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LUISA IDOATE
Sábado, 13 de noviembre 2021
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Mire a su alrededor. ¿Cuántos iconos encuentra? En bolsos, carpetas, termos, carcasas, paraguas, viseras, ropa… Reales y de ficción. Musicales, políticos, artísticos, cinematográficos, pictóricos, científicos… Los Rolling Stones, Elvis Presley, Che Guevara, Marilyn Monroe, Betty Boop, Darth Vader, Batman, Einstein, Van Gogh… La estrella de moda en ese Olimpo de relumbrón es Frida Kahlo, que copa hoy las ventas impresa en impermeables, vestidos, zapatillas, calcetines, camisetas, lencería, tequila, macetas, libros de cocina… ¿Por qué los compramos? ¿Conocemos a quién o qué representan?¿Nos identificamos con ellos? ¿Los elegimos? ¿Nos eligen? ¿Los usamos por ideología, imagen, estética? Al mercado no le interesan las respuestas, solo reproducirlos en serie y ponerlos a la venta. Ya no son personas, sino marcas comerciales. Y hay clientela para todas: presentes y venideras.
¿Cómo nacen? En realidad, se hacen. Se diseñan reinventando al protagonista; eliminando sus aspectos negativos, incómodos y polémicos, hasta amoldarlo a estereotipos tan eficaces como raídos. Los clichés de héroes, villanos, víctimas, justicieros, dolientes, rebeldes, genios incomprendidos y amantes desairados son tópicos infalibles para alimentarlos. Y son tan efectivos que hasta los transforman en símbolos de causas ajenas a sus vidas. Resultan irresistibles para millones de consumidores, y eso es lo esencial. Del protagonista real poco queda, más allá del nombre y una biografía retocada. Y el arquetipo resultante vende.
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IRATXE BERNAL
IRATXE BERNAL
Los ingredientes que convierten a Frida Kahlo (1907-1954) en reclamo comercial son insuperables. Enferma, hipersensible, pasional, emocionalmente inestable. Malquerida. Traicionada. Embestida por un tranvía en la adolescencia; operada y encamada durante meses con dolores y corsé de yeso. Inconformista, bisexual, transgresora. Su biografía es tan dramática y novelesca que algunos dudan de su certeza. Dicen que se plantó ante el muralista Diego Rivera, con 17 años y sus incipientes lienzos bajo el brazo. Se casaron, divorciaron y se volvieron a casar; y vivieron un vaivén de amores y traiciones mutuos. Él coleccionaba romances, hasta le engañó con su hermana. Ella le pagó con la misma moneda, con hombres y mujeres; lo contó en sus cuadros con tal insistencia y vehemencia que la romántica etiqueta de artista torturada eclipsó su trabajo. Así la refleja Paul Leduc en la película 'Frida: Naturaleza viva' (1983), protagonizada por Ofelia Medina y centrada en su tormentosa pasión por Rivera y sus aventuras con León Trotsky, Isamu Noguchi, Chavela Vargas y Jacqueline Lamba. También la escritora Hayden Herrera ignora el valor de sus cuadros en 'Una biografía de Frida Kahlo' (1983); los considera un mero diario de su atribulada existencia. En ese libro se inspira la película 'Frida' (2002), protagonizada por Salma Hayek, que abona el icono comercial.
La marca Kahlo se fabricó a fuego lento. La fomentó ella misma al ser el centro de sus obras, «porque era lo que mejor conocía». La popularizaron las fotos de Tina Modotti, Edward Weston, Nickolas Murray, Henri Cartier-Bresson… Y se apropió de ella el feminismo, dándole el espaldarazo definitivo durante la ola contestataria nacida en Mayo del 68. Se la incluyó en la exposición 'Women artists, 1550-1950', que revalorizó en 1976 en Los Ángeles el arte de mujeres. Nunca se manifestó feminista, pero se la admitió como tal por autorretratarse, cuando lo habitual era ser pintada por hombres, y abordar temas como el aborto, el lesbianismo, el suicidio… Aunque dijo que Rivera la animó a pintar, el feminismo la asume como la pintora ensombrecida por el artista consagrado que la ningunea al limitarla a ser su musa. Hay opiniones encontradas sobre ello.
