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En la Academia. De izquierda a derecha, Patricia, Satur, Aingeru, Lara y José Antonio. Rafa Gutiérrez

Jóvenes y veteranos bajo la misma txapela

40 ANIVERSARIO DE LA ERTZAINTZA ·

Dos generaciones. Tres agentes de la vieja guardia y dos jóvenes que empiezan hablan del pasado y del futuro de la Ertzaintza y de la vocación de servicio público que les une

Elisa López

Viernes, 4 de febrero 2022

Tres veteranos de la primera promoción y dos jóvenes. Ellos, a punto de cerrar una vida dedicada al servicio público; ellas, empezando a forjarse. El pasado y el futuro de la Ertzaintza comparten mesa y café en un charla distendida, poblada de recuerdos, anécdotas y emociones. Este periódico quería reunir a hombres y mujeres ertzainas, saber quiénes son y qué piensan, conocer su lado más humano sin un guion al que ceñirse. ¿La excusa? Que la Policía vasca cumple estos días 40 años como símbolo del autogobierno.

La cita tiene lugar en una de las salas de la Academia de Arkaute. Satur González López, oficial de la sección de Miñones de Araba, rompe el hielo. Confiesa que entró en el Cuerpo por puro espíritu de servicio público. Por sentimiento. Aingeru Fernández, no. Jefe de la sección de Satur, considera que la vocación a veces llega después. En su caso, tenía «habilidades y capacidades para afrontar el proyecto» y no dudó. José Antonio Varela, por su parte, vio en la Ertzaintza una oportunidad para ser funcionario. Jefe de servicio de Planificación Operativa y Protección de Infraestructuras y antiguo director de la Policía vasca, había estudiado Química y nunca pensó convertirse en policía: «La imagen que yo tenía de un 'poli' eran municipales, guardias civiles o policías nacionales. La vocación surgió más tarde. Cuarenta años después, estoy enormemente agradecido a la Ertzaintza como institución. Hoy no me imagino qué otra cosa hubiera hecho en la vida...».

- ¿Cuál era su modelo? ¿Qué tipo de Policía querían ser?

- Lo que teníamos claro era lo que no queríamos ser. Se habló mucho del modelo inglés. Incluso vinieron a Arkaute unos 'bobbies' londinenses. También se apuntaba al canadiense. Siempre a cuerpos orientados a la cercanía al ciudadano.

Aingeru escucha atentamente las palabras de José Antonio y refrenda: «Lo que no queríamos era el único modelo que entonces había, el de la dictadura. Eran años muy convulsos. Nosotros apostábamos por un cuerpo integrado, joven y profesional».

José Antonio cuenta que en la primera promoción se llevó a cabo una votación para «decidir si debíamos llevar armas, y salió que 'no'. Yo voté en contra. Éramos jóvenes y vivíamos en una inocencia absoluta». A él se le rompió el 7 de marzo de 1985 con el asesinato de Carlos Díaz Arcocha, el máximo responsable de la Ertzaintza en aquel tiempo, una persona «muy cercana y querida». Le tocó intervenir en las diligencias de este atentado de ETA. «Muy duro». Ese día se dio cuenta de que la banda terrorista iba a por ellos. Y sintieron miedo. Más por sus familias que por ellos.

Aingeru mira a José Antonio y le dice que él votó 'sí' al empleo de armas. Entró en la Academia «plenamente consciente» de cuál era el contexto que se vivía en el País Vasco. La entrada en Arkaute supuso una quiebra familiar; unos le apoyaron, pero otros le «rechazaron para siempre». Corrían tiempos adversos y una parte de la sociedad no comulgaba con el planteamiento idílico de una Policía diferente, integrada en el pueblo y euskadun. Los ochenta, los años de plomo, los más sangrientos. «Yo he estado toda mi vida profesional en unidades operativas, inmerso en esa tesitura, y el precio a pagar ha sido horrible, sobre todo en la familia», prosigue Aingeru. José Antonio asiente: «Muchas veces, los tuyos no eran conscientes de lo que te podía pasar...». Patricia y Lara siguen con atención sus palabras. Ellas son jóvenes y no vivieron las peores décadas del terror etarra.

