptimo día sin vernos. Está aislada en su cuarto, la Covid-19 también se ha pasado por casa. Su evolución es buena, menos mal. Somos afortunadas. Qué ganas tengo de abrazarla.

Suena el despertador. Me levanto. Saludo a mamá con un beso. Desayunamos juntas. Cómo ha cambiado todo. Ahora valoro el tiempo compartido. Camino a clase abro EL CORREO: cribado masivo, confinamiento municipal, cierre perimetral, toque de queda… Siento desgana. Fatiga pandémica lo llaman.

Suena el despertador. Salto de la cama, toca preparar la maleta. EEUU y México me esperan. Turismo, playa, fiestas… Merecido descanso. Estoy feliz. Abro EL CORREO. En portada el tercer aniversario del último caso de Covid-19 en Euskadi. Sonrío. Recuerdo cuando creía que nunca acabaría. Pero lo logramos. En la maleta meto también todo lo aprendido: que la vida da muchas vueltas y que esas vueltas enseñan a vivir la vida. Y a valorar las pequeñas cosas, que falta me hacía.

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