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Blanca compra poca ropa y de segunda mano. Fotos: Jordi Alemany | Vídeo: Marta Madruga

Blanca, de la ecoansiedad a la lucha

Hijos de la Tierra (VI) ·

La promotora de Lectura Fácil Euskadi pone su granito de arena diario para ayudar al planeta. La acompañamos a comprar ropa de segunda mano, legumbres a granel, productos sin plástico...

Martes, 3 de diciembre 2019

Es curioso que haya sido la Asociación Estadounidense de Psicología la que haya evidenciado el nacimiento de una nueva forma de malestar, enfermedad: la ecoansiedad, «un estrés causado al observar los impactos aparentemente irrevocables del cambio climático y preocuparse por el futuro de uno mismo, de los niños y las generaciones futuras». Curioso porque ha sido en el país que gobierna Donald Trump, un negacionista que considera que el cambio climático es «una farsa» y que ha sacado a EE UU (el segundo país con más emisiones de dióxido de carbono (14%), por detrás de China (29%)– de los Acuerdos de París firmados en 2015 por casi 200 estados que quieren frenar el calentamiento de la Tierra que avanza inexorable. Teniendo en cuenta que la ONU asegura que solo nos quedan 12 años para poder evitar que este proceso sea de verdad catastrófico, es difícil entender a los que como él siguen negando la mayor.

Otros, sin embargo, empiezan a padecer ya ecoansiedad, que se manifiesta con un temor crónico, incluso el llanto, ante noticias o visiones que dejan patente el problema. La periodista bilbaína Blanca Mata, promotora del proyecto de difusión, implantación y desarrollo de la Lectura Fácil en Euskadi, es una de las personas que lo están sufriendo: «Cuando veo en la tele imágenes de incendios, montes quemándose, y pienso en lo que se está perdiendo y en lo que tardará en volver a haber vida ahí, sencillamente me pongo a llorar», dice con los ojos húmedos. También le agobia ver que al llegar del supermercado, el depósito de reciclaje de envases de su cocina se llena en apenas minutos con plásticos de un solo uso, innecesarios casi siempre. «Tener conciencia ecologista es sufrir mucho: primero porque no haces todo lo que deberías, y segundo porque como seas un poco sensible...».

Y puede ocurrirle a cualquiera; también lo sufre el científico británico Tim Gordon, biólogo marino de la Universidad de Exeter (Inglaterra), investigador de campo en la Gran Barrera de Coral de Australia y el Océano Ártico. Lo contaba él recientemente a la BBC: «Estamos documentando el deterioro rápido de esos sitios. A veces estoy flotando en el agua mirando a mi alrededor y me digo: 'todo está muriendo'. Y me pongo a llorar con mi máscara de buceo. Desde hace tiempo me cuesta dormir. Y he tenido palpitaciones».

Imagen principal - Blanca, de la ecoansiedad a la lucha
Imagen secundaria 1 - Blanca, de la ecoansiedad a la lucha
Imagen secundaria 2 - Blanca, de la ecoansiedad a la lucha

Blanca se reconoce perfectamente como afectada de ecoansiedad, y eso que a ella, quitando el climático, los cambios no le dan ningún miedo. Tenía un trabajo estable donde se sentía valorada, pero un día pensó que era hora de dar un vuelco a su vida. Fue precisamente durante una reunión de Equo, partido político ecologista al que decidió afiliarse y que le ayudó a adquirir conocimientos sobre el tema. «Allí, un chico que trabajaba en el ámbito de la discapacidad intelectual mencionó una cosa que se llamaba Lectura Fácil, y que los programas políticos debían adaptarse utilizando esta herramienta. Nunca había oído hablar de algo así, pero me llamó mucho la atención porque todo lo que tenga que ver con la lectura es un imán para mí».

