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Ahora que se acerca el 25N, Día contra la Violencia de Género, veremos seguramente muchas campañas y eventos con motivo de este problema social. La visibilidad es importante, desde luego, pero también lo es hacerla de una manera que sea efectiva. Es por ello ... que esta semana traemos con nosotras a la sexóloga y experta Laura Marcilla Jiménez para que nos ayude a tratarlo desde otro punto de vista.
Tradicionalmente, en las campañas que se han realizado con este objetivo, se han repetido dos estrategias principales:
•En primer lugar, se han puesto muchos esfuerzos y mucha responsabilidad sobre las propias víctimas, en que reconozcan su situación, en que se atrevan a abandonar la relación y denunciar esta violencia. No obstante, la propia situación de violencia dificulta que las personas identifiquen el maltrato, dado que sus redes afectivas suelen estar dañadas y tienen menos herramientas para hacerle frente. Por eso, de media, se tarda tanto en abandonar o denunciar al agresor.
•En segundo lugar, muchos anuncios y campañas pintan a estas mujeres como sometidas, sumisas, tristes o dependientes. Aunque esto puede ocurrir, también puede ser víctima de violencia de género una mujer inteligente, alegre, autónoma y fuerte. A veces, descartamos demasiado rápido esa posibilidad si su forma de ser no nos encaja en ese perfil. Porque, ¿cómo va a ser víctima esta persona tan segura de sí misma que dirige una importante empresa? ¿Cómo va a ser víctima esta amiga que siempre está haciendo bromas y sacando una sonrisa a todo el mundo?
Por desgracia, no hay un solo perfil, no hay ninguna señal inequívoca que los demás podamos reconocer y nos avise del peligro que sufre una amiga, hija, madre o hermana (salvo que presenciemos un episodio violento, claro está). Es precisamente ahí donde queremos poner el foco, en la responsabilidad que tenemos los amigos, la familia y demás entorno a la hora de ayudarlas.
Seguramente, nuestro primer impulso sea animar a esa persona a interponer una denuncia. Es verdad que las denuncias, aunque no sean infalibles, ayudan a salvar vidas. Pero también es cierto que muchas de las denuncias que se registran, se retiran al poco tiempo. ¿Por qué pasa esto? Porque muchas veces se ponen durante la fase del ciclo de la violencia donde las mujeres sienten miedo o reconocen que hay algo que se pasa de castaño oscuro. Pero, tras este episodio violento, que les puede hacer abrir los ojos momentáneamente, viene también la fase de «luna de miel», donde el agresor promete cambiar, pide perdón y trata de reconciliarse con la víctima. Ante el deseo o la esperanza de que puedan arreglar su relación, es muy frecuente que la víctima deshaga alguno de los pasos ya dados. Esto no es sinónimo de que la denuncia fuera falsa o que ella haya exagerado la situación. Simplemente, las relaciones de violencia tienen muchas etapas diferentes e incluso aparentes contradicciones.
Por otro lado, poner una denuncia no es fácil, ya que, pese a no buscar venganza, sino justicia, le espera a la mujer un proceso largo, penoso y tortuoso. Debe prepararse para contar su situación a varios abogados, forenses y jueces, volviendo a vivir situaciones dolorosas y resultando difícil para ella pasar página. Son muchísimas las mujeres que no llegan a denunciar, a pesar de tener motivos más que suficientes, porque cuando por fin consiguen poner fin a la relación, su único deseo es no volver a ver jamás al hombre que las maltrató, ni siquiera en los juzgados. Todo, además, unido al miedo extra que pueden sentir cuando el agresor sepa que ha sido señalado por ellas, momento, de hecho, detonante de muchos actos violentos.
Por eso, en lugar de sugerir una denuncia, es mucho más efectivo sugerir que busquen ayuda, por ejemplo, en los recursos de Emakunde o en las asociaciones feministas. Animarlas, e incluso, acompañarlas a que se informen de sus derechos, de las opciones que tienen, del apoyo legal, social y psicológico que pueden recibir. Lo más probable es que, si acceden a acudir a este tipo de recursos, acaben valorando cómo interponer una denuncia. Pero lo harán con más información sobre todo el proceso, con más convicción y con más apoyo para seguir adelante.
Con eso gestionado, también hay una serie de cosas que es mejor que no hagamos o digamos. Puede frustrarnos verla sufrir por culpa de la persona que en teoría debería cuidarla y quererla o, incluso, enfadarnos porque no nos lo ha contado antes. Ahora bien, expresiones como «¿por qué sigues con él?», «¿cómo no nos ha dicho nada antes?», aparte de decir el clásico «ya lo veía venir», aportan poco, más allá de culpabilizarla a ella. Todo ello, pese a ser con buena intención suelen minar aún más la autoestima de esas mujeres tras meses o años de desvalorizaciones y humillaciones por parte de su pareja. Seguramente, no oigan «creo que vales mucho y mereces algo mejor», sino que pensarán «soy tan tonta que no lo he visto venir, que no he sido capaz de hacerme valer». Es mejor pensar en soluciones de cara al futuro que incidir en decisiones del pasado.
Finalmente, podría ocurrir que esa mujer vuelve con su agresor. O, incluso, que se distancie un tiempo de nosotros (posiblemente influida por los intentos de él de aislarla). Lo más interesante aquí es dejar nuestro ego a un lado y no tomarla con ella. Solo es otra de las posibles consecuencias de la situación que están viviendo, no significa que no valore nuestra ayuda. Suele ser mejor idea no juzgarla, abandonarla o presionarla. Si estamos ahí, acompañándola, de tal manera que sepa que no está sola, le estaremos dando una prueba viviente de cómo te trata alguien que sí te quiere bien. Esa disposición, aparentemente sencilla, le puede ayudar mucho.
En definitiva, debemos ser conscientes de que estas situaciones de violencia son complejas y variables, no habiendo soluciones mágicas. Lo más importante es no mirarla con lástima, no imponerle acciones para las que no está preparada y contribuir a que su vida vaya más allá de él, ayudándola a reconstruir su autoestima y su red afectiva (amistades, familia, etc). Invitarla o exigirle poner una denuncia a las primeras de cambio es empezar la casa por el tejado.
Si quieres contactar con el autor, Aritz Resines Ruiz, o con su colaboradora de esta semana, Laura Marcilla Jiménez, puedes encontrarles en www.xelebreak.com o en lmarcillaj@gmail.com, respectivamente.
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