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Hace no muchos días, en Twitter hubo un «trending topic» que toca de cerca nuestra profesión sexológica. Tenía que ver con la marca de enjuague bucal «Listerine», dado que un médico que, empecemos por aquí, parece no saber mucho del tema, recomendó duchas vaginales con ... dicho colutorio. Todo porque, aparentemente, una ex suya lo hacía… Todo muy científico ¿verdad? Visto el panorama y adelantando ya que este método debe evitarse a toda costa, esta semana colabora con nosotras la Ginecóloga y Sexóloga Chiara di Giovanni para arrojar luz sobre todo esto.
Ante todo, a la hora de hablar de genitales femeninos, lo primero es saber mejor en qué consisten, desde una relación sana con ellos, ya que muchas veces se nos ha educado en todo lo contrario, en el misterio, la suciedad y la culpa. Es decir, «eso no se mira, eso no se toca». Lo cual, si resulta que hay alguna osada que lo hace, siempre tiene el peligro de que le digan que eso no está bien, sea una niña pequeña o una mujer adulta.
Visto esto, probablemente tengamos que empezar mejorando esa relación, en primer lugar, dejando atrás ciertos mitos y falsas creencias asociados a los genitales femeninos.
Debemos tener claro que es una parte del cuerpo de la que se puede hablar, reivindicar y estar orgullosa, sin ponerle nombres graciosos. Los genitales femeninos externos, tiene dos partes y se llaman vulva y vagina. La vulva es la parte que podemos ver e inspeccionar mediante un espejo, identificando el Monte de Venus, los labios mayores y menores, el clítoris y el vestíbulo o introito de la vagina; en el Vestíbulo desembocan el meato uretral, las glándulas de Skene, el orificio himeneal y las glándulas de Bartholino. La vagina por otro lado es un conducto elástico que mide en media unos 8-10 cm y que une la vulva con el útero. Finalmente, junto con las trompas y los ovarios constituyen los genitales femeninos internos.
Las vulvas no son sucias, aunque en algunas ocasiones se hayan asociado erróneamente a olores o sensaciones desagradables. La realidad es que en la región vulvar existen múltiples glándulas que ayudan en el proceso de lubricación y crean junto con la secreción vaginal, lo que habitualmente definimos como flujo genital. El flujo fisiológico no suele ser maloliente, es trasparente, blanco o amarillento y su volumen varía considerablemente entre las mujeres y según el momento del ciclo menstrual y de la etapa vital. A nivel vaginal, por otro lado, existen una comunidad de microorganismos vivos que crean un ecosistema dinámico que definimos científicamente como microbiota vaginal y cuyo equilibrio es fundamental para evitar infecciones genitales.
Hay vulvas con labios mayores de distintos tamaños, con labios menores simétricos o no, con clítoris más o menos visibles, etc. Nuestra vulva puede ir modificándose a lo largo de la vida, sobre todo, debido a los cambios hormonales que se experimentan, por ejemplo, durante la ovulación, el embarazo, la excitación sexual y también con mayor intensidad y con cambios más evidentes en la peri y post-menopausia. En este sentido, aunque estemos acostumbradas a imágenes de vulvas muy compactas y perfectamente simétricas (como en la pornografía), la realidad es que existen muchas formas y todas anatómicamente normales.
Respecto a modificar alguna parte de la vulva, muchos procedimientos no son tan necesarios como se nos hace creer. Nos referimos a prácticas estéticas como la depilación, que se vende como higiénica pero no hay que olvidar que el vello, sobre todo, el que recubre concretamente nuestra vulva, nos protege de algunas infecciones; además, después de depilarnos pueden aparecer irritaciones o foliculitis. Por otro lado, existe la cirugía estética ginecológica que incluye intervenciones como la ninfoplastia, que se basa en reducir el tamaño de los labios menores, o la himenoplastia, que consiste en restaurar el himen. Hay que tener en cuenta que, como cualquier cirugía, no son ninguna broma, ya que conllevan riesgos como la aparición de dolor, inflamación, infección o daños de órganos cercanos como la vejiga o el recto.
Para mantener la salud de los genitales femeninos, es importante actuar como se hace con las mamas. De hecho, esta semana, el 19 de octubre, ha sido el día Mundial contra el Cáncer de Mama. En este caso, se recomienda tener una buena relación con nuestras mamas, para poder realizar una adecuada prevención mediante la autopalpación y la exploración. En el caso de la vulva, lo más básico empieza por ahí, de hecho, las sociedades científicas ginecológicas como la AEEM (Asociación para el estudio de la Menopausia), recomiendan examinarse los genitales externos una vez al mes. Con ello, veamos algunas recomendaciones que creemos que podrían seros de ayuda:
Para la higiene de nuestra vulva, es suficiente lavarse con agua y jabón neutro libre de perfume, aconsejándose evitar el uso de productos de higiene íntima perfumados, talcos o desodorantes femeninos en el área genital. En ese proceso, debemos prestar atención a todas las partes, como los pliegues en los labios externos e internos o la zona del clítoris, evitando toallas rugosas y utilizando las yemas de los dedos.
Se recomienda mantener la zona genital siempre limpia y seca, mediante el uso de toalla y golpes suaves, evitando el secado de vulva con secadores y procurando que restos de orina, sudor, flujo o menstruación no se estanquen, para evitar infecciones. Sin embargo, se contraindica el uso de duchas vaginales. Si bien muchas mujeres se sienten más limpias si utilizan duchas vaginales después de una menstruación o relación sexual, puede en realidad empeorar el flujo genital, ya que éstas eliminan las bacterias sanas que están en la vagina y que tienen una función protectora contra las infecciones.
También se desaconseja el uso de salvaslip y compresas que no sean de algodón, ropa interior sintética y trajes de baño mojados por mucho tiempo, aereosoles de higiene y papel higiénico teñido o perfumado.
Queremos aclarar que el hecho de tener cierta cantidad de flujo vaginal es normal, especialmente en edad fértil. Las glándulas del cuello uterino producen un moco transparente y estas secreciones se pueden tornar de un color blanquecino o amarillento al exponerse al aire, pero estas variaciones son normales. Sin embargo, un flujo vaginal que súbitamente cambia de color, olor o consistencia, o aumenta o disminuye significativamente en cantidad, puede ser indicio de una infección, por lo que hay que consultar a un médico.
Si tienes relaciones eróticas, íntimas con alguna persona, es importante que le enseñes a detectar estos signos para que pueda avisarte si nota algún cambio. En este sentido podemos considerarlo como un trabajo en equipo, en el cual es fundamental el autoconocimiento para poder compartir y enseñar a la otra persona que es fisiológico y que puede ser motivo de consulta médica.
En definitiva, es interesante tomarse esta labor seriamente, desde la propia autoestima y cuidado corporal, siendo conscientes que nuestros genitales son únicos y dignos de atención, por y para nuestra salud y nuestro placer.
Si quieres contactar con el autor, Aritz Resines Ruiz, o con su colaboradora de esta semana, Chiara di Giovanni, puedes encontrarles en www.xelebreak.com o en digiovannichiara0@gmail.com, respectivamente.
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