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La cizalladura que hace temblar a los aviones

Miércoles, 18 de noviembre 2020

Los potentes e imprevisibles vientos cambiantes que alteran la normalidad de los aterrizajes en el Aeropuerto de Bilbao se conocen como cizalla y son especialmente intensos en Loiu. «Lo que en otros aeropuertos es excepcional aquí es bastante habitual», coinciden en explicar diferentes expertos en navegación aérea. 'La Paloma' se ubica en la mayor llanada vizcaína pero el problema es que ocupa el centro del valle de Asua. «Las pistas de las terminales se construyen habitualmente teniendo en cuenta el viento dominante para que los aviones se lo encuentren 'de morro', aquí no pudo ser», reconoce Isabel Castellanos, jefa de la Oficina Meteorológica que Aemet tiene en el aeródromo. Cuando arrecia el viento sur impacta «de costado» en las aeronaves y empiezan los sudores.

Al menos cuatro factores dificultan los aterrizajes en Loiu cuando hay rachas de aire laterales. El primero responde a la tesis del conocido como 'Efecto Venturi': Como cualquier otro fluido, cuando el viento entra en un tubo -en este caso el espacio que existe entre las cordilleras del valle del Txorierri- reduce su presión y aumenta la velocidad drásticamente. En esta tesitura, las montañas vuelven a jugar en contra y generan turbulencias mecánicas, las que se provocan cuando la masa de aire impacta contra las cumbres. Ahí surge la cizalladura. A alta velocidad un avión ni la notaría, pero en pleno descenso, con los motores a bajas revoluciones, quedan casi a merced de su zarandeo.

El tercer obstáculo llega a unos pocos metros del suelo. «No tiene consecuencias importantes para la seguridad de los pasajeros, pero la terminal de Loiu padece un viento cruzado bajo muy característico. Enderezas el avión y debes modificar el rumbo una y otra vez para buscar el centro de la pista. Hay un límite, por eso se ven tantas aproximaciones frustradas en este aeropuerto», detalla Álvaro Gammicchia, responsable técnico del Sindicato Español de Líneas Aéreas (Sepla).

Vídeo. Algunos de los aterrizajes más complicados y espectaculares en el aeropuerto de Loiu. Luis Calabor

Umbral de alerta

Todo esto debe afrontarse además con un protocolo especial. La cercanía de varios núcleos de viviendas y la inclinación de la pista principal -ligeramente mayor de lo habitual que en el resto de aeropuertos nacionales- obliga a los pilotos a frenar antes los aviones y a desplegar con mayor rapidez el tren de aterrizaje y los flaps. «La de Bilbao es una terminal excelente, el problema es el entorno», resume Iván Gutiérrez, director técnico del Colegio Oficial de Pilotos de la Aviación Comercial (Copac). «Las predicciones nos alertan con exactitud si hay niebla, lluvia o mal tiempo; pero la cizalladura... el viento es el viento y no hay quien lo controle», añade.

Con esta base, ¿qué hacen los meteorólogos cuando las ráfagas de aire aceleran en Loiu? «Nuestro umbral de alerta está en 43 nudos -unos 80 kilómetros por hora-, aunque es poco probable que una aeronave aterrice incluso con menos viento», explica Isabel Castellanos. Aunque con menor intensidad e impacto, ha habido diez días seguidos de contratiempos. «Yo no recuerdo nada parecido en la última década», reconocen portavoces de Aena. «En otoño e invierno predomina el viento sur y los temporales son normales, lo que no es habitual es encadenar tantas tormentas una detrás de otra», añade la especialista de Aemet.

¿Y los pilotos? «Al final, la decisión de aterrizar o no siempre es del comandante de cada avión. Cada compañía y fabricante impone un límite a sus aparatos, pero luego todo depende de cada uno. En aeropuertos como los de Tenerife Sur y A Coruña hay recomendaciones específicas, en Bilbao, no», señala Iván Gutiérrez. Hace unos años Iberia prohibía al segundo piloto ejecutar los aterrizajes en Loiu. Ahora la norma -extraoficial- no se mantiene. Lidere quien lidere un descenso con cizalladura en 'La Paloma', la operación requiere pericia. Los manuales de vuelo recogen dos opciones: que el aparato llegue 'cruzado' por el viento y no sea enderezado hasta que toca el suelo o que aterrice desequilibrado, primero con las ruedas del lado por el que sopla el aire.

La situación en Loiu va a mejorar en breve. Aemet ha comprado un aparato que no existe en ningún aeródromo de España. Se trata de un radar láser (del tipo Lidar Dopler 3d) capaz de medir la dispersión de aerosoles en altura. Se trata de una herramienta que habrá que calibrar pero que promete aportar valiosa información sobre las turbulencias. Unos datos que permitirán confeccionar avisos para los pilotos.

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