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Es probable que de un tiempo a esta parte os hayáis dado cuenta de que las rupturas de pareja parecen haber aumentado. Quien más quien menos conoce algún caso relativamente cercano, en familiares o amigos. Pues bien, realmente este es un efecto que sí se ... está dando, en el cual confluyen varios factores. Como casi todo en la vida, las cosas no pasan por absoluta casualidad. Indaguemos un poco en ello, para poder contextualizarlo en la situación de la pandemia, la cual, indudablemente, es uno de esos factores poderosos que han entrado en juego. Vamos a empezar por lo más amplio para llegar a lo concreto.
En primer lugar, los modelos de pareja. Si bien ya lo comentamos cuando abordamos el poliamor, esto es algo que tenemos que tener en cuenta a la hora de investigar las rupturas. Como ya sabemos, nos encontramos insertos en un modelo donde lo deseable es tener pareja monógama, es decir, lo que se entiende por ser fieles el uno al otro. Es más, a partir de ciertas edades, alrededor de los 30, seguir soltero o soltera empieza a estar mal visto. Aquí, como de costumbre, las mujeres se llevan la peor parte, siendo ellas 'solteronas' y ellos los 'solteros de oro'. En consecuencia, tenemos una presión social que nos incita a buscar pareja. Eso sí, aparejado a todo ello, en el entorno de nuestra sociedad consumista, tampoco te puedes conformar con cualquier cosa y parece que debamos estar en una competición constante por superarnos y tener una pareja mejor. Conclusión, todo mal; el mejor consejo, tratar de aislarse del «qué dirán».
Es así que, en muchas ocasiones, nos vemos abocados a estar con personas de forma precipitada, exigimos mucho tanto a ellos como a nosotros mismos o tratamos de que todo sea perfecto (como en las películas de Disney). ¿La mejor receta? Vísteme despacio que tengo prisa. Es decir, se tenga pareja o no, hay que tratar de dar segundas oportunidades (también a uno o una misma) y tener una buena comunicación (expresar nuestros deseos, no ser tan exigentes). Así se reducirán las rupturas, porque no crearemos parejas prematuramente o las tiraremos por la borda. En fin, ya tratamos algo de esto en el artículo sobre la soltería en tiempos de covid o en el de cómo recuperar el deseo sexual en pareja perdido con la pandemia.
Estas últimas referencias hablan del contexto pandémico y esta es nuestra segunda parada, algo más concreta. Toda la situación ha cambiado nuestras vidas en gran medida y haber llegado en soltería o con pareja es muy diferente. De hecho, la mayoría de parejas que se están rompiendo estaban juntas desde antes del confinamiento. ¿A qué se ha podido deber? Pues bien, nos encontramos en un momento en el que estamos viendo la luz al final del túnel y eso a nivel psicológico es muy potente. Seguramente, cualquiera de vosotros o vosotras habéis sentido el efecto día de la marmota, la película de Bill Murray y Andie MacDowell. Es decir, esa sensación de que el tiempo está congelado y de que no sucede nada, todo está estático, no hay emoción, como si hubiésemos perdido un año y medio de nuestras vidas.
¿Qué ocurre ahora mismo? Que el final está cerca y eso nos conduce a hacer un alto en el camino y pensar dónde estamos y cómo queremos entrar en la época postpandemia. Eso nos genera bastante ansiedad y nos lleva a replantearnos nuestro trabajo, nuestro ocio y, también, nuestra relación de pareja. En ese desarrollo, pues, podemos darnos cuenta de que nuestra relación no nos satisface, en línea con las ganas que tenemos de volver a vivir nuevas experiencias. Lo peligroso de esto es que pocas veces se pone en valor la estabilidad que nos da la rutina. Además, aquí entra en juego un factor clave, que es el enamoramiento.
Se trata de un proceso bioquímico comprobado que, en la mayoría de ocasiones, tiene fecha de caducidad. Es decir, cuando nos enamoramos, tenemos una sensación totalizadora que nos hace estar más felices y sensibles en relación a la persona amada (a algunas personas les pasa incluso con más de una). Es más, es un proceso parecido a la psicosis, ya que entramos en una especie de obsesión, donde todo lo que nos llega de esa persona nos afecta mucho para bien o para mal. Una cosa habitual que vemos los sexólogos es que muchas parejas se plantean las relaciones cuando acaba ese periodo (una media de dos años). Se dice mucho aquello de «ya no es como antes». Eso es probable, las relaciones evolucionan y nadie puede soportar el nivel de intensidad del enamoramiento. Hay que saber transitar de ahí a una relación basada en el cariño y la confianza donde la pasión sigue estando, pero debemos alimentarla.
Finalmente, estas dos primeras paradas se conjugan con la tercera, el verano. Se oye mucho también aquello de que es una época más propicia para las rupturas, desde la propia estación anterior, dice el refranero que «la primavera la sangre altera». Pues bien, aunque algo hay, no es tanto por la temperatura sino porque en verano tenemos mucho más tiempo libre y, por consiguiente, oportunidades de conocer nuevas personas (viajes, vuelta al pueblo, planes con amigos...) Eso nos hace, de nuevo, replantearnos en dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos.
En conclusión, visto todo este contexto, queda por preguntarnos, ¿estoy donde quiero estar? ¿hay algo que necesito? ¿estoy dando segundas oportunidades? ¿me estoy precipitando? ¿estoy dentro de una relación tóxica? ¿dejarlo es algo que necesito para cuidarme a mi mismo o misma? Eso son preguntas que sólo puedes responder tú, si quieres seguir, pero hay cosas que mejorar, quizás saques alguna idea de este artículo anterior, si crees que lo mejor es dejarlo, hazlo de la manera en la que hagas (y te hagas) el menor daño posible. Ante todo, toma esta probable vuelta a la normalidad como una oportunidad, que en su origen griego viene a decir «estar frente a un puerto», tú decides que barco coger.
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Aritz Resines Ruiz
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Si quieres contactar con el autor, el sexólogo Aritz Resines Ruiz, puedes encontrarle en www.xelebreak.com.
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