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Llegaba el Rayo a San Mamés precedido de una justa fama de equipo hueso lejos de su feudo de Vallecas. De hecho, los de la franja solo habían recibido tres goles en sus siete salidas: dos en el Sánchez Pizjuán que les sirvieron para empatar ... y uno en el Villamarín que supuso su única derrota como visitante hasta este sábado. El equipo de Francisco había salido indemne hasta del Santiago Bernabéu, que no es moco de pavo. Pues bien, para la hora de juego el Athletic ya había igualado la marca y un ratito después la había superado con un golazo de Nico Williams, el mejor adorno para su renovación.
Este Athletic es un equipo desencadenado que crece a ojos vista partido a partido. Se ha quitado de encima lastres como el de su falta de puntería, que tanto le vinieron penalizando en los últimos tiempos. El gol es la razón de ser de este juego; sin gol no hay paraíso y el Athletic llevaba demasiado tiempo viviendo en el purgatorio de su ineficacia ofensiva. El equipo tenía trabajo, pelea y fe y hasta una defensa sólida que compensaba las carencias que sufría unos metros más adelante. Pero de nada sirven todas esas virtudes si el equipo comete el pecado capital de la ceguera ante la portería contraria.
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Javier Ortiz de Lazcano
Redimido de ese pecado, el Athletic es otro como podemos comprobar en el campo y en la clasificación. El equipo ha ganado confianza y autoestima a base de demostrarse a sí mismo que es capaz de hacer cosas que antes se le negaban a veces por exceso de precaución, otras por falta de atrevimiento. Ahora le sale todo, o casi todo, y hasta la fortuna parece haberse dignado por fin en fijar su mirada en los rojiblancos, que ya iba siendo hora por cierto, como pudimos comprobar en el primer minuto de la segunda parte cuando el partido pasó de un posible empate al autogol de Espino que prácticamente sentenciaba a su equipo.
La verdad es que el Athletic ya había merecido esa ventaja antes del descanso. El primer tiempo fue un monólogo rojiblanco desarrollado siempre en terreno rayista. La lesión de Vesga en el calentamiento puso a Valverde en la tesitura de tener que elegir un relevo que determinaría el carácter del equipo. Podía elegir un sustituto de corte conservador, u optar por acumular más talento ofensivo al lado de Ruiz de Galarreta, y optó por la segunda opción. Su valentía tuvo premio. Herrera aportó lo que se espera de él y el Rayo solo acertó a buscar la espalda de los medios centros rojiblancos durante diez minutos escasos en el arranque del partido.
El Athletic se hizo con las riendas a base de manejar el balón con criterio, de esconderlo cuando hizo falta y de arriesgar pases decisivos a la mínima oportunidad. Los rojiblancos dominaron a base de un fútbol variado y alegre, explorando vías por las bandas con los Williams, bien respaldados por Lekue y De Marcos, y por dentro con Sancet, con Guruzeta sacrificándose muchas veces en posiciones lejanas a la portería y llegando a dibujar entre todos algunas jugadas primorosas que merecieron mejor final.
La anunciada solidez defensiva del Rayo saltó por los aires ante la manifiesta superioridad del Athletic. Guruzeta acertó esta vez en el mano a mano con el portero y abrió la espita. Después fue coser y cantar. Con el partido cuesta abajo tras el autogol de Espino los de Valverde se gustaron con dos goles más de factura bellísima. El gol de Iñaki, tercero del partido, resume el gran nivel del fútbol desplegado por los leones. La jugada la inició Simón y la terminó Iñaki después de diecisiete toques que llevaron la pelota de área a área hasta culminar con una triangulación sensacional entre Nico, Sancet y Guruzeta, que dio el último pase a Iñaki envolviendo el balón en papel de regalo.
El golazo de Nico que cerró la cuenta puso el broche más bonito a una gran tarde de fútbol que mantuvo e incluso elevó el listón que tan arriba había dejado el Athletic en Girona en la jornada anterior. La goleada le permitió a Valverde dar minutos a algunos de los no habituales. Todos harán falta porque esto es muy largo y mantener este nivel no será nada sencillo sin relevos que aporten oxígeno. Pero eso será más adelante. Ahora toca disfrutar del gran momento de un equipo que gana y divierte. No se puede pedir más.
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