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Igor Barcia
Viernes, 23 de diciembre 2022, 18:41
La historia de Txetxu entrenador va prácticamente ligada a la de Txetxu jugador. De hecho, ya analizaba a sus rivales con ojo técnico cuando era todavía futbolista. «Llevaba dentro lo de entrenar, pero Piru me animó. Siempre me había fijado mucho en los ... entrenadores y me había gustado analizar a los rivales», solía recordar. Así que de su despedida del Athletic con aquel partido de homenaje frente a Inglaterra a su aparición por Lezama apenas hay margen. «Pensaba que el cambio de jugador a entrenador me iba a afectar más de lo que me afectó. Además, el hecho de haber sido jugador te ayuda mucho como técnico, porque conoces el fútbol desde dentro y te sirve para conocer a los vestuarios. Con todos los futbolistas no puedes hablar igual», declaraba en una entrevista con este periódico para resumir una trayectoria que duró desde 1982, cuando entró en Lezama, hasta 2004, cuando entrenó al Rayo Vallecano.
Piru Gainza, una persona con muchísima ascendencia en la trayectoria de Txetxu en el Athletic, fue quien le aconsejó que se sacara el título de entrenador. Su amigo Iñaki Sáez era entonces el coordinador de Lezama y le recomendó que empezara desde abajo. «Empecé con los alevines y cada año iba subiendo un escalón hasta llegar al Bilbao Athletic», recuerda Txetxu. Era 1986 y ya estaba en Segunda División. Y un año después, la directiva de Pedro Aurtenetxe entendió que era la persona adecuada para complementar a Howard Kendall, el técnico británico procedente del Everton que entrenó al equipo rojiblanco entre julio de 1987 y noviembre de 1989. El técnico de Begoña siempre ha tenido buenas palabras sobre Kendall, un entrenador del que aseguraba haber aprendido mucho, que era cercano y que siempre consultaba con su ayudante antes de tomar una decisión.
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La mala marcha del equipo provocó la destitución del británico y Rojo fue nombrado primer entrenador por la junta presidida por Pedro Aurtenetxe, por lo que pudo cumplir el sueño de dirigir a su equipo del alma. Su carrera como entrenador estaba en marcha. Pero la celebración de elecciones a la presidencia y la victoria de José Julián Lertxundi conllevó un cambio en el banquillo del primer equipo. Javier Clemente regresó al club y Rojo decidió buscarse la vida lejos de Bilbao, algo que no había sucedido hasta entonces. Atrás quedaba una vida en rojo y blanco. Era la hora de nuevos retos. El primero, en Vigo.
El Celta se hundía en Segunda y los responsables del club, tras cesar a Maguregi en la jornada 17, pensaron en Rojo para salvar la situación. Pedro Herrera era entonces secretario técnico del Celta y fue el valedor de Rojo en Balaídos. «Apenas le conocía, pero como entrenador veía que sus ideas y su forma de ver el fútbol nos podían ir bien y le contratamos», contó en una entrevista con este periódico en 2015. Una apuesta acertada, porque los gallegos se salvaron, lograron el ascenso la siguiente temporada y se mantuvieron después sin mayores problemas en la máxima categoría. Rojo estuvo tres campañas y media en Balaídos, donde «dejó muy buen recuerdo», asegura Herrera, padre del exrojiblanco Ander.
Sus siguientes pasos no fueron tan llamativos, pero le sirvieron para crecer como entrenador. Su primer cese llegó en Segunda con Osasuna y después estuvo dos campañas en el Lleida, antes de regresar a la máxima categoría con el Salamanca, donde todavía recuerdan la excepcional campaña que realizaron desde que llegó Rojo como tercer técnico tras Goikoetxea y Balta. La UDS ganó 4-3 y 1-4 al Barcelona, superó por 5-4 frente al Atlético y endosó un 6-0 al Valencia. Stelea, Marco Lanna, Giovanella, Vellisca, Edu Alonso, Silvani, Pauleta, Corino... formaban parte de aquella plantilla que dejó huella en El Helmántico.
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Su éxito le abrió las puertas del Zaragoza. «En cuanto tuve la oportunidad me lo llevé», admitía Pedro Herrera, entonces director deportivo del conjunto maño. «Como entrenador tenía mucha credibilidad entre los jugadores, en el cara a cara. Siempre ha sido ganador y eso lo transmitía a la plantilla». Fue una etapa de satisfacciones futbolísticas para Rojo con un pero, la afición de La Romareda, con un sector muy concreto que nunca le aceptó.
El Zaragoza de Txetxu llegó a la última jornada de la temporada 1999-2000 con opciones de ganar la Liga, pero aún en esa situación cerró su primera etapa a orillas del Ebro. En aquellos momentos el técnico bilbaíno estaba en el apogeo de su carrera y recibió ofertas muy tentadoras, pero el corazón es el corazón y finalmente decidió volver a su Athletic, que le reclamó para sustituir a Luis Fernández. El equipo finalizó 12º tras una temporada de altibajos y dolorosos resultados como un 7-0 del Barcelona o un 5-0 del Oviedo. Pero también tuvo detalles esperanzadores, como fue la irrupción de Asier del Horno y la consolidación de Fran Yeste.
Casualidades de la vida, segunda estancia en el banquillo del Athletic y segunda convocatoria de elecciones que se cruzaba en su camino. Esta vez accece a la presidencia Javier Uria con Jupp Heynckes como técnico, y Rojo vuelve a hacer las maletas. Su amigo Pedro Herrera le reclama de nuevo para el Zaragoza, cuya plantilla no era ni de lejos la que le llevó a acariciar el título de Liga, pero una vez más hizo caso del corazón y se presentó en La Romareda, que le recibió de uñas. Fue un año muy complicado para el técnico bilbaíno por su enfrentamiento con los Ligallo.
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Su último equipo fue un Rayo Vallecano en plena descomposición y desde 2004 Txetxu Rojo no volvió a entrenar. Aunque todavía tuvo una oportunidad más para sentarse en un banquillo. Fue en la despedida de San Mamés, cuando formó pareja con su amigo Iñaki Sáez para dirigir a la selección vizcaína y llevarse la victoria en un acto cargado de emotividad.
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