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Ainhoa muestra los huevos ecológicos y sus gallinas. Pankra Nieto

La granjera que vive con 3.000 gallinas sueltas y caballos en peligro de extinción

Hijos de la Tierra ·

Un cero al principio del código impreso a mano en cada huevo indica que es ecológico, como las ponedoras de esta orduñesa que también cría una raza de caballos vascos de monte en peligro de extinción

Viernes, 24 de enero 2020, 00:06

Las gallinas de Ainhoa Álava, (Lendoño de Abajo, 1973), 3.000 ni más ni menos, pican suelo y si levantan la cresta tienen ante sus ojos el Tologorri, el Txarlazo... los picos de esa impresionante pared de roca que es la Sierra Salvada, a la que se cobija Orduña –única ciudad de Bizkaia–, y que la separa de Burgos. En realidad viven en Lendoño de Abajo, una bucólica aldea de este municipio con verdes prados y suaves colinas. En ellas pastan 'el Rubio' y las nueve yeguas, 'Rocío', 'Cana'... que le dan hijos y que andan ya preñadas esperando la primavera–. No se trata del conocido y protegido 'pottoka', sino de una raza autóctona en peligro de extinción que recuerda al percherón, aunque más alta y esbelta, robusta y con una formidable belleza salvaje. Casi tanta como la de 'Zortzi', el enorme mastín del Pirineo que aparece corriendo buscando mimos, pero que se ocupa con eficacia de mantener alejado al zorro que se acerca sigiloso cuando las gallinas campan por aquí.

Ainhoa se encarga desde hace tiempo de estas tierras de sus padres, Luisa e Ignacio, que aún salen cada día a ocuparse de todo esto desde su caserío con torre en Lendoño de Abajo (curiosamente, donde nació el licenciado Poza, jurista, geógrafo, lingüista y escritor que da nombre a una conocida calle de Bilbao). Pero es Ainhoa quien, en 2012, decidió poner la granja de gallinas y quiso que todo fuese ecológico, con el sello de Oilobide. Esto quiere decir que las aves viven de día en las campas que rodean el pabellón donde se resguardan de noche; que comen pienso totalmente ecológico; que si enferman y hay que darles antibióticos sus huevos se tiran... «Vi que había un sector que reclamaba este tipo de alimentos y me lancé», recuerda ella.

La garantía de todo esto reside en ese misterioso código que Ainhoa imprime religiosamente a mano en cada huevo con un tampón –¡y son 2.700 al día!–; el 0 que encabeza la serie de dígitos es el que garantiza que son ecológicos. «De ahí que se me ocurriera como eslogan 'El orgullo de ser un cero a la izquierda», dice. El 1 indica que simplemente son camperos (en exterior), el 2 que son picasuelos (de interior) y si el primer número es un 3, son de jaula.  «Una vez entré en una de esas granjas que tienen a las gallinas encerradas, y de poco me caigo al suelo, es horrible el maltrato que supone para los animales». Porque al margen de lo saludables que puedan ser para el ser humano los productos que de aquí salen, esto va también de bienestar animal. Ahora, como acaba de renovar sus aves y porque estamos en invierno, los bichillos permanecen dentro de esta especie de hangar, sueltos, y se suben a los nidos centrales para poner. En unos días, unas pequeñas compuertas se abrirán para darles salida al campo.

Los intrusos se colocan una especie de calzas de plástico para poder entrar a verlas al pabelllón. La mayoría van detrás de Ainhoa, pero unas pocas se acercan al visitante, desinhibidas, y comienzan a dar picotazos a los cordones de las botas. Luego siguen subiendo por la pantorrilla y llegan a la rodilla. Y como cada vez se acercan más, es hora de escapar, que esto empieza a recordar a la peli de Hitchcock. Se las ve muy bien, las plumas en su sitio, saludables. Las más jóvenes aportan una remesa de huevos grandes que dan dos yemas.

