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Aketza Sánchez, con la red y los plásticos recogidos en el mar en la última campaña de limpieza. Maika Salguero

Aketza, el superviviente que cuida la playa

Hijos de la Tierra (1) ·

El surfista de Berango, recuperado de un gravísimo accidente, promueve cada año 16 campañas de recogida de basuras en nuestras costas

Miércoles, 23 de octubre 2019

El nombre les sonará porque pocos Aketzas hay y porque el que protagoniza esta primera entrega de reportajes dedicados a personas que contribuyen a preservar el medio ambiente participó en la primera edición de 'Supervivientes', en 2000, cuando el concurso hacía honor a su nombre antes de convertirse en esperpento. Aquel surfista vasco de Berango, un veinteañero con el pelo rubio platino, quedó tercero, aunque fue elegido como favorito del público. Nadie imaginaba entonces que Aketza Sánchez, hoy 45 años, se convertiría en superviviente de los de verdad. Y que quizá por su experiencia personal es de los que contribuyen a que el planeta que conocemos sobreviva a su vez para las siguientes generaciones, con tareas que los ciudadanos asumen a sabiendas de que para nada valdrán si los gobiernos de todo el mundo no se toman en serio su responsabilidad en frenar el cambio climático.

Había viajado por todo el mundo persiguiendo grandes olas, incluso vivió un par de años en Panamá, huyendo de toda la locura desatada después de aquel programa: «La gente me esperaba en la calle, mientras paseaba, cuando iba al cine, de fiesta... Parece que todos tenían derecho a preguntarme cosas personales como si nada, pero la mayoría eran desconocidos para mí. Ahora puedo decir que el post programa fue lo más difícil». Pero el 28 de febrero de 2012 no estaba en ninguna playa americana, australiana o indonesia, adonde en otros tiempos viajó en busca de su ola perfecta; tampoco nadando entre arrecifes o tiburones, sino dando una clase de paddle surf en la tranquila bahía de Plentzia cuando al llegar al agua poco profunda saltó para hacer una cabriola y cayó de cabeza. Oyó un crujido y supo que todo iba a ir mal, muy mal. Sumergido, escuchaba risas que le llegaban desde la superficie. Pensaban que se trataba de una broma. No lo era.

Tres años para volver a caminar

Así lo contó él en un diario que comenzó durante su recuperación: «Como tantas otras veces, al acabar la ola, salto al agua. Esta vez, de la emoción, voltereta. Pero algo sale mal, clavo la cabeza en la arena y un ruido inconfundible me advierte de que toco fondo. Como una puerta vieja, un muelle oxidado, una tiza en la pizarra, oigo ñiiickkkk. Aquí la cosa cambia, me quedo hundido mirando al fondo, voy a darme la vuelta y a mi lado veo un brazo que parece no ser el mío. Intento mover las manos, los dedos, las piernas, el tronco, lo que sea, ¡por favor, quiero darme la vuelta! Pero solo los ojos me hacen caso, abiertos como platos mirando el azul transparente del agua y la arena del fondo...».

Y prosigue: «Por un momento pienso que se me ha pinzado algo... Pero pronto me doy cuenta de que esto se ha acabado y empiezo a llorar... ¡No quiero morir así! No, ahora no, Marta (su mujer), Hodei (su hijo de 6 años en aquel momento), tres meses para ser aita otra vez... ¡No puedo morir! Pasa un rato y empiezo a pensar que sí, que ha llegado mi hora. Dejé de llorar y de luchar, ya no aguantaba más, para mí fue algo eterno pero habían pasado pocos minutos, y de repente oí una voz: 'Aketza lleva demasiado tiempo, dadle la vuelta...'. Lo oí perfectamente y sonreí con todas mis fuerzas. (...) Estaba contento, pero no paraba de llorar, me alegraba por estar vivo, pero estaba asustado, muy asustado...».

Aketza, con la tabla de paddle surf de su diseño, a la que añadió una silla. Maika Salguero

El diario de Aketza es un emocionante relato de cómo el ser humano se sobrepone a las dificultades. Solo tres años después pudo volver a caminar con seguridad. En medio, un calvario que afrontó por su espíritu luchador, su forma física y el apoyo de su familia, que estaba a punto de aumentar con su hija Mara cuando sucedió aquello, cuando aquel hematoma medular entre las vértebras C3 y la C6 le cambió la vida. Años de recuperación, de creer que no volvería a andar, a tener relaciones sexuales, a controlar sus esfínteres... Tuvo tiempo de pensar hasta en el suicidio, especialmente cuando yacía sondado en la cama y oía los gritos de otros pacientes. «Aún hoy tengo días y buenos y malos», dice, y enseña la mano, que se cierra y se abre a duras penas, una de las secuelas. Otra es que nunca más podrá hacer surf, él, dos veces campeón de Europa en una modalidad de esta disciplina en 2000 y 2005. Pero Aketza es el «hombre milagro», como le llamaban en el hospital pese a que a él no le gustara. Reconoce que fue su familia lo que le mantuvo a flote. Hoy es todo sonrisas y buen rollo, un tipo optimista de verdad que contagia alegría, y si no se le conoce, nadie imaginaría lo que ha sufrido hasta estar donde está. Una trayectoria vital que incluye otro grave accidente previo que le obligó a colocarse una prótesis.

