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Al partido solo le faltaron unos malabaristas y un faquir para completar el espectáculo. Desde luego, lo que vimos no se correspondió para nada con lo que se espera de dos equipos dirigidos por tipos tan circunspectos como Valverde y Benítez. Todo lo contrario, sus ... pupilos nos deleitaron con un surtido variado de errores de bulto, faltas de atención y hasta de juicio, que derivaron en un ejercicio siempre imprevisible en el que nunca se supo de qué lado se podía inclinar finalmente el fiel de una balanza oscilante toda la noche.
Partidos como el de anoche ya no se ven ni en los amistosos de verano; quizá algún solteros contra casados podría ser comparable. Se vieron siete goles pero pudieron llegar algunos más, porque las dos defensas dieron las suficientes facilidades como para fundir los fusibles del videomarcador.
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Javier Ortiz de Lazcano
Javier Ortiz de Lazcano
Nadie fue capaz de poner orden en el caos quizá porque los dos equipos creyeron que podían sacar partido del alboroto. Y la verdad es que ambos pudieron hacerlo. El Celta se adelantó dos veces en el marcador y cuando el Athletic cobró ventaja pareció que podría sentenciar en sus mejores minutos de la noche, cuando acorraló al rival y Nico Williams se convirtió en protagonista estelar. Pero al equipo que iba por delante en el marcador, le pillaron en una contra y no solo llegó la tercera igualada de la noche sino que el que llegaba por detrás tuvo la oportunidad de volver a cobrar ventaja, pero Iago Aspas, que acababa de recuperar el olfato goleador perdido desde marzo, no pudo con un inconmensurable Unai Simón desde los once metros.
Al final se cumplió el viejo dicho castellano: a perro flaco todo son pulgas. Y este Celta es ahora mismo un saco de huesos que va por los caminos lamiéndose las heridas y poniendo cara de pena para ver si algún arbitro se apiada y le compensa por las tropelías de sus colegas. Así se entienden las amargas quejas lideradas por Iago Aspas, reclamando una falta inexistente en el gol del primer empate del Athletic.
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Además de reclamar al estamento arbitral, haría bien el Celta en probar con algún sortilegio que acabe con la sucesión de desgracias que está padeciendo. No es ni medio normal que el Athletic salvara su mal primer tiempo con un gol cuando se agotaba el tiempo de descuento antes del descanso; y lo que ya es para creer en brujas es que Berenguer lograra el gol del triunfo desde el punto de penalti en la última acción del partido, cuyo final decretó el colegiado en cuanto el balón tocó la red. Había habido antes un penalti más claro por una patada a De Marcos y las protestas sumaron un minuto más al añadido, tiempo que acabó siendo decisivo para la resolución del encuentro.
Dos penaltis, uno señalado por el VAR un rato después de que se produjera, dos goles anulados al Celta por claros fueras de juego que el auxiliar no vio, siete goles y un desbarajuste en las dos áreas en las que los delanteros se impusieron siempre a unos defensas con vocación quintacolumnista propiciaron una noche de lo más divertida en San Mamés, sobre todo porque al final, los puntos se quedaron en casa, y así los errores se olvidan con más facilidad. Para el Celta no hubo diversión; volvió a sufrir una broma macabra.
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Aunque con los puntos calentitos en el bolsillo las cosas se ven de otra manera, el Athletic evidenció que tiene un problema muy serio en la defensa. Contra el pronóstico de los responsables, la zaga es un continuo dolor de cabeza, sobre todo por el centro. Vivian y Paredes quedaron retratados cada vez que el Celta movió el balón en su terreno. Afortunadamente, el Athletic cuenta con Simón y, sobre todo, de pronto ha descubierto que tiene una pegada de peso pesado. El portero salvó los muebles deteniendo un penalti que hubiera supuesto el cuarto gol del Celta y la extraordinaria producción ofensiva del equipo compensó los fallos atrás.
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