6.000 familias se suman en Euskadi al movimiento que pide retrasar el acceso al móvil

Leyre Velázquez, madre de dos niñas de 7 y 9 años y una de sus coordinadoras en Bizkaia, explica que ya han logrado constituir grupos de trabajo en decenas de centros educativos del territorio. Desde luego, la problemática del móvil excede el ámbito escolar, pero es un buen sitio por donde empezar. «Intentamos trabajar en 'kilómetro cero'», expone. «Las familias adquirimos un compromiso, que puede ser incluso por escrito, para retrasar la edad a la que entregamos el móvil. Cuantas más seamos, más fácil es», argumenta. No hay una frontera definida, pero el objetivo es aguantar hasta que los chavales tengan 16 años y su cerebro esté más desarrollado.

Como progenitores, viven el acceso temprano a las pantallas «con gran preocupación». Los efectos perniciosos son cada vez más visibles: pérdida de la capacidad de concentración, alteración del sueño, problemas de salud mental, ciberacoso, acceso a contenido inapropiado, ludopatía, adicción...

Telmo Lazkano, miembro del comité de expertos que asesora al Gobierno central y coautor de 'Las Voces del Silencio. La salud mental adolescente en la década del cambio', ha trabajado de la mano de Altxa Burua en el último año impartiendo formaciones, charlas y talleres. «No hay libertad sin conocimiento», explica. «Debemos saber lo que hay detrás de la pantalla antes de ponernos delante de ella», resume. ¿Y qué es lo que hay? «Contenidos diseñados para ser altamente adictivos». Por ello, considera que «no es justo poner toda la responsabilidad en los usuarios, y menos si tienen 12 años». Los móviles «no son productos adecuados para el desarrollo en la adolescencia, tienen una correlación importante en los problemas de salud mental», continúa el experto. «El acceso prematuro a los aparatos lastra el desarrollo psicológico y físico», advierte.

Claro que sólo con prohibiciones en los colegios, pese a ser un buen primer paso, no se va a ninguna parte. Cambiar esta realidad implica formarse, concienciación de toda la familia y el entorno, educación digital... El objetivo último, en definitiva, es tener una «relación saludable» con los dispositivos.

El camino recorrido hasta ahora por Altxa Burua es notable. En colegios de Zarautz o Usurbil ya se ha conseguido que entre el 80% y el 90% de los alumnos de 1º y 2º de ESO no tengan móvil, cuando antes la proporción era exactamente la contraria. «Pero queda mucho por hacer», dice Velázquez.

El siguiente paso es interpelar a las instituciones municipales y autonómicas. «Lo primero, que visibilicen que esto es una lacra», asegura. «Se trata de un problema de salud pública», coincide Lazkano. Y, «como asunto social, se tiene que abordar socialmente», considera. Además de impulsar campañas de concienciación, Altxa Burua pide a las autoridades «que legislen» y no deleguen en los colegios. «No son policías», afirma Velázquez.

Más arriba, «a nivel estatal y europeo», lo que exigen es «que se pidan responsabilidades a los verdaderos culpables: las grandes tecnológicas». «¿Por qué un niño de diez años puede acceder a pornografía?», se cuestiona esta madre. Tiene claro que «las familias educamos, supervisamos y acompañamos, pero necesitamos el apoyo de todos». Su esperanza es que en el futuro se eche la mirada atrás y se vea eso de dar el móvil con doce años «como vemos ahora lo de fumar en el hospital o en los autobuses; una absoluta locura», zanja.