Morabanc Andorra 85 - 68 Baskonia
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Morabanc Andorra 85 - 68 Baskonia
Misión imposible para un esqueletoLa gira por la 'doble A' (Atenas y Andorra) empezó con aire fatalista y no podía concluir de otro modo que mal. Ya saben que lo que no puede ser, pues eso. Y además resulta imposible. Como la misión del ejército civil azulgrana que viajó ... ya el jueves a la capital griega en los huesos, puro esqueleto, y apenas disponía ayer de los soldados justos para sostener entre todos un tirabique. El que manejó un puñadito exiguo al que nada cabe reprochar en cuanto a la dignidad, insuficiente en el afán de acometer batallas domésticas y continentales.
Morabanc Andorra
Starks (15), Jean Montero (8), Okoye (14), 'Tyson' Pérez (10) y Marin Maric (9) -cinco inicial-; Borg (10), Somogyi (8), Dos Anjos (2), Andric (9), Juan Rubio (-) y Nacho Llovet (-)
85
-
68
Baskonia
Howard (2), Miller-McIntyre (16), Sedekerskis (13), Raieste (2) y Kotsar (9) -cinco inicial-; Marinkovic (15), Costello (11) y Moneke (-).
Parciales. 18-10, 20-14, 27-25 y 20-19.
Árbitros. Antonio Conde, 'Juande' Oyón y Roberto Lucas. Sin eliminados.
Incidencias. Jornada 7 de la Liga Endesa. Partido disputado en el Polideportivo de Andorra ante 3.056 espectadores.
Mero cambio de cromos. Se incorporó Moneke al equipo con el rendimiento que podía aportar, alejado como un planeta sideral de otro con respecto a su vigorosa energía de siempre. Y se caía Mannion de la rotación, base que arrastra enormes dificultades para generar ventajas, pero que frente al Panathiniakos enseñó su versión anotadora. Así que ocho hombre disponibles, uno de ellos (Chima) de aquella manera y minutos para Raieste, un alero residual -con todo el respeto que se merece- en circunstancias normales.
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Olaga Jiménez
Ocurre que ahora malvive el roto conjunto vitoriano unos momentos ajenos a lo común. Entre el estruendo en torno a su técnico y las fichas abatidas por la táctica del dominó no se vislumbraba otro balance que el derrotista. Ya escribí anteriormente que si Joan Peñarroya monta un circo le menguan los gigantes. La desgracia rizó el bucle cuando Howard, rodando por el suelo, trataba de atajar la pelota con sólo cuatro minutos y nueve segundos de juego. El grandote pívot Maric, en pugna también por la bola, cae sobre la espalda del compulsivo anotador azulgrana y el mambo de la desesperación reinicia su cuenta descendente. Ya sólo quedaban siete contra doce.
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Suena a baloncesto 'ochentero', cuando los titulares se metían una minutada entre el pecho y la espalda mientras los suplentes sacudían las toallas del ánimo. Entonces se jugaba así por definición, pero la tendencia imparable hacia el físico desorbitado obliga a comparecer con protagonistas y escuderos relevantes. No literalmente en cuadro.
Sin Howard y con tantos percances, cada canasta habría de cotizar al precio del aceite. De ahí un tanteador casi pelotístico en el descanso con 24 míseros puntos en el casillero visitante. Sólo manaba agua del grifo por las galopadas del imcontenible McIntyre a campo abierto y el arranque de Kotsar en el segundo cuarto. Escaso bagaje frente a un bloque local donde sobresalía Tyson Pérez ante Costello y no hubo sangre añadida porque el Morabanc desaprovechaba su neta superioridad de elementos para romper prematuramente el duelo.
Hay algo genético en el Baskonia que le impide enarbolar sin vergüenza la bandera de la rendición. Tres buenas defensas interiores a la vuelta de los vestuarios y, por fin, el anuncio a voces de Costello de que comparecía en el Principado (tacada de siete puntos) más la valentía adelante de Marinkovic incitaban a aplaudir el empeño alavés en una tarde derrotista (45-39, minuto 25).
Pero redactado queda que hay misiones imposibles. El equipo de Natxo Lezkano, cuatro años a la vera de Dusko Ivanovic en el amanecer del siglo, sí encontró tras el intermedio la forma de apuntillar a un adversario sostenido por el orgullo y el tubo de la respiración asistida. Fue a la manera de Guillermo Tell, con el arco (el que delimita el lanzamiento triple) y las flechas. Las que dispararon con precisión desde la lejanía Starks, Okoye, Borg y Maric. Demasiada fatiga acumulada para puntear todos los tiros en las piernas de guerrilleros reventados tras el duelo de Atenas, el viaje hasta el país de los 'youtubers' y el reto demasiado arduo en esas circunstancias de coronar el Pirineo andorrano.
La fuente alimentadora del Baskonia se reducía a la centella de McIntyre, las decisiones de Marinkovic, el martillo-pilón de Sedekerskis, el vigoroso arranque de Costello tras el descanso y la seriedad siempre dispuesta de Kotsar. Argumentos cortos para un grupo repleto de bajas al que no hacen falta radiografías para distinguirle los huesos.
El Baskonia ha afrontado su veloz gira que le condujo en apenas dos días de Atenas a Andorra literalmente en cuadro. Cuatro ausencias ante el Panathinaikos (Rogkavopoulos, Dani Díez, Moneke y Khalifa Diop) y otras tantas en el Principado por el cambio de cromos entre la vuelta de Chima y la salida de Nico Mannion. El colmo de la desgracia tardó poco en aparecer. Con sólo cuatro minutos y nueve segundos disputados, el pívot Maric rodó sobre la espalda del caído Howard y el compulsivo anotador azulgrana, que se probó apenas cuatro minutos tras el descanso, dejó al equipo azulgrana ayuno de puntos. De este modo, y con Moneke muy lejos de poder aportar su vigor habitual, Joan Peñarroya hubo de manejar más de media hora a nada menos que cinco hombres: McIntyre, Marinkovic, Sedekerkis, Costello y Kotsar. Suena a los años ochenta, antes de que la evolución del baloncesto abrazase la imparable tendencia física del juego
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