«¡Qué barbaridad! Es increíble que esto pase aquí»
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Los vecinos de la localidad guipuzcoana no dan crédito a lo sucedido ni por la forma de ser de ambos ni por la violencia utilizada para perpetrar el asesinatoBruno Parcero
Miércoles, 17 de mayo 2023, 07:13
«¿Ya sabes lo que ha pasado?». Esta era la pregunta recurrente entre los oriotarras que se iban encontrando en las inmediaciones del lugar del crimen. Apenas una hora después nadie tenía muy claro qué había sucedido y las versiones eran contradictorias. «Yo he ... oído dos disparos», relataba una señora muy segura de lo que había escuchado. Sin embargo, había quien también tenía igualmente claro que lo que había oído era «una explosión». Un hombre, aún descompuesto por lo que había visto, señalaba a este periódico que tras oír una fuerte deflagración se acercó hasta el parque «pensando que eran cosas de críos y cuando me he acercado más he visto a una persona con la cabeza abierta y rápidamente me he dado la vuelta», relataba cerrando los ojos en señal de desagrado. En cualquier caso, todos coincidían en que «es increíble que esto suceda en Orio. Siempre ves que estas cosas pasan lejos y cuando te enteras de que han pasado aquí, no te lo puedes creer».
Los oriotarras se iban agolpando en torno al cordón policial que mantenía cortada Arrantzale kalea. Los vecinos cuyo balcón daba hacia la escena del crimen salían tímidamente de vez en cuando para saciar su curiosidad. A través del móvil muchos presentes iban relatando a familiares y amigos la escena que tenían ante sí y entonces surgía otra pregunta. «¿Les conocías?». «Él era de Orio de toda la vida. Ella llevaba años viviendo aquí, pero no era de Orio», comentaba una vecina de la zona.
Según cuentan quienes le conocían, ambos habían mantenido una relación «hasta el mes de diciembre», y desde entonces nada hacía presagiar semejante final. «Él era un tío muy majo, muy callado, algo reservado, pero un muy buen chico. Y su familia era maravillosa», comenta a este periódico una mujer que conocía bien a Alberto y, sobre todo, «a su madre», con la que al parecer vivía.
«Con él he coincidido bastante porque su sobrino jugaba a rugby en Zarautz con mi hijo y solía ir a verle de vez en cuando. Ya sabes que el rugby es un deporte donde se hace mucha familia y él era parte de ella», explicaba la mujer. «Sé que él era entrenador en el Orioko, donde también había jugado a fútbol. Es que no me entra en la cabeza que haya podido hacer algo así», comentaba aún incrédula interrumpiendo su relato.
«Es que no sé qué puede pasar por la cabeza de la gente para llegar hasta este punto porque no es normal. Pero es que encima lo que ha pasado no encaja para nada con ellos porque no eran gente rara», continuó explicando esta dependienta de una tienda de la zona que también tenía relación con la asesinada.
«Ella era una chica deportista. Iba al polideportivo conmigo. Era una persona muy dulce, muy 'txintxua'». Lourdes tenía dos hijos de una relación anterior. «Pobres. Lo que tienen que estar pasando», comentaba otra vecina de la zona. «Trabajaba como secretaria en Transaportes Indo» y «no era de Orio aunque llevaba muchos años viviendo aquí», explicó un joven que tampoco daba crédito a lo sucedido.
«Estaba trabajando y de repente he oído en la radio que había habido un tiroteo en Orio. Cuando he terminado de trabajar he cogido el coche y he venido y entonces hablaban de una explosión. Sinceramente, pensaba que era cosa de extranjeros y resulta que son de aquí», manifestó.
Conforme la tarde iba tocando a su fin, muchos oriotarras comenzaron a llegar a casa del trabajo. «Pero, ¿qué ha pasado?», preguntaba un hombre cuyo portal estaba dentro de la zona acordonada y que no daba crédito al escenario que acababa de encontrarse ante sí.
Mientras algún amigo le iba poniendo al día con lo sucedido, había quien llegaba a la zona para pedir permiso a la Ertzaintza para retirar su vehículo aparcado en la zona del crimen.
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«Formaban una pareja que llamaba mucho la atención», indicó otra mujer. «Él era alto, moreno, muy delgadito y ella era pequeñita, rubia y blanquita. Los dos muy majos. No me había enterado de que habían roto».
Entonces, en plena conversación, aparece un matrimonio mayor que se para a hablar con esta mujer, a la que conocen. «¡Qué barbaridad! Es increíble que esto pase aquí», comenta la señora. «Yo les conocía y eran muy majos. Sé que ya no eran pareja y que desde entonces él andaba cabizbajo. Al parecer debía de estar con depresión», especuló. Hasta la zona se acerca alguna chica con lágrimas en los ojos. Conocía a Lourdes. «No me lo puedo creer», se le escucha decir.
La Ertzaintza sigue haciendo su trabajo cuando la luz del día comienza a apagarse. «Todavía tenemos para un rato», nos dice un ertzaina. «Van a traer focos a la zona». Los comercios comienzan a bajar la persiana. Alguna dependienta comenta a los más despistados la noticia del día y una señora se lleva las manos a la cabeza en señal de incredulidad. «¿Pero que le está pasando últimamente a la gente?», se pregunta. «Esto antes no pasaba y menos en un pueblo como Orio».
Teresa, al parecer la única testigo directa de los hechos, llega en un coche camuflado de la Ertzaintza acompañada de dos policías de paisano tras haber estado prestando declaración. «Pobre. Lo ha visto todo. He estado al principio con ella y estaba descompuesta», nos cuenta una amiga suya.
Ya casi no queda gente cerca del lugar de los hechos mientras la Ertzaintza y los investigadores siguen haciendo su trabajo antes de llevarse los dos cadáveres al Instituto Vasco de Medicina Legal.
La noche ya ha caído sobre Orio y los periodistas de las televisiones comienzan a hacer sus conexiones para entrar en directo en los informativos de la noche. La pequeña localidad guipuzcoana es el epicentro de una de las noticias del día y seguramente lo siga siendo hoy muy a su pesar. La violencia de género sigue golpeando y lo hace en el corazón de Gipuzkoa. Nadie está libre de esta lacra.
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