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«Una transformación del modelo de cuidados», «una transición desde un modelo familiar y feminizado hacia uno comunitario», «todo un cambio cultural». Son algunas de los términos a las que recurre el propio Gobierno vasco en sus documentos internos para explicar un gran giro en ... los servicios sociales que pretende ampliar los apoyos que presta la Administración y alargar la permanencia de los mayores en sus domicilios. Responde a una necesidad apremiante. Cuando la generación del 'baby boom' atraviese la frontera de los 80 años, esa que suele marcar el arranque de la dependencia, no habrá capacidad para atenderles debidamente si antes no se han acometido reformas profundas.
1.055 millones de euros gastó Euskadi en servicios sociales en 2018. Siete años antes eran 832.
«El cuidado familiar de adultos ha de ser una opción de las personas cuidadas y de las familias cuidadoras. Una elección personal y familiar, corresponsable, libre, consciente, crítica y adecuada», expresan los borradores que hoy mismo presentará en Bilbao la consejera de Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal. Quieren dar un paso al frente. «El objetivo es impulsar un nuevo equilibrio y redistribución de los cuidados, desde un enfoque que enfatiza la responsabilidad pública, reduciendo la proporción que representa el cuidado familiar». Constatan que «publificar o mercantilizar todo el trabajo de cuidados no es sostenible económicamente ni socialmente» pero reconocen que «el modelo actual es injusto y genera desigualdad».
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Tienen planes que pueden cambiar las cosas. Dicen los que saben que un pilar del futuro se está probando ya en la localidad guipuzcoana de Pasajes. Allí, han creado una especie de «red sociosanitaria» que llaman 'Pasaia Herri Lab' y que hace que los mayores se sientan «más protegidos y que puedan vivir en sus casas, como es su deseo mayoritario». Han coordinado a la OSI -el centro médico de la zona-, al servicio de BetiOn -la teleasistencia vasca, el famoso medallón- y a los servicios sociales municipales. «El aporte fundamental es la coordinación que se concreta en una figura -un gestor de caso-, que presta una atención integral a la persona en su domicilio», explican los técnicos. Este plan se extenderá por Gipuzkoa y llegará, a medio plazo, al resto de provincias vascas.
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Otro de los elementos que ofrecen en esa experiencia -y este se verá pronto en toda Euskadi- es una aplicación llamada 'Ok en casa' a través de la que se que ayuda y asesora a los cuidadores familiares. La Administración conoce de primera mano cuántos allegados se encargan de ellos y les ofrecen apoyo. En Bizkaia existe algo similar, llamado Zaintza Eskola, donde se les ofrece formación, además de políticas de respiro para rebajar el estrés.
La Consejería de Políticas Sociales que lidera Beatriz Artolazabal prevé también «adecuar el decreto de centros residenciales para mayores, manteniendo el enfoque comunitario, pero diversificar la tipología de instalaciones y adaptarlas a diferentes perfiles, sanitarizándolos más o menos, y adecuando los equipos y medios». Esto va en la línea de Etxetic, un piloto vizcaíno que monitorizará a un millar de mayores de cada zona gracias a avances tecnológicos. Ese sería el primer eslabón. A partir de ahí aparece la red de apoyos, centros de día, residencias con pequeñas unidades convivenciales y, por último, una instalación por comarca muy sanitarizada.
razones del cambio
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Jesús J. Hernández
Esta pequeña revolución no tiene aún todas sus páginas escritas. Los documentos que maneja el Gobierno vasco hablan de «la revisión los modelos de alojamiento con apoyo a mayores» y constata que «hay que analizar las razones del escaso desarrollo de los apartamentos tutelados y viviendas comunitarias». Los técnicos abogan por «promover planes piloto de alojamientos intergeneracionales» como el de Getxo, donde convivirán 140 jóvenes y mayores a partir de 2023.
Otra de las medidas que prevén es la extensión de BetiOn, la teleasistencia vasca, a todos los mayores de 80 años. La idea es tenerles en el radar y detectar necesidades en ese primer contacto. Darán un vuelco a los centros de jubilados para adaptarlos al futuro. Crearán oficinas a pie de calle para asesorar sobre cómo envejecer de forma activa. Impulsarán foros para darles voz. El único plan impensable ante este escenario es no hacer nada.
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