Iñigo Urkullu fue el primero en felicitar a Imanol Pradales cuando terminó la votación. Manu Cecilio

Pradales aspira a «reconectar con la sociedad» y apuesta por «grandes pactos entre diferentes»

El ya investido lehendakari pasa la pelota del nuevo estatus a los partidos y prioriza Osakidetza y la industria

Viernes, 21 de junio 2024, 01:28

Hacer política «con sensibilidad emocional». Esa frase, entresacada del discurso de investidura con el que Imanol Pradales presentó ante la Cámara vasca sus credenciales para convertirse en el sexto lehendakari de la democracia -cruzó ese umbral a las 19.00 horas, a la espera ... de la jura mañana en Gernika, y gracias a los 39 escaños de la mayoría absoluta PNV-PSE-, podría sintetizar el nuevo estilo que el candidato designado por el EBB en sustitución de Iñigo Urkullu quiere llevar a la sede de la Presidencia vasca. Un cambio de etapa no del todo pacífico que se escenificó en el abrazo sereno pero frío de los dos lehendakaris tras el regreso al hemiciclo de un Urkullu ausente durante la mayor parte de la sesión.

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De lo escuchado ayer en las casi ocho horas de pleno de investidura se deduce que Pradales llega al cargo sin ánimo de rupturas bruscas con la etapa anterior pero decidido, a la vez, a abrir «un nuevo tiempo» que exige respuestas renovadas a problemas emergentes. Consciente de que la Euskadi que gobernará es «más individualista», más exigente y menos dispuesta a perdonar errores a sus dirigentes que la previa al estallido de la pandemia, el ya lehendakari dejó claro desde el minuto uno que asume la «desafección» ciudadana -una 'mochila' que explica, en parte, el abstencionismo que castiga a su partido, el PNV- y aspira a «volver a conectar política y emocionalmente» con una sociedad vasca «diferente» tras el trauma del covid. Una sociedad con «enormes desafíos» por afrontar pese a los buenos datos macro y a exhibir «algunos de los mejores indicadores de calidad de vida y cohesión social de nuestro entorno».

Llegaba Pradales a la sesión en mitad de una notable expectación, con telonero de excepción -Pello Otxandiano, de EH Bildu, que también presentó su candidatura y lo hizo en primer lugar- y a la búsqueda de un relato con el que empezar a construir su figura política e impulsar la alicaída marca PNV, una tarea titánica paralela a las de gobierno que sobrevoló su estreno como un gran elefante en la habitación.

Pradales encontró ese relato en un discurso «humanista» construido sobre la idea de empatía con una sociedad alejada de su clase política y centrado en la necesidad de «acertar» con el diagnóstico para revitalizar, con 1.000 medidas concretas, una Euskadi que «no es una isla» sino que se ve afectada de lleno por los problemas que acechan a una Europa cuya «supervivencia» está en riesgo.

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Una intervención, eso sí, menos afilada que el programa de gobierno pactado con sus socios del PSE-EE, en el que la impronta socialista ha perfilado una hoja de ruta que subraya, por ejemplo, el desprestigio de Osakidetza. Una palabra que no pronunció Pradales en ninguna de sus dos intervenciones, ambas escritas de antemano, aunque sí se impuso como objetivo que los vascos sientan «orgullo» cada vez que «crucen la puerta» de su centro de salud. El ya investido lehendakari destacó, incluso, la mejor valoración que los residentes en Euskadi hacen de su sanidad pública respecto al resto de españoles, por encima de la media de las comunidades autónomas.

«Vivir feliz»

Osakidetza emergió, de hecho, como la gran prioridad del Gobierno que se destapará mañana, junto con el «renacer industrial» de Euskadi, un 'industry deal' -Pradales presumió de inglés, pero también citó al lehendakari Agirre o a la filósofa Adela Cortina como faro de la «ética» que debe presidir la política- para impulsar la economía. El apoyo decidido a la empresa y los guiños para atraer «capital privado» descollaron también cuando habló de una transición energética «justa» con los sectores productivos y perfilaron, aunque con trazos aún tenues, el giro liberal que algunos le achacan.

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Las frases del nuevo lehendakari

Con «ambición y humildad»

«Lo tengo claro: prefiero equivocarme por haberlo intentado que arrepentirme por no haber dado el paso»

Compromiso

«El nuevo contrato social debe tener rostro de persona, la 'Euskadi Humanista' basada en la dignidad»

Llamamiento

«Necesitamos que cada persona, desde su lugar y responsabilidad, arrime el hombro por el bien común y el bien de Euskadi»

Respaldo a los empresarios

«Creo en una Euskadi que apoya y aplaude a quien arriesga, emprende e invierte para crear riqueza y empleo»

Un impulso que convivió, en todo caso, con numerosas apelaciones a la «justicia social» y a la exigencia de «no dejar a nadie atrás» en una Euskadi en la que «nadie sea más que nadie» y cada uno de sus habitantes esté en condiciones de aspirar a «vivir feliz».

Pradales no quiso ocultar los males que aquejan a la Euskadi de 2024 -básicamente las «desigualdades» y las «brechas» entre territorios, entre pensionistas y jóvenes, entre el empleo público y la empresa privada, entre hombres y mujeres, entre el medio rural y las ciudades, entre 'desconectados' y digitales-, pese a la falta de ambición, el continuismo y la escasa 'pegada' que le reprochó una oposición dura en el fondo pero de guante blanco en las formas. Frente al esperado chaparrón de reproches, Pradales quiso evitar que le achacaran autocomplacencia al insistir en la «humildad» y en la necesidad de hacer «reajustes» en el «contrato social» con una Euskadi envejecida y con problemas crecientes de salud mental, conciliación, dependencia y cuidados.

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Alusiones a Ibarretxe

El buen tono y la cordialidad presidieron, en todo caso, un debate calmado y sin encontronazos ni aspavientos, lejos del «frentismo», los «bloques» y las «trincheras» que el investido lehendakari repudió y achacó, de manera implícita, a la tóxica política madrileña. «La incertidumbre y la inestabilidad en el Estado me preocupan. Siempre estaré dispuesto a colaborar para frenar esta dinámica en la que nadie gana. Siempre podrán contar con Euskadi para el diálogo, la estabilidad y la búsqueda del bien común», enfatizó.

El pactismo y la transversalidad, la necesidad de ampliar los consensos ya existentes con pactos más amplios «entre diferentes» y el énfasis en dar prioridad a «los acuerdos de país» presidieron todo su discurso y le conectaron, de hecho, con el legado de su inmediato antecesor pese a los intentos de Pello Otxandiano por explotar las contradicciones del PNV con constantes apelaciones a Juan José Ibarretxe. El candidato de EH Bildu quiso llevar el debate al terreno del nuevo estatus, pero sus intentos rebotaron como pelotas en un frontón y evidenciaron las interpretaciones opuestas que ambos hacen del «mandato» de las urnas: si para el representante de la izquierda abertzale significa más soberanismo y más giro a la izquierda, para Pradales implica ensanchar los consensos que alumbraron en 1979 el Estatuto de Gernika.

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Aunque el ya lehendakari tiró de épica -«es hora de ser valientes»- para urgir el alumbramiento de un nuevo pacto estatutario, en realidad eludió liderarlo, evitó lanzar alguna propuesta propia para desatascar el eterno debate jurídico y político y pasó la pelota a los partidos, en lo que será la enésima reedición de la ponencia de Autogobierno.

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