Si colocamos juntitos el cartel de la primera edición del Bilbao BBK Live y el de esta -la que arrancó ayer, que hace el número 15 y espera a más de cien mil personas-, comprobaremos que solo se repiten dos artistas: los granadinos Lori Meyers ... y, claro, los londinenses Placebo, que tanto entonces como anoche ocupan un curioso puesto de segundos cabezas de cartel, como la baza que se esconde agazapada detrás del artista titular de la jornada y se asoma con descaro por encima de su hombro (entonces eran Andrés Calamaro y Ariel Rot; ayer, LCD Soundsystem). Como estamos en una de esas ediciones que marcan frontera y mueven a la nostalgia, al contemplar los dos carteles no queda otra que pensar en cuánto ha cambiado el festival, cuánto hemos cambiado nosotros y cuánto, o quizá no tanto, han cambiado Placebo.
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Silvia Cantera
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Lo del festival es obvio: entonces no pasaba de ser una apuesta que aún no llevaba el BBK en el nombre y programaba a medio centenar de artistas, la mitad que ahora. Lo nuestro mejor lo dejamos en que muchos, muchísimos espectadores de anoche todavía llevaban pañales allá por 2006. Y en cuanto a Placebo... La verdad es que lo de Placebo es un caso curioso, porque han logrado mantenerse ahí arriba todo este tiempo -ya son como de la familia, porque también estuvieron en Kobetamendi en 2009 y pasaron por el BIME en 2014- sin grandes novedades en su planteamiento y sin llegar nunca al estrellato masivo: no resulta fácil dar con alguien que diga que son su grupo favorito, pero tampoco abundan los aficionados que manifiesten rechazo hacia ellos. Entonces, ¿no han cambiado? Sí, claro. El vocalista, guitarrista y alma de la banda, Brian Molko, ha dejado su proverbial estampa andrógina -y es casi imposible encontrar alguna crónica sobre ellos en la que no aparezca el dichoso adjetivo- en favor de un look burlón de espadachín bigotudo, y la mayor parte del repertorio que interpretaron anoche ni siquiera existía en aquella primera visita: como tienen por costumbre, Placebo han traído un setlist bien cargado de temas de su álbum más reciente, en este caso 'Never Let Me Go', más atmosférico y menos agresivo que sus guitarreos noventeros.
Pero bastó el arranque del primer tema, 'Forever Chemicals', para confirmar que la esencia permanece: está en esa voz singularísima de Molko, con su deje de estar de vuelta del mundo, que casi recita versos cortos en los que no tardan en aparecer las drogas. ¡Si 'drugs' fue la tercera palabra del concierto! Placebo -desde hace años un dúo, completado por el bajista y guitarrista Stefan Olsdal- salieron a escena respaldados por cuatro músicos de directo y sonaron potentes y nítidos, con turbulencias de fondo que nunca se interponían sobre la voz de Molko y sus mensajes de corazón inadaptado y ambiente distópico. Con un sonido que lo mismo puede remitir a sus primos Smashing Pumpkins que al Bowie de los 90, Placebo solo se aventuraron hasta sus comienzos con 'Bionic' (una letra resuelta con once palabras) y no se privaron de interpretar temas como el obsesivo y casi maquinal 'Surrounded By Spies', aunque es verdad que justo después compensaron con la mucho más digerible 'One Of A Kind'.
Ya antes del concierto, en un mensaje que animaba al público a «disfrutar del momento exacto» y no andar grabando con sus móviles, Placebo habían anunciado su intención de «crear comunión y trascendencia». Sin charlas vanas (un «gracias» en castellano y va), se ayudaron en su propósito de las pantallas, que en vez de reproducir su imagen sin más la sometían a virados, a interferencias, a distorsiones, a desenfoques. El efecto, combinado con las luces de fondo, fue la mar de resultón en temas como 'Happy Birthday In The Sky', aunque trascender, lo que se dice trascender, quizá sea demasiado decir.
El tío Molko es como un pariente que nos visita de vez en cuando y, en vez de repetir siempre las mismas historias, prefiere contarnos lo que le ha ido pasando desde la última vez. Y estaría feo criticarle por eso, sobre todo teniendo en cuenta que en 2006 ya le reprocharon lo mismo, pero en la andanada final del concierto todos agradecimos canciones como 'The Bitter End' o esa versión del 'Running Up That Hill' de Kate Bush que saben hacer tan suya. ¡A ver qué tocan la próxima vez!
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