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Iñigo Urkullu sabía bien que había muchas posibilidades de que el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco (TSJPV) echase por tierra su plan de mantener el toque de queda y los cierres perimetrales tras el fin del estado de alarma, que llegará hoy a ... medianoche. Es lo que finalmente ha ocurrido: los jueces decidieron este viernes por la mañana que no hay base legal para imponer semejantes restricciones a derechos fundamentales. Así que lo que el lehendakari presentó unas horas después fue su 'plan b', un plan bastante descafeinado y que incluso podría parecer contraproducente: se amplían los horarios de bares, restaurantes, comercio y actividad cultural hasta las 22.00 horas. Los aforos serán del 50% en hostelería, y entre el 40% y el 60% en tiendas.
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Es decir, a partir de hoy a las 23.59 horas y en las próximas tres semanas («serán claves», dijo el lehendakari, y es el periodo de vigencia del decreto) el panorama cambia totalmente en Euskadi. Tras meses de restricciones no habrá ya toque de queda, se podrá salir del País Vasco libremente, no habrá confinamientos perimetrales de municipios en rojo y tampoco opera la limitación de cuatro personas para encuentros sociales. Hasta aquí, las imposiciones judiciales. ¿Y por qué el decreto del Gobierno vasco, que querría más control, amplía encima los horarios de bares, restaurantes, comercios, cines, teatros...? «Lo que hacemos es adecuarnos al contexto», explicó Urkullu.
Nuevas restricciones en Euskadi
Luis López | BRUNO VERGARA
julia fernández
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Según esta tesis, una vez que no hay limitaciones para andar por la calle durante la noche, sería ingenuo pensar que la gente se va a ir a casa. Eso no ocurrirá. Así que para evitar que haya masificaciones en lugares descontrolados, el LABI ha considerado que es mejor que la gente se quede en locales como los mencionados donde, al menos, hay limitaciones de aforos y medidas de control. Porque en bares y restaurantes sí se mantiene la prohibición de consumo en barra o de pie, y el tope de cuatro personas por mesa. Es fuera de estos negocios, en la vida privada de cada uno, donde no se puede restringir el derecho de reunirse con el número de personas que quiera.
Con este panorama la tensión es máxima porque se puede decir que queda casi enteramente en manos de la ciudadanía mantener el orden para evitar la propagación del virus. Y el reto se presenta en un momento delicado. Lo admitió Urkullu: llega el buen tiempo, los días cada vez son más largos... Además, hay cierto agotamiento, ganas de vivir, y quizás una euforia irreal ante el avance -aún insuficiente- de la vacunación y el descenso -aún tibio- de los contagios. Hay que tener en cuenta que, pese a que la tendencia es a la baja, Euskadi sigue teniendo la incidencia más alta de España, al ser la única autonomía con más de 400 casos por cien mil habitantes en las últimas dos semanas. ¿Y si la recuperación de la libertad tan largamente ausente echa por tierra la buena evolución de los últimos días? ¿Y si hay un repunte de casos? ¿Y si la población se desmadra? «Quiero tener esperanza», dijo el lehendakari apelando a la «autolimitación y la autorresponsabilidad».
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¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Recapitulemos: el estado de alarma llega a su fin en la medianoche de hoy. Eso ocurre porque Pedro Sánchez se ha negado a prorrogarlo pese a las peticiones de muchos, entre otros, de Urkullu. Este último también podría haber solicitado un estado de alarma específico para Euskadi, la comunidad autónoma con peores datos de contagios, pero no ha querido. Reiteró este viernes que la pandemia es global, no local. Pero da la impresión de que nadie desea cargar con la responsabilidad de limitar derechos fundamentales, aunque se entienda que estas restricciones aún son esenciales para mantener a raya el virus.
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Rosa Cancho
Durante los últimos seis meses también se podría haber desarrollado una normativa específica, una legislación que diese seguridad jurídica para tomar medidas en una situación excepcional como la actual. Pero nadie quiso hacerlo y por eso el TSJPV veta las restricciones a derechos fundamentales vigentes hasta ahora. La cuestión es que llegamos al final del estado de alarma, que tenía esta fecha desde que se decretó, de un modo atropellado. Sin herramientas legales para mantener las limitaciones que el Gobierno vasco querría mantener. En lugar de eso, mañana, quien quiera, podrá darse un baño de libertad. No ocurrirá así en otras autonomías como Baleares y la Comunidad Valenciana, donde con tasas de incidencia de 59 y 41 casos (recordemos, en Euskadi es de 463) sus respectivos tribunales superiores sí han autorizado toques de queda.
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El espectáculo es sobrecogedor. Ese desbarajuste entre autonomías puede resolverlo el Tribunal Supremo en casación, pero Euskadi ha renunciado a explorar esa vía para evitar, dijo Urkullu, generar incertidumbre en la ciudadanía.
El Gobierno vasco ya no puede imponer un toque de queda obligatorio, pero pide a la ciudadanía que asuma esa limitación de forma voluntaria. «Se recomienda autolimitar la movilidad nocturna entre las 23.00 y las 6.00», pidió este viernes el lehendakari. De hecho, su comparecencia tras la reunión del LABI estuvo plagada de llamamientos a la responsabilidad de la ciudadanía, a que asumiese voluntariamente varias de aquellas restricciones que hasta ahora son preceptivas. Es más, estas peticiones se han puesto negro sobre blanco. Porque también se pide que, tras no poder prohibir las reuniones de más de cuatro personas, la gente evite superar esa cifra como demostración de responsabilidad y conciencia en la lucha contra la propagación del virus.
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