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El clásico contra el Real Madrid, el partido más esperado de la temporada en San Mamés, volvió a deparar un serio disgusto que, como en otras ocasiones, tuvo que ver con una evidencia desagradable: la abismal diferencia de pegada entre el Athletic y el equipo blanco. A los de Ancelotti les bastaron dos guantazos y un sólido trabajo defensivo para llevarse los tres puntos de Bilbao y arruinar todo el asfixiante despliegue de la tropa de Valverde, cuyos problemas de cara a la portería rival, muy graves desde el regreso a la competición tras el Mundial, le están martirizando. Sólo han marcado un gol en cuatro partidos de Liga y eso se paga muy caro. Basta con observar la clasificación.
En realidad, lo sucedido este domingo por la noche no sorprendió a nadie. Es algo -la solemne frustración final, queremos decir- que se ha visto muchas otras veces en estos clásicos que el Athletic siempre se toma muy a pecho y los pelea como si un mandato histórico le obligase a ello, como si se lo ordenaran sus antepasados. Nos referimos a la lucha agónica de los rojiblancos, a su fe de carboneros, a su tesón mayúsculo. No dejaron de intentarlo y llegaron a estar cerca del empate en los últimos minutos, hasta que un magnífico contragolpe de los madrileños lo terminó Toni Kroos con uno de sus derechazos marca de la casa desde fuera del área. Y todo la ilusión se hizo trizas. Y todo el inmenso sacrificio y las toneladas de buena voluntad no sirvieron para nada.
Athletic
Unai Simón; De Marcos (Lekue, 76'), Vivian, Paredes, Yuri; Vesga (Raúl García, 86'), Zarraga (Herrera, 67'), Berenguer (Guruzeta, -67'), Nico Williams, Sancet (Muniain,67'), Iñaki Williams
0
-
2
Real Madrid
Courtois; Nacho, Rüdiger, Militao, Mendy; Camavinga, Ceballos (Kroos, 85'), Fede Valverde; Asensio (Modric, 73'), Vinicius (Rodrygo, 83'), Benzema
GOLES 0-1 Benzema (23'), 0-2 Kroos (90')
ÁRBITRO Sánchez Martínez (murciano). Mostró amarillas a Yuri (50'), Vivian (57'), Camavinga (61'), Vinicius (78'), Ander Herrera (87')
INCIDENCIAS San Mamés. 49.316 espectadores.
El duelo tuvo desde el principio los parámetros que se presuponían. El Athletic se volcó en una presión comanche y, durante los primeros veinte minutos, estuvo por encima de un Real Madrid que creó peligro en un
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Javier Ortiz de Lazcano
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Y entonces apareció Benzema. Al francés se le tiene en San Mamés la admiración y el respeto reverencial que la afición rojiblanca sólo siente por los más grandes. Teniendo en cuenta las exhibiciones que viene haciendo desde hace más de una década y los 18 goles que llevaba endosados al Athletic, es evidente que el capitán del Real Madrid se había ganado ganado con creces esta alta consideración. El problema es que, por lo visto, Benzema quiere llevar todavía más lejos el personaje que se ha construido en la Catedral. Lo suyo es como una fijación. Es lo que pensaron muchos hinchas del Athletic primero cuando en el sorteo de campos le negó a su rival la posibilidad de atacar en la segunda parte contra la tribuna norte, como acostumbra. Y luego, en el minuto 23, cuando le vieron abrir el marcador con una sensacional volea, cruzada y a la media vuelta, tras una prolongación de cabeza de Asensio.
El gol le sentó al equipo de Valverde como un crochet en el hígado. Durante unos minutos, se desajustó y perdió la noción de lo que estaba haciendo. Era, por supuesto, un golpe psicológico. Y eso que los jugadores ya estaban totalmente advertidos de que lo que les había sucedido no sólo les podía suceder sino que era algo normal contra el Real Madrid. El propio Valverde declaró el sábado en la sala de prensa que ya les había recordado a sus pupilos que, cuandocrees que estás jugando bien, es cuando el Madrid te mata. Y así sucedió.
El Athletic volvió a apretar en la reanudación, pero continuaba sin acabar bien las jugadas. Era un problema de irritante desacierto. El que tuvieron los hermanos Williams, o un decepcionante Sancet, o Berenguer. El Madrid, en cambio, atacaba poco pero con mucho filo. Y no precisamente el que le daba Vinicius, que apareció pocas veces en serio. En broma, creando bronquilla, algunas más. Unai Simón evitó el 0-2 de Nacho en el minuto 58 y Asensio lo perdonó en el 65 tras una gran jugada con Benzema. El clásico se estaba inclinando claramente a favor de los campeones de Europa y Valverde optó entonces por un tipo de cirugía que sólo utiliza en situaciones extremas: la del triple cambio. Metió a Muniain, Herrera y Guruzeta y sacó a Zarraga, Sancet y Berenguer. Fue la suya una elección extraña. Sorprendió que prescindiera de Zarraga, que estaba siendo uno de los mejores, y que mantuviera la confianza en los dos Williams, que estaba siendo de los peores.
Los cambios dieron algo de aire al Athletic, que se remangó todo lo que pudo. Lo que no le dio al equipo es acierto al acabar las jugadas, que continuó siendo nulo. Los rojiblancos, con Lekue y Raúl García también en el campo y porfiando como un solo hombre, tuvieron mala suerte en un gol anulado por fuera de juego de Guruzeta. Aún así, siguieron insistiendo. Hasta que la ley de la gravedad, interpretada por Toni Kroos, acabó cayendo sobre el partido como la manzana de Newton. Nada que no se haya visto muchas otras veces.
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