El concepto nacido en Suecia hace medio siglo se refiere a la adaptación de textos –desde normativas a ordenanzas y textos jurídicos, pasando por periódicos, obras de literatura– utilizando frases cortas, palabras sencillas, anotaciones al margen, imágenes... para conseguir que ese 30% de la población con problemas de comprensión –por cuestiones físicas, psíquicas o sociales– puedan entender textos que les resultan inalcanzables por un exceso de tecnicismos, una sintaxis compleja, una presentación poco clara... Un ejemplo. Si se ha sacado el carné de conducir se habrá enfrentado a esta frase en el libro de teoría: «Los conductores de los vehículos que circulen por carriles destinados al sentido normal de circulación, contiguo al habilitado para circulación en sentido contrario al habitual, tampoco podrán desplazarse lateralmente invadiendo los habilitados para ser utilizados en sentido contrario al habitual». ¿Se entera?

Viendo cosas así, en 2012 Blanca se percató de que la Lectura Fácil estaba aún en pañales en España, y pensó que sería buena idea encargarse de desarrollarlo al menos en su comunidad autónoma. Se encontraba en ese impass que llega cuando dejas un trabajo y andas a la espera de ver qué te depara la vida. Pero empezó a informarse sobre el tema. Siete años y muchos logros después, organismos oficiales como el Gobierno vasco, las Diputaciones, los ayuntamientos y empresas varias solicitan sus servicios como responsable de Lectura Fácil Euskadi para hacerse más accesibles, para intentar llegar a todos. «Se basa en el principio de democracia lectora y en la idea de integración social a través de la lectura. Todas las personas han de tener acceso a la información, a la literatura y a la cultura».

Un granito de arena

Pero hoy estamos con ella para ver cómo aporta su granito de arena, que son varios, en la lucha por salvar el planeta de la que se nos avecina. Porque aunque siempre decimos que lo que se necesitan son políticas y leyes que nos obliguen a todos, de arriba a abajo, a funcionar de una manera más ecológica, la aportación individual es indispensable para crear conciencia colectiva. Salimos de casa con una bolsa de ropa que Blanca ya no usa, y nos dirigimos hacia uno de los muchos contenedores que Koopera ha instalado en nuestras calles para depositarla, reciclarla y darle una nueva vida. Hace tiempo que Blanca intenta comprar menos prendas, y si las compra lo hace en los locales de esta unión de cooperativas impulsada en toda España por Cáritas y con tres sedes en Bilbao.

Después de meter la bolsa en el contenedor, entramos en la tienda de la calle Tendería en el Casco Viejo para echar un vistazo. «He encontrado muchas prendas para mí aquí, aunque cada vez me cuesta más comprarme ropa, nueva y no nueva, y eso que tampoco tengo mucha, pero es suficiente. Cuando me decidí a viajar sola a Costa Rica, donde estuve tres semanas, me fui con una mochila muy pequeña y aun así hubo ropa que no me puse. Todavía estoy alucinada. ¿Cómo puede ser? Pues sí. En Koopera encuentro ropa superbonita que ha sido usada por otro que ya no la quiere. Alguien lo iba a tirar y sin embargo yo me lo pondré, y además, me lo voy a comprar por un precio ridículo, 5 o 6 euros una chupa de cuero. Esta idea, encima, está generando puestos de trabajo y economía circular. solo con la base de que la gente done la ropa que no usa».

Por cosas de la vida, ahora reside entre Madrid y Bilbao, y ha tenido que dejar de comprar la cesta de la huerta que le traían a casa con fruta y verdura de temporada. «De pronto eres consciente de que en invierno solo hay unas cosas y no otras, y en verano lo mismo. Y que traer productos de fuera de temporada desde otros países supone mucho gasto de dinero, de energía, de combustible, de CO2. Cada vez que veo espárragos envasados en Navarra que son de Perú me da mucha rabia». «Sin ninguna intención de ser vegetariana, empiezo a pensar que hay que consumir menos carne, y también menos pescado. Otra cosa es que en el mundo vegano ahora se ha puesto de moda el aguacate por todos lados, sin pensar que se tiene que traer de otros países. Y si pensáramos lo que cuesta…».

