«El viento sur te zarandea como a una coctelera, entras mirando al Pagasarri»
Fernando Otaduy | Piloto de Iberia durante 43 años ·
El bilbaíno, jubilado tras 25.000 horas de vuelo, echa la vista atrás. «La primera vez que aterricé la aproximación se hacía sin ayudas y la pista era 800 metros más corta»
Fernando Otaduy se retiró hace un año siendo el número 1 del escalafón de Iberia, el piloto que más tiempo llevaba en activo y tras sumar nada menos que 25.000 horas de vuelo. Con la que está cayendo –cientos de aviones en tierra y las compañías a menos del 40% de su capacidad–, los que vienen arreando lo tienen difícil para igualar sus números. En el 20 aniversario de 'la Paloma', echa la vista atrás para hacer balance y desvelar cómo era el aeropuerto que se encontró cuando apenas contaba 22 años y el que ha dejado. «Nada que ver», adelanta.
– Una singladura larga la suya.
– El sueño de un niño hecho realidad. Todo comenzó cuando de chaval vi desde La Arboleda a Tomás Castaño hacerse con el campeonato mundial de acrobacias. ¡Quién me iba a decir a mí que trece años más tarde estaría compartiendo cabina con él, volando a su derecha en un DC9 en ese mismo aeropuerto de Sondika!
– Iba como un cohete. No perdió el tiempo.
– Con 18 fui a Madrid a la Escuela de Ingenieros y allí me presenté al Ejército del Aire: 4 años de contrato me hicieron. Fui a Canarias y al Sahara cuando todavía era español. Allí volé el DC3, los famosos Dakota –el Charlie 47 de la Segunda Guerra Mundial–; también el Texan T6 utilizado en Corea, un avión bonito, muy duro, perfecto para sobrevolar el desierto porque aguantaba bien el salitre y la arena que se le metía por las toberas de los reactores.
– Mucho han cambiado las cosas.
– Ya lo creo. Yo empecé en la academia con un 'Bucker' biplano de tela y madera. Y ahora fíjese en los avances telemáticos que se han producido. Por no hablar de los simuladores, que cuestan muchísimo dinero. Se mueven en los tres ejes y tienen un visual idéntico a la realidad hasta el punto de que sientes en tu cuerpo las amenazas. Viento, lluvia, falta de visibilidad... Imponen respeto. Yo he sido instructor también y el último simulador que testé era igual que volar. Si faltaba aire en cabina por una despresurización y el piloto se desmayaba, antes de 1 minuto iniciaba un descenso de emergencia. Cortaba el motor, viraba a la izquierda, se salía de la aerovía e iniciaba un descenso a 10.000 pies. Todo automático.
Con Azkuna en la cabina
– Con ese curriculum no le habrán faltado pasajeros ilustres.
– Samaranch, el presidente del COI era un habitual cuando se reanudaron las relaciones con Moscú. También Rocío Jurado, Miguel Bosé, el presidente de Perú Alán García, la reina Sofía, tan cercana... Y, por supuesto, Azkuna.
– En lo más alto, como le gustaba a él.
– Le conocí cuando el cáncer le empezó a dar guerra, en un vuelo a Nueva York. Iba a operarse a Rochester y viajaba con su mujer y una doctora. Estábamos en Barajas, a punto de despegar, y me piden que salga de cabina. De repente me lo encuentro allí, sentado en Business. «Otaduy sin bigote», empieza a decirme, porque conocía mucho a mi hermano Enrique, que sí lo llevaba. Me lo llevé conmigo a la cabina –eran otros tiempos, antes del 11-S– y hablamos mucho. Luego cuando se operó volvió, me llamó y quedamos en navidades para tomar algo. Tenía una personalidad desbordante.
– También habrá habido sustos...
– Unos cuantos, aunque mi único aterrizaje de emergencia fue en el aeropuerto saudí de Yeda, cuando despegando del Cairo reventamos las cuatro ruedas del tren principal derecho. O aquella otra vez en Nueva York, donde una placa de hielo nos abrió un boquete entre el fuselaje y la cabina. Ah, y esa vez en Malabo, Guinea, cuando el mal tiempo nos obligó a adentrarnos en el mar, nos quedamos sin combustible y perdimos contacto con la torre de control.
– Seguro que alguno en Bilbao.
– La pista antigua, la 10-28, era muy corta, apenas 1.800 metros (figúrese, la que hay ahora, la 12-30, tiene 2.600). La aproximación era bastante complicada con baja visibilidad, porque las ayudas eran muy precarias. Había un NDB (un radio faro no direccional) que estaba en La Galea. Había que entrar por la ría y a la altura de Asua virabas un poquito a rumbo 100. Ahora hay ILS en la pista 3-0 y en la 1-2, y las aproximaciones ya son de precisión con unos mínimos de 200 pies, unos 66 metros, sobre la cabecera de pista.
– El mayor problema es el viento sur.
– Zarandea el avión como una coctelera. A veces tienes que frustrar en una pista, irte a la otra, pero claro con el viento cruzado y una limitación de casi 40 nudos. Eso significa que para aterrizar por la pista 30 entras con un rumbo de 250 grados, casi mirando al Pagasarri. Claro, los que van en cabina flipan. Te dicen: «¡Coño, tengo la pista a la derecha y tú estás apuntando a la izquierda!».
¿Para cuándo a Nueva York?
– La terminal de Santiago Calatrava no se ha librado de las polémicas. ¿A usted qué le parece?
– Pues un espectáculo, de lo más bonito que he visto, con esa aerodinámica, ese techo volado... Me acuerdo cuando estaba a punto de inaugurarse, con Xabier de Irala en la presidencia de Iberia. Me dijo un día: «Oye, Fernando, me vas a llevar al simulador y vamos a hacer un vuelo a Bilbao. Joder, así como Echevarrieta fundó Iberia, me gustaría ser el primer presidente que inaugurase un vuelo Bilbao-Nueva York. Ya sabes, las dos capitales más importantes del mundo unidas».
– ¿Lo veremos algún día?
– Ahora por la pista sí que sería posible, porque es larga y la elevación es baja, unos 120 pies. El problema es la maniobra de fallo de motor de la pista 1-2, la que tomas cuando despegas hacia Gipuzkoa, porque exige una gradiente de ascenso que es muy difícil de cumplir con peso. Un 350, por ejemplo, que es bimotor, para ir a Nueva York tiene que cargar 40 o 50 toneladas de combustible, demasiado peso para el despegue.
– No son buenos tiempos ni para Loiu ni para la aviación en general. ¿Saldremos de esta?
– Sí, seguro. Y más fortalecidos incluso. La gente tiene unas ganas locas de volver a moverse, de viajar, de ver a sus familiares y amigos. Por supuesto que se va a sufrir, porque es una crisis muy gorda. El problema va a estar en la clase Business, va a ser el pasaje al que le va a costar más recuperarse, porque las empresas van a recortar mucho el viaje de negocios. Y más ahora, con todas las reuniones por videoconferencia.
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