Dios mío! ¿Qué me hace este país? Ya que me rechaza, considerémoslo fríamente, observémoslo mientras pierde el honor y la vida». Cuando escribió 'Suite francesa', su testamento literario, Irène Némirovsky mantuvo sus costumbres de autora metódica y sin concesiones. Llenó un cuaderno de apuntes sobre ... la situación de Francia durante la ocupación nazi y lo metió junto al manuscrito en una maleta de cuero que fue lo único que pudo salvar. El 13 de julio de 1942 fue detenida en cumplimiento de las «instrucciones generales contra los apátridas de raza judía». Desde la gendarmería escribió a su familia y se mostró «fuerte y tranquila». «Si podéis enviarme alguna cosa, creo que mi segundo par de gafas se quedó en la otra maleta (en el portafolios). Libros, por favor. Y si puede ser, un poco de mantequilla salada»,
Días después, les dirigió la que sería su última carta desde el campo de concentración de Pithiviers. «Mi querido amor, mis adoradas pequeñas, creo que nos vamos hoy (la deportaron a Auswchwitz, donde murió de tifus el 17 de agosto). Valor y esperanza. Que Dios nos ayude a todos». Sabía que si llegaba a sus manos leerían esos tres renglones un millón de veces y conocía el valor de cada palabra. Empezó a escribir a los catorce años y a los 27 deslumbró con 'David Golder', la primera de una veintena de novelas.
Ni su talento ni su posición acomodada -su padre era un acaudalado banquero ruso que huyó de los bolcheviques- la libraron de ser señalada con la estrella amarilla. Pese a su notoriedad, en veinte años de residencia no consiguió la nacionalidad francesa. Tampoco sirvió de nada su conversión al cristianismo en 1939. La religión nunca la distrajo del propósito esencial de su literatura: indagar en la naturaleza humana con la precisión de un escalpelo. Así ajustó cuentas con su madre, que le negó su cariño, en esa joya que es 'El baile' y con la misma lucidez abordó la crónica de una sociedad que se desmorona.
Concibió 'Suite francesa' como una sinfonía en cinco movimientos, de los que solo pudo escribir dos. En 'Tempestad en junio' describe los días previos a la invasión alemana, cuando miles de familias huyeron de París en coches «cargados hasta los topes de maletas y muebles, de cochecitos de niño y jaulas de pájaro...». Fue testigo de aquella desbandada mientras se encaminaba a una muerte segura. Le habían aconsejado que se marchara a América, pero confió en los valores humanistas del que consideraba su país.
«He escrito mucho», les dijo a sus editores. «Supongo que serán obras póstumas, pero ayuda a pasar el tiempo»
Pájaros en junio y porcelanas
Desde 1941 no puede publicar. Aun así, consigue editar dos novelas cortas con seudónimo. Abandona París y se instala con su familia en Issy-l'Evêque. Cada día sale de casa, recorre varios kilómetros y escribe con letra apretada. En las cartas a sus editores habla de su preocupación por la falta de ingresos y de las «vejaciones estúpidas» que sufre. «He escrito mucho. Supongo que serán obras póstumas, pero ayuda a pasar el tiempo». Apunta cuidadosamente la información que necesita para su novela: «Todos los números de varios periódicos entre el 1 de junio y el 1 de julio. Los pájaros en junio, sus nombres y sus cantos. Un tratado sobre porcelanas». Un personaje que se deleita empaquetando «sus tazas de Nankín, su centro de mesa Wedgwood...» antes de la huida consigue mantener las piezas intactas, aunque él muere atropellado.
Combina el dramatismo con escenas grotescas. En la epopeya colectiva nunca pierde de vista los rasgos personales. El escritor arrogante y el banquero sin escrúpulos contrastan con la dignidad del matrimonio Michaud, que tiene a su único hijo en el frente. «Es curioso que la masa, la odiosa masa, esté formada en su mayoría por esa buena gente», anota. «Eso no la hace mejor a ella ni peores a ellos».
En junio de 1942 hizo testamento en favor de la tutora de sus hijas, Julie Dumot. Su marido, Michel Epstein, llamó a todas las puertas para intentar salvarla. «Es inconcebible que nosotros, que lo perdimos todo por los bolcheviques, seamos condenados a muerte por quienes los combaten», insistía. Meses después, él también acabó en Auschwitz. Iban a por sus hijas, Denise y Elizabeth, pero su tutora logró salvarlas. Desamparadas por su abuela materna, huyeron de refugio en refugio, siempre con la maleta de cuero. Cuando años después descubrieron que además de notas contenía una novela, 'Suite francesa' recibió el premio Renaudot, por primera vez a título póstumo, y supuso el renacimiento de la carrera de Némirovski. Así se cumplió lo que había anotado en su cuaderno. «No olvidar nunca que la guerra acabará y que toda la parte histórica palidecerá. Tratar de introducir el máximo de cosas, de debates... que puedan interesar a la gente en 1952 o 2052».