Athletic 4-0 Rayo
El Athletic más en forma de la última décadaAthletic 4-0 Rayo
El Athletic más en forma de la última décadaRebosante de confianza, afilado por una ambición compartida y a un nivel competitivo que no se recuerda desde hace una década, desde la temporada 2013-14 que acabó con el equipo en Champions, el Athletic no se detiene. Continúa su marcha brillante por la Liga, ... donde sus rivales ya comienzan a mirarle como a uno de los ogros de la categoría. Ayer su víctima fue el Rayo, que terminó despedazado por el poderío ofensivo de los rojiblancos, cuya afectividad, además, fue impresionante. Sólo habían encajado tres goles fuera de casa los pupilos de Francisco y de San Mamés se llevaron cuatro. Los mismos que encajó el Celta, pero es que entonces los de Valverde firmaron el doble de remates.
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Está claro que el Athletic vive uno de esos momentos dulces en lo que todo acompaña. Abres el grifo de la cocina y te sale champán. El equipo desborda ilusión, positividad, fuerza interior. Cada uno de sus jugadores podría ir por ahí, casa por casa, dando lecciones de autoayuda. El estilo de Valverde ha calado en todos ellos y lo disfrutan. Hasta la fortuna les bendice cuando es necesario. Por ejemplo, el Pacha Espino se marcó en propia puerta el 0-2 en el minuto 49 intentando desviar un centro de Iñaki Williams. Fue un golpe brutal para el Rayo, que había salido tras el descanso con ganas de contrarrestar el 1-0 que Guruzeta subió al marcador en el minuto 23. Para el lateral izquierdo uruguayo, por su parte, se podría decir que ese autogol fue la demostración definitiva de que el Athletic es su pesadilla. En sus tres últimos partidos, dos con el Cádiz la pasada temporada y el de este sábado, el hombre ha sufrido doce goles y ha visto cómo los rojiblancos dejaban su banda como dejaba el caballo de Atila la hierba que pisaba.
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El partido comenzó siendo un pulso igualado. El Athletic salió a lo suyo con la convicción de siempre y el Rayo quiso demostrar que no estaba intimidado ni por el rival ni por el escenario. Durante diez minutos de ida y vuelta fue inevitable imaginar que los rojiblancos iban a volver a disputar un choque divertido y alborotado, y que sus aficionados tendrían que agarrarse bien a los asientos para ver una nueva película de Indiana Jones. Sin embargo, esa igualdad no tardó en desaparecer en beneficio del equipo de Valverde, que a los 14 minutos vio cómo el VAR le anulaba el 1-0 por uno de esos fueras de juego milimétricos, en este caso de Nico Williams, que se pitan ahora.
Esa jugada nació de un error grueso del propio Pacha Espino. Y fue sintomática. La provocó una debilidad cada vez mayor de los vallecanos para superar la presión coral del Athletic. Valentín, Unai López y Ciss se fueron desdibujando, al igual que Isi y Álvaro García en las bandas. La circulación de los madrileños se fue haciendo cada vez más pobre e inofensiva, todo lo contrario que la del Athletic. Galarreta mezcló bien desde el principio con Herrera, que acabó entrando en el once en lugar de Vesga, lesionado en el calentamiento. El criterio de ambos y los movimientos perfectos de Sancet dieron vuelo al juego de los bilbaínos y aire suficiente a los Williams y Guruzeta. Y esto son palabras mayores.
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No era fácil llegar al área de Dimitrievski, pero una tontería de Valentín, simulando una falta y perdiendo un balón en el minuto 23, la aprovechó Sancet para habilitar a Guruzeta. El donostiarra, que ya había estado muy fino en la ejecución del gol anulado, volvió a firmar un remate perfecto. Dicho de otro modo: se desquitó a las mil maravillas del error en Girona que seguro que le había atormentado durante toda la semana. Lo cierto es que Guruzeta hizo una demostración brillante de las razones y méritos que le han llevado a ser el delantero titular indiscutible del Athletic. Aparte del gol y de un trabajo estajanovista, su asistencia a Iñaki Williams en el minuto 63 para hacer el 3-0 fue impecable. De verdadera calidad, estilo Bellingham podríamos decir.
El último tercio del encuentro fue una mezcla de paseo y fiesta, una kalejira en la que el público de San Mamés disfrutó como sólo se disfruta de un equipo cuando uno se siente orgulloso de él y espera lo mejor. Pocas sensaciones hay tan placenteras para un hincha como gozar tranquilo, con el partido ya encarrilado, de la expectativa de un regalo de sus jugadores en forma de jugada brillante o de un nuevo gol. Pues bien, también esto ofrecieron a su parroquia los pupilos de Valverde. Si el 3-0 ya fue un tanto magnífico, uno de esos ganchos al hígado que los grandes dan a veces con una facilidad asombrosa, el 4-0 llegó en un derechazo de Nico Williams al palo largo, de esos que su entrenador le pide que intente con toda la frecuencia posible. El golpeo fue perfecto y el menor de los Williams pudo celebrar de la mejor manera su renovación.
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El partido se fue consumiendo como empezó, con un toma y daca. Eso sí, un poco ficticio porque todo estaba decidido. El Rayo buscó el gol del honor -Unai Simón se lo quitó a Falcao en el descuento-, mientras en el Athletic se produjo el regreso de Berchiche y tuvieron sus minutos jugadores que apenas aparecen como Muniain, que tuvo cerca el 5-0, Prados y Nolaskoain. Tras el pitido final, por supuesto, la ovación fue de las grandes y el convencimiento de que el equipo acabará en Europa, total. Y la verdad es que era un convencimiento de lo más razonable.
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