No a los guantes de plástico

La siguiente parada es en la tienda Gregorio Martín, 'Almacén Coloniales y Bacalao' del Casco Viejo, toda una institución desde 1931, con su viejo cartel en forma de bacalada y sus sacos con legumbres a granel. Compra medio kilo de lentejas y otro medio de garbanzos, y se lo envuelven en el tradicional papel de estraza. Cuanto menos plástico mejor. «Andamos aún con el reciclaje, con eso de 'Yo ya reciclo, qué bien', pero reciclar ya no sirve, vamos muy tarde. Hay que ir del reciclaje a no tener que reciclar, y eso pasa por consumir menos y por generar menos residuos. No me siento nada bien cuando veo más papel, vidrio y plástico en el cajón del reciclaje. Especialmente cuando el de los envases está a rebosar de plástico pienso 'qué mal lo he hecho'. Es difícil el día a día sin plástico. Por las tardes, el supermercado al que voy no tiene servicio de pescadería y tienes que cogerlo de la balda en la típica bandeja de poliespán y envuelto con un montón de film transparente. Pues yo me niego, ya no voy por la tarde, tiene que haber una manera de evitarnos todo esto, otro material. La fruta ya no la meto en bolsas, le pongo la pegatina encima, en los tomates, los plátanos, lo que sea. ¿Y los guantes de plástico que te obligan a ponerte? Yo me niego. ¿Alguien ha visto un uso más absurdo, solo para unos segundos? ¿Hay alguien que no lave la verdura al llegar a casa?».

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Es fan del programa 'El bosque habitado', en Radio 3 los domingos por la mañana. Casi siempre se va al monte provista de cascos para escucharlo. «Nunca lo hago en casa, me hace estar conectada a todo este rollo. Habla mucho de la gente que se va a vivir al campo, y creo que al final será donde acabe». Siente cierto enfado con los medios de comunicación, porque en cuanto al medio ambiente considera que hay que hacer otra labor añadida: «No solo quiero que la noticia sea informativa, lo que ha pasado, sino que me digan por qué pasa y qué podemos hacer, cómo contribuir a que no vuelva a suceder». Le agobia el tema del agua: «Desde que escuché que la Tercera Guerra Mundial será por ella. Y eso que somos unos privilegiados, vivimos en Europa y dentro de ahí en España y en Euskadi...». Se siente muy orgullosa de haber cambiado la tradicional empresa de suministro energético, una de las grandes, por la cooperativa de energía Goiener, «¡pero sobre todo de haber convencido a otros de hacer lo mismo!».

«En cuanto al transporte, voy mucho en el público y cada vez me planteo usar menos el coche y también el avión, llevo dos años yendo a Madrid en autobús. Cuando leí que los Verdes alemanes propusieron limitar por ley el número de vuelos a cada ciudadano y que hubiera un sistema de puntos y de canje para poder vender los que no usabas tú a otros que lo necesitan me pareció una gran idea». Pero lo que más intenta sobre todo es ir a pie a los sitios, y olvidarse de las prisas innecesarias o sin sentido, «¡ya no corro para coger un metro porque en cinco minutos viene otro!».

«El tiempo está en el origen de todo, estamos marcados por él y a veces no podemos de ir a un sitio a comprar alimentos a granel y a otro para productos de la higiene como jabones naturales. La prisa te hace claudicar muchas veces». Hoy, sin embargo, tiene tiempo de ir a recoger al almacén de Sin Plástico en la calle Anselma de Salces los productos que ha comprado a través de la web (sinplastico.com): cepillo de dientes de madera, jabón, unos tuppers de cristal, una botella de metal para el agua... Más de 11.000 científicos acaban de firmar un manifiesto en el que declaran la «emergencia climática», advirtiendo de que nos hallamos ante una «amenaza catastrófica» y planteando medidas necesarias para evitarla. Hace tiempo que Blanca está en ese camino.

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