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Jorge Alacid
Martes, 29 de octubre 2024
La comunidad valenciana entera, de la capital al resto de la provincia pero sobre todo las poblaciones más golpeadas por la riada, amaneció este jueves ... con el ánimo encogido. Con el alma en suspenso, sus habitantes contenían la respiración ante el temor de que los peores presagios se confirmaran, tanto en lo relativo a las vidas -anoche se contabilizaban 158: 155 solo en Valencia, 2 en Castilla La Mancha y 1 en Málaga- que se cobró la catástrofe del martes, como en el impacto que tuvo sobre los bienes materiales y también sobre la moral colectiva.
Esos sombríos pronósticos no tardaron en cumplirse, dramáticamente: Valencia está desbordada, no sólo por el impacto de la dana. También lo está metafóricamente. Prende en su sociedad un sentimiento generalizado de desolación, cercano a la desesperanza, que justifica la medida adoptada a media tarde de ayer por Carlos Mazón, el presidente de la comunidad, cuando pidió ayuda al Ejército, que se comenzará a desplegar hoy con 500 unidades. Una medida excepcional a la altura del desafío histórico que exige el combate contra los efectos de la riada.
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Era el colofón trágico a una jornada descorazonadora. El recuento de daños, desde primera hora de la mañana, confirmaba que el mapa del horror sigue sin tener sus fronteras definidas: el espanto continúa con su mortal avance, acumulando los agravios del vecindario afectado que se considera maltratado (continúa sin funcionar el servicio de telefonía y no se restablecen las líneas eléctricas), las fatigas de quienes procuran retomar sus vidas derrumbadas a golpe de fregona, sudores y lágrimas y, especialmente, las de quienes han sufrido la pérdida de sus seres queridos: más de ciento cincuenta personas. Una cifra demoledora y cruel.
La envergadura del apocalipsis que azotó Valencia tardará en quedar delimitada porque la cifra exacta de vidas segadas aún se desconoce, a la espera de que algún día culminen los trabajos de búsqueda de desaparecidos. ¿Cuántos son? ¿ A cuántas personas intentan localizar de momento sin éxito los servicios de rescate? Se ignora. Es no obstante un dato que han evitado compartir los responsables de las administraciones implicadas, razonablemente sobrepasados por las exigencias de combatir los estragos del temporal con sus escasos medios, los propios de municipios de tamaño más bien contenido. Alcaldes y concejales de localidades como Paiporta, Massanassa, Alfafar, Catarroja, Chiva, Utiel y tantas otras bastante tienen con coordinar, junto a los servicios municipales, los esfuerzos de logística y respuesta a la crisis que les permitan ponerse de nuevo en pie. Incluido Valencia, la capital, que tiene que llorar a sus propios muertos, como los que perdieron la vida en la barriada de La Torre; un terrible hallazgo en un garaje de los cadáveres que evidencian la triste magnitud del drama.
Ninguna de esas víctimas encontrará desde luego consuelo en el mejorable espectáculo que ofreció la clase política, enzarzada de nuevo en un pulso que alejaba el foco de su discurso de lo auténticamente importante. Aliviar el dolor de las víctimas, garantizar que la ayuda del Estado socorre a los necesitados, que empiezan a dar señales de que su paciencia tiende a agotarse: no se restituyen las condiciones mínimas de normalidad en demasiados municipios afectados, generando un sordo malestar, todavía latente, que en cualquier momento puede estallar. Para sofocarlo se hicieron públicas a lo largo del día algunas medidas: Valencia por ejemplo anunció que regularía el agua de boca y la presión de la red para que el suministro llegue a los pueblos hermanos situados al oeste del cauce nuevo del Turia. Más de 366.000 residentes en ellos carecen de un bien tan básico.
