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O. O. G.
Miércoles, 17 de mayo 2023, 00:40
A nadie en Orio le encajaba ayer que el hombre que presuntamente asesinó a Lourdes era Alberto, un oriotarra de la quinta de 1972. « ... Si de alguien te puedes esperar que pueda hacer algo así, pues Alberto era todo lo contrario». Un hombre tranquilo, deportista, afable, al que se le podía ver cualquier fin de semana «tomando unos potes con sus amigos» en los bares de la localidad, y que de manera asidua asistía como espectador a los partidos del Orioko en el campo de fútbol de Mendibeltz.
Alberto tenía un hermano y una hermana, y en la actualidad residía con su madre, viuda desde hace ya años, en un primer piso a escasos metros del lugar donde ayer acudió con una escopeta recortada y en el que estaba Lourdes. Según los poquísimos testigos que presenciaron la escena, le pegó un tiro a ella y luego él se habría suicidado con la misma arma, tal como apunta la principal hipótesis que barajaba ayer la Ertzaintza. «Un hombre pacífico, al que nunca veías en un conflicto», aseguran quienes le conocían.
La vida de Alberto había sido «muy normal», salvo su trágico final. De niño estudió en la localidad y después lo hizo en la escuela profesional Usurbilgo Lanbide Eskola. En esta localidad «trabajó muchos años» en la firma de mármoles y granitos Ingemar, hasta su cierre en 2019. Ahora estaba empleado en otra empresa del polígono industrial de Itziar, en Deba.
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Pertenece a una generación en la que las dos principales opciones deportivas en el municipio aguilucho eran el remo o el fútbol. «No había otra cosa entonces». Se inclinó por esta última, y jugó en el Orioko Fútbol Taldea desde las categorías inferiores hasta la de Regional, ya en edad sénior. Después siguió vinculado al balón en el fútbol sala, donde llegó a ser entrenador de pequeños equipos. Del balón le había quedado una lesión de rodilla y muchos conocidos. «No era alguien que destacara por un carácter muy social ni alegre», pero le tenían por «buena persona. Alguien muy normal». Ya no jugaba a fútbol, pero saciaba su lado «muy deportista» con la bicicleta.
Aunque nunca se había casado, Alberto mantuvo alguna relación sentimental. «¿Quién no ha tenido alguna novieta?», deslizan sus conocidos. Fuentes consultadas aseguran que había salido alrededor de un año «o poco más» con Lourdes y que no tenían hijos en común. Durante un tiempo se dejaron ver juntos por el pueblo. Varias personas coinciden en que la mujer había decidido «romper hace poco» la relación. Por ello, «él estaba afectado», pero «ni por esas puedes esperar que fuera capaz de hacer algo así. Alberto no era así».
El crimen machista ha dejado a los vecinos de la localidad conmocionados. «Estamos en shock. Es muy fuerte», comentaba este miércoles Unai cerca del lugar en el que se produjeron los hechos. «Solía ir a pescar con él. Esto no te lo imaginas», lamentaba.Varios residentes de la localidad guipuzcoana se han acercado a primera hora a encender unas velas en el banco en el que Alberto segó la vida de Lourdes, su expareja, de un disparo y después se suicidó. «Era una mujer muy simpática», coinciden. «Él no estaba bien. Tenía una depresión muy fuerte. Su madre decía que tenía mucho miedo a estar solo», apuntaba Bixi, amiga de la familia «de toda la vida».
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