Urkullu cierra su era con elecciones el 21 de abril y presume de dejar «el mejor legado»

El todavía lehendakari −entrará en funciones al día siguiente de las elecciones− anunció la convocatoria en una comparecencia solemne en Vitoria, rodeado de todos sus consejeros, ocho del PNV y tres del PSE-EE. Explicó que en su decisión, sometida minutos antes a la deliberación del Consejo de Gobierno, han influido tres criterios principales: el «cumplimiento» del programa de gobierno lanzado en 2020, haber dejado «el mejor legado» al próximo inquilino de Ajuria Enea y «la defensa del interés general de la sociedad vasca». Por esas razones firmará el lunes un decreto que se publicará el martes en el Boletín Oficial del País Vasco (BOPV) para cumplir exactamente con los 54 días de anticipo que exige la legislación electoral y que los comicios se celebren así el tercer domingo de abril.

¿Por qué ese día y no otro? Si bien en 2020 las autonómicas se celebraron el 12 de julio, en pleno verano, aquello fue una circunstancia del todo excepcional por culpa de la pandemia, que obligó a retrasar la cita original, prevista para el 5 de abril. Y es precisamente ese mes, y no el estival, el que Urkullu ha tenido siempre como referencia. Entre los domingos disponibles, el 7 y el 14 estaban descartados por la influencia de la Semana Santa, mientras que el 28 es San Prudencio en Álava, por lo que el 21 quedaba como única opción factible. La campaña, por tanto, echará a andar la noche del 4 al 5, al final de la semana de Pascua.

No será la última vez que los vascos deban acudir a las urnas a corto plazo, ya que el 9 de junio también se celebrarán elecciones europeas. El lehendakari reconoció este jueves que juntar ambas citas ese día era una «posibilidad», pero subrayó el valor de que las autonómicas cuenten con un calendario propio para hablar de «las cosas que afectan exclusivamente a Euskadi». Dirigentes del PNV como Itxaso Atutxa ya habían advertido sobre el riesgo de que una campaña de ámbito nacional 'contagiara' el clima de «polarización» entre PSOE y PP, y desdibujara el debate puramente vasco. También Andoni Ortuzar y Eneko Andueza, en su reunión con Urkullu el lunes, aconsejaron separar las citas.

Una vez despejada la incógnita de la fecha, el mandatario nacionalista se centró en hacer balance. Pero no sólo de este último mandato, cómodo en lo aritmético por la mayoría absoluta del Gobierno pero duramente condicionado por las adversidades de la pandemia y de la invasión rusa de Ucrania, y por conflictos como los de Osakidetza y la Ertzaintza. El repaso fue más bien a toda su era desde que juró el cargo de lehendakari en diciembre de 2012, en plena crisis económica. Se apoyó en la mejora de indicadores económicos, en la ampliación del autogobierno con la llegada de once nuevas competencias −otras tres podrían llegar en las próximas semanas− y en el «diálogo y entendimiento entre diferentes» que, a su juicio, ha representado la alianza PNV-PSE.

Pero si hubo un capítulo en el que se detuvo fue el relativo a la paz y la convivencia tras el fin de ETA. «Vivimos sin la barbarie, sin ver hijas e hijos llorando porque están enterrando a su madre o a su padre. Ha llegado con muchas décadas de retraso y todavía queda mucho por hacer para que nunca vuelva a germinar el odio y la violencia en nuestro pueblo», reivindicó. También tuvo un recuerdo especial para Joaquín Beltrán y Alberto Sololuze, los dos trabajadores que perdieron la vida en el derrumbe del vertedero de Zaldibar que marcó el fin de su segundo mandato. E igualmente citó a las víctimas de la violencia machista.

Urkullu, que se mantendrá en el cargo hasta que se produzca el traspaso de poderes al próximo lehendakari, no dio pistas sobre su futuro pero sí quiso descartar cualquier enfrentamiento con el PNV después de que se le comunicara que no repetiría como candidato. «Yo no estoy alejado de mi partido, ni me partido está alejado de mí. He sentido su apoyo en todo momento», aclaró. Sí dejó algún recado, en cambio, para Pedro Sánchez, a quien se ha dirigido en numerosas ocasiones por carta para plantearle reivindicaciones. «La relación en este último tramo ha sido bastante más epistolar que del cara a cara», dejó caer. También enfrió la posibilidad de reunirse con el presidente del Gobierno antes de abandonar Ajuria Enea.

La intervención del jefe del Ejecutivo autonómico, a la que reaccionaron de inmediato todos los partidos, supuso el pistoletazo de salida definitivo a una carrera hacia las urnas en la que las encuestas auguran una dura competición por la victoria entre PNV y EH Bildu, con trayectorias contrapuestas. Los jeltzales, que han ganado en votos todas las elecciones vascas desde 1980, vienen de perder apoyos en las últimas convocatorias, mientras que la coalición soberanista ha ido subiendo hasta soñar ahora con un 'sorpasso' inédito. El PSE-EE no quiere perder la estela y aspira a reforzar su papel en la gobernabilidad de Euskadi; el PP busca remontar tras dos décadas de imparable sangría; y el espacio de la izquierda confederal, dividido entre Sumar y Podemos, luchará por no quedarse fuera del próximo Parlamento, al igual que Vox. Los vascos dictarán sentencia dentro de 58 días.