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Madrugada del domingo. 00.39 horas. Decenas de veinteañeros hacen cola para entrar en una discoteca de moda, en la zona de Uribitarte, bajo la atenta mirada de seis patrullas y una furgoneta de la Ertzaintza y la Policía Municipal de Bilbao. Esta vez, los ... agentes, que lucen chalecos antibala y gorros contra el frío, no tienen como misión prevenir el alboroto o el botellón, que también, sino proteger a esos jóvenes de los robos y agresiones sexuales que en las últimas semanas han disparado la alarma en Bilbao. La noche ofrece el escenario perfecto a los delincuentes. Pero lo que ha incrementado la sensación de inseguridad de los bilbaínos probablemente sean los hurtos a cualquier hora del día en zonas comerciales y muy transitadas.
Sólo el pasado mes de enero se robaron 431 móviles en Bilbao y en febrero, 392, cuando la media se suele quedar en 330 al mes. Las cifras se duplican en las campañas de Navidad, en rebajas y en Aste Nagusia. En la mayoría de los casos fueron sustracciones al descuido por parte de carteristas especializados en zonas como la Gran Vía, la calle Ercilla o el Casco Viejo, según admiten desde la Ertzaintza, que constata que en lo que va de año se está registrando un «notable» repunte de este tipo de delitos.
«Hay más robos y cada vez son más violentos», confirma un agente de la Policía Municipal, que acompaña a los periodistas una tarde de viernes por las zonas calientes del centro de Bilbao, entre ellas la trasera de la estación de Abando, la Gran Vía, Indautxu y el entorno de La Alhóndiga, donde el wifi atrae a decenas de jóvenes que buscan conectarse gratis a internet. «Volver a casa de madrugada da 'yuyu'», admite en referencia a la creciente inquietud por la seguridad, que se palpa también en plazas como la de Indautxu, donde se concentran indigentes y bandas latinas.
Según cuenta el policía, entre los descuideros figuran conocidas delincuentes como 'las de Torrelavega' o 'las de Valladolid', como se llama en medios policiales a dos grupos de mujeres que actúan en comercios de la Gran Vía, Rodríguez Arias, Colón de Larreategi o Alameda de Urquijo. Roban tanto a clientes despistados como prendas de ropa, perfumes u otros accesorios que luego revenden. También hay ladrones de origen rumano. Los policías les reconocen «porque dirigen la vista al bolso y no levantan la cabeza. Ellos también terminan conociéndonos, les clavamos la mirada y siempre trabajamos los mismos».
Los hurtos casi acaparan la mitad de los delitos, con un incremento del 20% el año pasado. «Es el más fácil para ellos, el que menos riesgo supone». El agente de paisano confirma que los robos violentos, sin embargo, se registran preferentemente por la noche y durante los fines de semana en Uribitarte, Albia y Mazarredo, por lo que recomienda «no alejarse de la zona de bares hablando por el móvil o mandando un mensaje, ya que puede servir de reclamo» para los delincuentes.
La Gran Vía se ha convertido en un punto fijo de vigilancia de las patrullas policiales y no extraña ya ver a los uniformados recorriéndola a pie. Un viernes por la tarde cuesta avanzar por la cantidad de gente que va y viene, entre ellos numerosos turistas, franceses, japoneses, alemanes, ingleses... Durante la noche, los vehículos policiales se apostan en la zona de Uribitarte, y también en el puente que pasa por encima y da acceso al edificio Albia, o incluso en los jardines del mismo nombre. Hace dos fines de semana, un chico de 20 años fue asaltado con violencia en Uribitarte por tres jóvenes inmigrantes que le apalearon para robarle el móvil y algo de dinero. Cuando acudió a Urgencias, el traumatólogo le confesó su hartazgo por la cantidad de casos que deben atender por agresiones similares durante las noches de viernes y sábados.
Otro chico estaba siendo asistido también en la misma consulta médica por los golpes que le provocaron durante un intento de robo. Él trató de defenderse y terminó arrestado al igual que el ladrón, al que rompió los dientes de un puñetazo. Los agentes de Diligencias de la comisaría de la Policía Municipal en Miribilla no daban abasto aquella noche. Tenían nueve detenidos en los calabozos. Algún fin de semana se ha alcanzado la cifra récord de 14. Un policía de esta unidad sufrió un ataque de ansiedad y se tuvo que retirar del servicio, por lo que los ciudadanos que acudieron a denunciar, entre ellos el joven agredido, fueron amablemente conminados a regresar en otro momento. «Un detenido lleva mucho trabajo, genera un montón de diligencias: recoger la comparecencia de los compañeros, confirmar la identidad y los antecentes, el juicio rápido...», explica el agente.
Las puertas de la discoteca Backstage acababan de abrir a las 00.00 horas. El acceso era gratuito hasta las 2.00 horas para quien presentara la entrada de un motocross que se había celebrado por la mañana en el BEC. Los porteros, vestidos con prendas fosforescentes, pedían el carné para comprobar que no entraran menores. «La fiesta no se acaba hasta las seis de la mañana», explicaban Tamara y Leire, dos chicas de 18 años que siempre cogen un taxi para regresar a casa. Los problemas se repiten en el polígono Santa Ana, en Bolueta, donde se ubica otra sala de fiestas.
Alazne, con una lata de bebida energética contra el sueño en las manos, cuenta cómo hace «menos de dos meses» «nos robaron el bolso y el móvil». Según su relato, cinco amigas fueron a coger el metro para volver a casa y se separaron en dos grupos. A una le arrancaron el bolso de un tirón cuando iba a subir al autobús y a otra le arrebataron el móvil en la boca del metro de Berastegi. Pese a que «no perdonamos un sábado sin salir», se han jurado no quedarse solas e intentar volver siempre en coche.
«Lo que no se puede es tener a gente en la calle con un currículum de páginas y páginas con antecedentes y entradas en prisión», protesta un ertzaina, que tiene turno de noche. «Los bomberos apagan fuegos, las enfermeras curan, pero los policías, hagamos lo que hagamos, siempre vamos a ser criticados, y la responsabilidad hay que pedírsela a los de la toga», advierte, señalando hacia el cercano Palacio de Justicia de Bilbao, mientras dos policías locales identifican a un joven magrebí, aparentemente embriagado. «Actúan de dos en dos o de tres en tres, simulan estar borrachos o te hacen un regate con las piernas para liarte», explica otro ertzaina. Se refiere a los grupos de inmigrantes, algunos de ellos menores que salen de los centros en los que viven acogidos, a los que se considera causantes de muchos de los asaltos violentos que se están registrando en los últimos fines de semana. El objetivo siempre es apoderarse del teléfono móvil, el objeto más deseado, o de dinero. Existe un mercado negro y de segunda mano que permite al receptador, en muy poco tiempo, distribuir ese artículo robado. A veces, el teléfono termina en África o Asia.
14 robos de teléfonos móviles al día se están denunciando en Bilbao en lo que va de año. Sólo en enero se sustrajeron 431 terminales, y en febrero, 392, cuando la media es de 330 robos al mes.
964 delincuentes fueron detenidos en 2018 por la Ertzaintza y la Policía Municipal de Bilbao, un 61,42% más que el año anterior. El 40% de los delitos que se registran son hurtos.
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