Un hito en 1986

Aquel embrión de Policía dio sus primeros pasos en una atmósfera turbia, que en mayo de 1986 se despejó de golpe. Lo que dejó ver fue un horizonte crudo, del que extrajeron lecciones. «Un grupo de 31 agentes fuimos a Ávila a formarnos en materia judicial y científica de la mano de la Policía Nacional. Nociones básicas, pero importantes. Lo gestionó Genaro García de Andoain, que era un nacionalista... Aquella gente sufría unas condiciones lamentables, que nosotros también empezamos pronto a sentir», recuerda José Antonio.

En este momento de la charla, reviven sus comienzos y las reacciones de la gente al enterarse de que eran ertzainas. «No todo el mundo nos quería; bueno, ahora tampoco», expresan casi al unísono. Satur insiste en que él sabía qué significaba ser policía: «Yo quería serlo y me daba igual policía nacional, que guardia civil o ertzaina... Quería ser un agente próximo a mi pueblo. Como dice Aingeru, éramos jóvenes e íbamos a por todas, y estoy orgulloso de ser lo que soy».

Desde siempre ha habido quienes les apoyaban y quienes les daban la espalda. O cosas mucho peores... «La presión era menor en las ciudades que en los pueblos. En algunos era tremendo; cuanto más pequeños y cuanta más tendencia al mundo de la izquierda abertzale, peor. Se pasaba mal», reflexiona José Antonio. Dice a continuación que quiere contar una «batallita», lo que provoca la risa de los demás. «La primera actuación importante de la Ertzaintza, cuando aún estábamos en la Academia, fue la visita a Loiola del Papa Juan Pablo II, en 1982. Atravesamos la Gipuzkoa profunda, con el traje de gala además, y hubo de todo, aplausos y bienvenidas, pero muchos silbidos». No sabe por qué, pero a Aingeru esta anécdota le recuerda su primer día en Arkaute: «Llegamos un lunes y a las pocas horas ya estábamos de regreso a casa con nuestra maletita en la mano porque allí no había nada; todo estaba a medias, faltaban camas...».

- En la primera promoción no hubo mujeres. ¿Cómo recibieron su incorporación al Cuerpo?

- Llegaron un año más tarde porque no había una infraestructura adecuada para todos. Las recibimos como a compañeras, éramos todos iguales. Misóginos hay en todas partes, claro, pero ellas siempre fueron respetadas.

Después de repasar sus vidas durante un largo rato, con emociones a flor de piel, toca mirar al futuro. Dar protagonismo a la nueva generación policial, que en esta tertulia está representada por Patricia y Lara, dos vitorianas. Las razones que les llevaron a ser ertzainas fueron diametralmente diferentes. La primera entró en Arkaute con «ilusión y respeto», como a cualquier trabajo nuevo al que se accede. Le costó descubrir que tenía vocación de servicio a los demás. Pero la tenía. Jamás se había planteado ser policía, ni tampoco nadie se lo había sugerido. «Estaba estudiando la carrera de Trabajo Social, en tercer curso... Pero me di cuenta de que no me llenaba. Entonces, no sé por qué, empecé a fijarme en los coches patrulla que recorrían las calles de la ciudad. Se me iban los ojos y quise investigar. Lo llevé en secreto durante un año. No conté nada a nadie. Empecé a entrenar en el gimnasio por mi cuenta», relata Patricia de un tirón. Un día invitó a su madre a comer y se lo soltó: «Ama, quiero dejar la carrera y presentarme a las pruebas de la Ertzaintza». La dejó sorprendida, pero obtuvo la réplica que ella esperaba: «Adelante, si es lo que quieres». Su familia lo aceptó de buen grado. También su cuadrilla, aunque alguna voz le cuestionó su decisión.

