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Las sucursales bancarias cada vez se parecen menos a lo que siempre han sido: un lugar al que acudir para ingresar o sacar dinero, consultar el estado de la cuenta corriente, contratar productos o simplemente resolver dudas. La digitalización del sector está acelerando el cierre de oficinas. Actualmente en España no llegan ni a las 21.000, cuando en 2008 superaban las 45.000.
A todo ello se le une la limitación de horarios o incluso el cobro de comisiones para efectuar operaciones bancarias. Esta circunstancia deja fuera del sistema a uno de los colectivos más numerosos de la población española: las personas mayores y pensionistas, que al mismo tiempo son los clientes más fieles de los bancos, cada vez lo tienen más difícil para acudir a la ventanilla del banco.
La Plataforma de Mayores y Pensionistas ha instado recientemente al Gobierno a regular «de forma inmediata» un marco legislativo que acabe con la exclusión financiera que sufren estas personas. Incluso el Banco de España reconoce que la creciente oferta de servicios financieros digitales «podría plantear problemas en el uso de productos financieros a determinados colectivos ya bancarizados, pero ajenos al entorno digital o con carencia de competencias digitales, como las personas mayores».
Para muchas de ellas, sobre todo las que residen en entornos poco poblados y por tanto con menor presencia de sucursales bancarias, la única manera de cobrar la pensión, ingresar dinero o consultar el saldo de la cuenta es utilizar un cajero automático. Con el problema añadido de que buena parte de estas personas ni siquiera tienen una tarjeta de débito o crédito. Contar con una de ellas es el primer requisito para poder utilizar un cajero automático, aunque hay ciertas operaciones -retirar e ingresar dinero o consultar los movimientos- que se pueden realizar con una libreta de ahorro. Estos son los pasos para operar con una de estas terminales:
-Introducir la tarjeta en la ranura correspondiente y esperar unos segundos a que la terminal la reconozca y cargue el menú de operaciones de la pantalla.
-Lo primero que se nos pedirá es introducir el PIN, una clave de identificación de cuatro dígitos con la que se demuestra que uno es dueño de la tarjeta y no otra persona que la haya robado o encontrado en la calle. Es conveniente tapar el teclado al marcar la clave cuando haya gente cerca que pueda verla. Para reforzar la seguridad de estas operaciones, también se aconseja cambiar el PIN con cierta regularidad, y no escribirlo en ningún papel o dispositivo móvil. Si es posible, mejor memorizarlo.
-Una vez el cajero haya identificado la clave ya se pueden realizar las operaciones deseadas, que vendrán detalladas en la pantalla. Sacar dinero es una de las más comunes, pero no la única. Las terminales permiten también ingresar dinero o cheques, consultar los saldos y los movimientos de la cuenta, pagar recibos, realizar transferencias, recargar el teléfono móvil o incluso comprar entradas para espectáculos.
-Pulsar el botón de la operación correspondiente. A partir de ahí será el propio cajero el que a través de la pantalla nos indique los pasos a seguir.
-Una vez finalizada la operación, el cajero automático nos ofrecerá la posibilidad de imprimir un comprobante con la operación realizada. Es conveniente hacerlo por si hubiera cualquier problema posterior y fuera preciso demostrar que se ha realizado la operación. Es el momento de sacar la tarjeta y de comprobar que hemos salido correctamente de la cuenta y retirado el dinero, si fuera el caso.
Hay que tener en cuenta que el uso de los cajeros automáticos puede estar sujeto al pago de comisiones bancarias, que variarán dependiendo de si la entidad propietaria de la terminal es el banco emisor de la tarjeta o es otro. Cada entidad financiera utiliza uno de los tres tipos de redes de cajeros existentes: Servired, 4B o Euro6000.
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