Hasta este año, Ainhoa también regentaba una granja de caracoles, Barraskibide, pero no le daba la vida para todo, y además este producto es muy estacional, así que prefirió centrarse en las gallinas y los productos que de ella obtiene, porque esto no se acaba con los huevos, que se venden en buena parte de tiendas ecológicas de Bilbao y Vitoria. Y los reparte ella misma, por cierto. Pero desde hace un par de meses, hay otra oferta: cuando las gallinas han cumplido su ciclo ponedor, un año y medio, las lleva al matadero y después a una empresa de 'delicatessen' propiedad de uno de sus hermanos, donde con la carne hacen hamburguesas y caldo, ecológicos, por supuesto. Y en breve lanzará más productos, completando así el ciclo de los animales, de hecho, es la única productora ecológica del País Vasco (y seguramente de España) que lo está llevando a cabo. «Que es lo que hacía mi madre; cuando mataba la gallina te hacía el caldo, las croquetas... Recuerdo un día que mi madre estaba despiezando un ave y dentro encontró un montón de bultos, de quistes, de tumores... Eso es por la comida que se les daba antes, por los antibióticos, los medicamentos... Las mías están limpias por dentro», se enorgullece. Y puede hacerlo. La cocina de Eneko Atxa, sin ir más lejos, requiere sus huevos, y una de las empresas más importantes de este país quiso que le proporcionara 2.500 paquetes de dos hamburguesas cada uno y a la semana para surtir sus comedores...

«Con lo pequeña que soy me hace mucha ilusión que se fijara en mí. Aunque le tuve que decir que no, me obligaría a aumentar mi producción y por ahora no lo contemplo. Además eso puede ser una demanda para unos meses y luego acabarse. Prefiero diversificarme, centrarme en abastecer a los vendedores de aquí para poder llegar a más gente», dice mientras conduce su furgoneta de Oilobide repartiendo cajas de huevos por Orduña. Todo el mundo la saluda.

Pankra Nieto
Imagen principal - La granjera que vive con 3.000 gallinas sueltas y caballos en peligro de extinción
Imagen secundaria 1 - La granjera que vive con 3.000 gallinas sueltas y caballos en peligro de extinción
Imagen secundaria 2 - La granjera que vive con 3.000 gallinas sueltas y caballos en peligro de extinción

En los alrededores de la granja, 'Zortzi' corretea libre entre 'el Rubio' y 'Cana'. Estos ejemplares de caballo de monte vasco tienen su origen en los equinos que siempre poblaron Euskadi y que se fueron adaptando al medio montañoso y que acabó siendo criado para carne, de ahí su fisionomía rústica y fornida. Las cifras del censo de 2018, hablan de 251 ganaderías que los crían, y de 4.372 ejemplares, de ellos 355 machos. Pese a que las cifras parecen abultadas y que el Ministerio de Agricultura habla de una «tendencia evolutiva de la población en expansión», sigue catalogada como especie en peligro de extinción. Los diez caballos de Ainhoa también están registrados como ecológicos, comen pasto y pienso certificados de esta manera. Los tiene para que pasten en sus campos y los mantengan limpios; los potrillos los vende para carne. Las Diputaciones conceden ayudas a los que colaboran para que esta raza en peligro siga formando parte de nuestra biodiversidad.

Ainhoa también está concienciada contra la crisis climática; hace cosa de cinco meses, el pozo de donde siempre han bebido sus gallinas se envenenó con la bacteria e-coli y tuvo que sacrificar a todas sus gallilnas. «Los veterinarios me confirmaron que todo esto es por las sequías que cada vez sufrimos con más frecuencia y que todo esto tenía que ver con el calentamiento global. Cuando era pequeña, aquí estábamos 15 días en invierno sin ir a clase por las nevadas, y ahora hace tiempo que ya no nieva nada. ¡Y que no nieve en Orduña...!».

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