Los tres veteranos se interesan ahora por Lara. Quieren saber cómo y por qué llegó a Arkaute. Es licenciada en Física y su intención al terminar la carrera fue hacer el CAP, un máster para poder trabajar de profesora. Ya daba clases particulares y le gustaba. Empezó en un puesto de administrativa mientras valoraba la opción de dedicarse a la enseñanza. Pero todo dio un vuelco. Su marido, policía, le animó a preparar la oposición para entrar en la Academia. Tanto él como otros compañeros ertzainas veían que «tenía cualidades».

- ¡Un cambio radical!

- Sí (risas). La física me apasionaba, pero acabé en un mundo que no tenía nada que ver. Mi pareja me aconsejó y me pareció que podía hacer una buena labor. Sobre todo en tarea asistencial, la misión que más me motivaba. La cercanía con los ciudadanos, la posibilidad de ser útil a los demás, hicieron el resto.

Lara reconoce a sus contertulios que no tenía vocación, pero que apareció enseguida: «Es que es impresionante el sentimiento que uno tiene cuando ayuda a alguien. El agradecimiento de las personas es muy gratificante». Todos suscriben sus palabras. Tocan fibra. Y Satur hace coro: «Es verdad, es algo que sentimos y que hay que vivir para poder expresarlo».

«Los de la primera promoción votamos si debíamos llevar armas y salió que 'no'. Vivíamos en una inocencia absoluta»

José Antonio Valera

Exdirector de la Ertzaintza

«Mi entrada en Arkaute supuso un trauma para mi familia; una parte me apoyó, pero otra me rechazó para siempre»

Aingeru Fernández García

Jefe Sección de Miñones de Araba

«Yo tenía vocación de policía y no me importaba a qué cuerpo pertenecer, solo quería ser un 'poli' cercano a mi pueblo»

Satur González López

Oficial de la Sección de Miñones

«Mucha gente no sabe que, en el día a día, el 95% de las actuaciones policiales son de labor asistencial, de ayudar al ciudadano»

Patricia

Agente de la 28 promoción

«Que trabajes en la Ertzaintza no quiere decir que seas represora, ni de derechas. No tiene nada que ver con la ideología»

Lara

Agente de la 28 promoción

- ¿La gente reconoce esa labor humanitaria de la Ertzaintza?

- Hay un sector con una ideología, quizá heredada, que tiene una imagen de Policía represora. No tiene sentido; está distorsionada. Que pertenezcas a un cuerpo policial no quiere decir que seas represor, ni de derechas, ni tonterías de ese tipo.

Lara es tajante en su enunciado. Y Patricia lamenta también la «falta de información» respecto a las tareas de un ertzaina: «Cuando cuento lo que hacemos hay gente que se queda perpleja, desconocen que, en el día a día, el 95% de nustras actuaciones son de corte asistencial. La ciudadanía debería saberlo».

Sueño cumplido

En cierto modo, los tres veteranos consideran que, con el paso de los años, se ha cumplido ese sueño romántico de ser 'la Policía del pueblo'. Aunque se duelen de que el mundo violento y radical les pusiera tantos impedimentos para «lograrlo del todo». José Antonio dice que «en esos ambientes había muchos intereses para que no fuéramos 'polis cercanos'». Pero Satur no le da importancia. Cree que la mayoría de la población demanda más presencia policial, «vernos les da seguridad». Y eso a Aingeru le colma. Se confiesa «orgullosísimo de haber sido parte de la Ertzaintza».

La charla está llegando a su fin y surge el tema de las asignaturas pendientes, el futuro. Al unísono, los tres: «El tecnológico es un reto muy importante; cuando empezamos no había denuncias por internet, las estafas se hacían de otra forma... La especialización también; cómo adaptar el modelo de liderazgo a la nueva realidad, a las nuevas generaciones. Nosotros éramos pura ilusión y trabajábamos dos mil horas. Recuerdo una huelga que hicimos aquí, en Arkaute; tres días sin ir a casa ni para cambiarnos los calzoncillos y durmiendo en los calabozos. Hoy sería impensable...».

Es el momento de la despedida, pero José Antonio no se va sin dar unos 'consejos de abuelo' a las chicas: «Patricia, acaba la carrera, que luego querrás ascender. Y tú, Lara, que eres licenciada en Física, métete en la Científica. Y sed buenas compañeras».

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