En 'Frida. El pincel de la angustia' (1987), Martha Zamora la cree un icono reinventado. «Una narcisista de primera» que mezcla mito y verdad y dificulta su investigación, «porque hay que separar lo que ella te dice, lo que ella cuenta y lo que es la realidad». Cuestiona el feminismo que le atribuyen. «Primero fue mantenida por el padre y después por el esposo, hasta cuando está divorciada. Hasta el final de su vida». Lo ratifica su sobrina nieta Cristina en el documental 'Frida, viva la vida' (2019), de Giovanni Troilo. «No fue feminista», llevó su voz «en solitario». Su salud condicionó su ansiada independencia. «Fue emocional y económicamente dependiente de Diego», porque sus dolencias eran caras. «Sus operaciones, tratamientos médicos y corsés no podría haberlos costeado sola. De todo se hizo cargo su marido, incluso cuando estuvieron divorciados». En 'Frida Kahlo. Contra el mito' (2008), Patricia Mayayo resalta la responsabilidad de las historiadoras feministas en su visión deformada de transgresora y víctima. Y Diego Sileo propone en 'Frida Kahlo. Más allá del mito' (2018) analizar su arte sin clichés ni ideologías, porque no es tan transparente, unidireccional y biográfico cómo se pretende. Sugiere encuadrarlo en el México postrevolucionario, donde la mujer no trabajaba; destacar su contenido político directo y explícito, que no era solo heredado de Rivera; abordar con rigor a la pintora, sin vincular su obra al trasiego amoroso; y no ver en ella a la mártir, sino a quien afrontó el dolor físico y emocional con coraje, aplomo, resilencia e ira. Y obtener así la lectura que corresponde a una «extraordinaria» artista del siglo XX.
El icono de Kahlo terminó de armarse tres décadas después de su muerte. Fundió a la heroína de folletín con la artista que triunfó a finales del siglo XX, con el auge del coleccionismo de arte latinoamericano en América y Europa. En vida solo protagonizó una muestra individual en México, pero la Expo de Sevilla de 1992 le dedicó una sala en exclusiva y 'Autorretrato con loro y chango' se vendió en 1995 por tres millones de dólares y la convirtió en la autora más cotizada de Latinoamérica. El tiempo la glorificó con creces. Su cuadro 'Diego y yo' (1949), vendido en 1990 por 1,4 millones de dólares, se subastará en Sotheby's el 16 de noviembre con un precio de venta estimado en 30 millones. La Frida Kahlo Corporation (FKC), creada en 2005 con una inversión inicial de 9 millones de dólares, controla los derechos de imagen. Y su rostro invade hoy calles y escaparates.
A Ernesto 'Che' Guevara lo mitificó el balazo que lo mató en Bolivia en 1967. Lo rentabilizó el comunismo. Era joven, universitario, guapo, aventurero. El Robin Hood de los pobres que fue portada de 'Times' en 1960, con 32 años; el relevo de Kruschev y Mao Tse Tung, que le escoltaban en la imagen. Promocionó la Cuba comunista por el mundo. Era atractivo para la juventud de Mayo del 68. Un recambio oportuno ante las primeras grietas del régimen cubano: purgas, censura, escasez… Minimizaron su pasado revolucionario, las ejecuciones que ordenó, su etapa en el Banco Nacional y el Ministerio de Industria, los encontronazos con compañeros de armas, la falta de encaje en el proyecto de Fidel Castro… Y funcionó. Era un héroe para los cubanos, el luchador por la libertad de los idealistas, el símbolo de los movimientos sociales, el médico, el escritor, el hijo culto y atrevido de un padre conservador. Su foto 'Guerrillero heróico' es una de las más editadas de la historia. Se la hizo Alberto Ruiz 'Korda', en 1960, en el funeral por las víctimas del atentado de la CIA en La Coubre. La popularizó 'París Match' en 1967. Hoy es un emblema comunista engullido por el capitalismo.
¿Hasta cuándo? El icono no tiene fecha de caducidad. Vive hasta que otro lo sustituye. No es fácil: son universales, atemporales y eternos. El 'Che' sigue siendo el revolucionario abatido en la lucha; Marilyn Monroe, 'la tentación que vive arriba'; y Frida Kahlo, la rebelde de entrecejo, bigote, flores y vestido de tehuana. Puede que pierdan lustre y presencia, pero no a sus inquebrantables adeptos ni al mercado que los sustenta. Aunque esa inmortalidad sea un arma de doble filo y, al alcanzarla, el icono corra el riesgo de acabar devaluado por clonado y manido.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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