El proyecto de GoazenUp

Afortunadamente esto es agua pasada, y hoy entramos en la sede de GoazenUp, un oasis de tranquilidad y belleza en medio de otro paraíso como es la ría de Plentzia. Allí, junto al mar que tanto le ha dado, Aketza y su socio, Mikel Rotaetxe, abrieron en 2015 una asociación «de bienestar y salud» que integra ya a más de un centenar de personas que, a razón de 20 euros al mes, disfrutan de una abultada agenda de talleres y propuestas: «Aquí tenemos gente con cáncer, otros que no pueden caminar, algunos que tenemos nuestras propias historias de cabeza... El paddle surf y el yoga nos ayudan. A mí me ayudó mucho. Me llevaron al mar y me pusieron sobre la tabla con el remo, y vi que encima del agua avanzaba mucho mejor que andando, que por todo mi cuerpo subía y bajaba una especie de corriente por mantenerme así de pie».

El paddle surf es una parte fundamental de su proyecto. Maika Salguero

Enseguida pensó que podía ayudar a la gente y presentó junto a Rotaetxe en el Gobierno vasco el esbozo de una empresa sobre la mejora física y mental gracias al paddle surf y el yoga. Ganamos el premio al mejor proyecto del año y pudimos dar forma a todo esto», dice señalando una tabla con una silla adaptada para las personas sin movilidad que él mismo diseñó. «Cuando el mar se rompe libera iones negativos que generan en nuestro cuerpo endorfinas, y por eso nos sentimos tan bien en las olas», esgrime para explicar por qué el surf y deportes similares tienen cada vez más adeptos.

Entre dos palmeras ha colgado una red de pescar que sirve para sujetar botellas de plástico, boyas, envases... Algunos ejemplares, red incluida, recogidos en la última limpieza de playas que ha abanderado Aketza. Organiza ni más ni menos que 16 al año, y lleva varios haciendo esta preciosa contribución a nuestro entorno. Durante casi una década trabajando de socorrista en Azkorri, cuando ya no quedaba gente en el agua, recorría esta playa «en busca de algo valioso», y mientras tanto iba recogiendo los plásticos que luego amontonaba creando una especie de esculturas. «Desde entonces y año a año he ido viendo cómo el volumen de este tipo de basura se ha ido incrementando, mientras ocurría exactamente lo contrario con la cantidad de peces. A dos kilómetros del faro de Gorliz tenemos una isla de plástico, hay muchas botellas y bolsas, aunque hay que decir que el 80% de las cosas que sacamos del mar son redes y artes de pesca», asegura.

Aketza organiza 16 limpiezas de playas al año.
Imagen principal - Aketza organiza 16 limpiezas de playas al año.
Imagen secundaria 1 - Aketza organiza 16 limpiezas de playas al año.
Imagen secundaria 2 - Aketza organiza 16 limpiezas de playas al año.

Muchos dicen que hacer este tipo de limpiezas no sirve para nada si desde arriba no se ataja el problema, pero él confía en la acción local: «Si en cada pueblo 15 o 20 personas se ocuparan de esta labor todo iría mucho mejor. Imagina que la gente que está cobrando la RGI dedicara un día a la semana a limpiar el medio ambiente. Nadie somos perfectos, a veces le compro a mi hijo un croissant envuelto en plástico porque es ese el que me pide, pero hay que intentarlo. Y por eso llevamos 8 años haciendo 4 campañas al trimestre, es decir, 16 recogidas al año». Y no solo las que organiza él; algunos ayuntamientos de la zona le llaman para que sea él, como experto, el que se ocupe de montar estas salidas, ya que hay que conocer cómo pedir los permisos necesarios, las mareas, tener listas las barcas, los petos para la gente, las bolsas, advertir sobre las zonas de peligro... También ofrece charlas de forma voluntaria en institutos para concienciar a los más jóvenes.

El otro día, Aketza y sus voluntarios sacaron del agua una red de 400 kilos mojada, «era casi imposible subirla a la lancha». También han tenido que rescatar muchas aves, cormoranes, gaviotas... que habían quedado enganchadas en ellas. Suele decir que el mar le perdonó la muerte aquel 28 de febrero. Ahora Aketza le está devolviendo el favor.

En datos

  • 335 millones de toneladas de plástico se produjeron en 2016, a las que sumar las 61 millones de toneladas de fibras sintéticas de ropa, cuerdas u otros productos. Se estima que en 2020 se superarán los 500 millones de toneladas anuales, un 900% más que en 1980.

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