También Carlos Mazón informó en nombre del Consell la aprobación, prevista para el próximo martes, de un primer paquete de ayudas para los damnificados. Un socorro directo, a 6.000 euros por cabeza, que integran un volumen de 250 millones donde se procurará satisfacer necesidades de todo tipo: económicas, pero también sociales (incluyendo asistencia psicológica), de arreglo de infraestructuras y de concesión de créditos a coste cero desde el Instituto Valenciano de Finanzas. Más tarde, Pedro Sánchez anunció que su Gobierno movilizará «todos los recursos del Estado» para la reconstrucción del territorio atacado por la dana. Además anunció que se declarará como zona catastrófica el territorio valenciano afectado por la riada. «No os dejaré solos», dijo
El personal de emergencia lidia ahora con la prioridad de localizar a las personas desaparecidas, pero también atiende la necesidad de ayudar en las tareas de reconstrucción y limpieza en demasiados municipios (Sedaví, Torrent, Requena, Albal y el mismo término municipal de Valencia, sobre todo la pedanía de La Torre). En total, se ha movilizado a más de mil miembros de la UME, cerca de un millar de guardias civiles y 1.800 policías, que desde el miércoles por la noche pueden concentrarse ya en las tareas de desescombro, claves para proseguir con la búsqueda de desaparecidos una vez que concluyó entonces una fase especialmente peligrosa de su desempeño: poner a salvo por medios terrestres y aéreos a quienes reclamaban ser evacuados desde lo alto de una vivienda o el capó de un coche.
Este jueves fue por lo tanto el día en que esas tareas de rescate se concentraron en localizar a las personas desaparecidas a ras de tierra. Es una conclusión sencilla, aunque trágica, aceptar que entre la maleza que arrastró la riada o los automóviles y otros enseres que se acumulan al paso de la dana puede hallarse el rastro de todas esas víctimas cuyo paradero se ignora desde el martes. Y serán desde luego muchas, sin que pueda detallarse su número como a primera hora ya había advertido una voz especialmente autorizada: la ministra de Defensa, Margarita Robles. ««No podemos todavía precisar los datos», señaló en declaraciones a Tele 5, «pero hay muchos desaparecidos».
Su augurio preludiaba la actualización del dramático balance de pérdida de vidas humanas que se conoció horas después: nada menos que 155 muertos solo en Valencia, una cifra que convierte esta catástrofe natural en la más trágica de la historia de España. Equivale en a comunidad levantina a aquella triste riada de 1957, que se cobró 81 vidas. Un drama que casi duplica el terrible resultado de catástrofes semejantes (como la de Biescas, la localidad oscense donde en 1996 la crecida de un río pirenaico dejó como balance 87 muertos) y ante el cual palidecen otras vertientes de trascendente interés que también merecen la atención informativa y de las autoridades: es el caso de la recuperación de las comunicaciones ahora mismo colapsadas, que durante la mañana del jueves ofrecieron la imagen de Valencia como una ciudad sitiada, con sus accesos por carretera bloqueados y con las conexiones ferroviarias severamente dañadas también.
De hecho, el ministro de Transporte Óscar Puente ya adelantó a primera que no habrá trenes de alta velocidad Madrid-Valencia durante «dos o tres semanas». Un grave contratiempo que se suma a las incidencias igual de preocupantes que presenta la conexión terrestre, con problemas de gravedad en la A-3 o la pista de Silla: un punto donde el paisaje continúa siendo descorazonador, a consecuencia de que los numerosos vehículos que se accidentaron durante la terrible jornada del martes están pendientes de ser retirados del arcén o la calzada.
Una terrorífica sensación a la que contribuye saber que en medio de la desolación, junto a ejemplares muestras de heroísmo, se registran casos de saqueo y pillaje en los comercios golpeados por la riada. Hay decenas de detenidos; cuatro de ellos fueron enviados ya ayer a prisión, aunque se trata de una medida ejemplar que conspira en esa idea de pensar en Valencia como un escenario dramático, donde se suceden los síntomas de decaimiento en la moral común que se hacen más evidentes cuando cae la noche. Los municipios afectados se ven envueltos por las sombras, porque el servicio de luz todavía no se ha repuesto del todo, las conexiones telefónicas flaquean y ayudan a que reine una cierta sensación de abandono y aislamiento, como corroboran quienes han podido acercarse hasta las zonas más críticas arrasadas por la dana.
Dolor por las vidas segadas, pesar infinito por las consecuencias materiales del temporal, necesidad imperiosa de volver a ponernos en pie... La sociedad valenciana sigue haciendo recuento de daños y mientras se recupera de sus heridas y recibe nuevos testimonios de solidaridad y afecto, se inspira en las muestras de arriesgado heroísmo o de compromiso con sus semejantes que se recogieron durante los peores momentos de la tromba de agua. Historias magníficas en cuya lectura puede encontrarse el combustible imprescindible para levantarnos de nuevo esta mañana.
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