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M. Hortelano
Sábado, 24 de febrero 2024, 17:08
Valencia vive este sábado su segundo día de luto oficial por las 10 víctimas mortales que se ha cobrado el incendio de un edificio en el barrio de Campanar. Las banderas lucen a media asta en todos los edificios públicos, en la plaza del Ayuntamiento ... se ha guardado un minuto de silencio y los vecinos del barrio afectado se han concentrado de manera improvisada para rendir homenaje a quienes hasta ahora compartían el día a día con ellos. Sin embargo, el escenario de la desolación se ha convertido esta mañana en una «atracción» turística más para los cientos de curiosos que se han acercado hasta la zona perimetrada para inmortalizar los restos del incendio. Las dos torres calcinadas son escenarios de selfies y hasta de retransmisiones de jóvenes streamers. Pocos quieren perderse el resultado del mayor incendio en la historia de la ciudad, como si Nou Campanar hubiera vuelto a plantar un monumento fallero.
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A. Checa | J. Martínez
Hasta la zona se han desplazado personas desde otros barrios. Incluso turistas que estos días pasan unos días de vacaciones en Valencia y no han querido perderse cómo ha quedado el edificio tras consumirse. Mari Carmen y Jesús se han desplazado andando desde la Avenida del Cid porque estos días han seguido la noticia en prensa. «Es una atracción», dice él. Rápidamente, su mujer lo corrige y dice que es una «tragedia» que los ha dejado «desolados» pero que se han querido acercar a ver cómo ha quedado. Una pareja de italianos que pasa unos días en Valencia se ha acercado en bici porque han visto la noticia en la prensa de su país. Así, los centenares de personas que se atestan en la rotonda de Bertolín, la que da directamente al edificio quemado. Selfies, stories para redes, vídeos para enviar a las familias. Todos quieren anclarse a la tragedia. Tener su foto con la torre de un edificio en el que, en esos momentos, se encuentra a la décima víctima mortal. En el que un dron no deja de volar para seguir completando la investigación. En tierra, selfies de grupo.
En la rotonda que tiene vistas directamente al edificio hay, además, un streamer, con un aro de luz, que está emitiendo en directo para redes sociales. Doble atractivo para algunos de los más jóvenes que se acercan. Incendio y un streamer, junto al que se sientan para ver el espectáculo. El aire ruge con fuerza también esta mañana de sábado, lo que pone una banda sonora trágica a las imágenes. Las placas que quedan en la fachada del edificio rugen y se tambalean en los pisos más altos. El cordón de seguridad sigue siendo enorme por cosas como estas.
Abajo, en las calles aledañas, ese viento arremolinado ha hecho parte del trabajo de quienes se afanan en limpiar la calzada de los millones de trozos de metal que se concentran en esquinas y bordillos. Hay de todos los tamaños de aluminio. Los más osados se agachan a recogerlos para llevárselos a casa. Como si fueran souvenirs. Hay que tener un recuerdo de la tragedia, parecen pensar, porque quién sabe si en algún momento se convierten en historia de la tragedia de la ciudad y se les puede poner precio.
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