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El Gobierno de Pedro Sánchez logró este martes lo que llevaba buscando desde hace tiempo. Un gesto de Carles Puigdemont que eliminase parte de los enormes nubarrones que rodean la investidura. El Ejecutivo llegaba a Bruselas para convencer a sus socios comunitarios de que el ... catalán, el euskera y el gallego deben ser oficiales en la Unión Europea, pero unos cuantos países no lo ven nada claro. Ante las reticencias, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, halló una solución imaginativa. Como «tres lenguas de una sola vez es más difícil», según reconoció él mismo, optó por dar «prioridad» al catalán en un movimiento que evidencia que Cataluña, en la negociación por la investidura, pesa muchísimo más que el factor vasco. El Gobierno de Urkullu, el PNV y EH Bildu mostraron su enfado (sobre todo los jeltzales), pero a Sánchez la jugada le salió bien. El líder de Junts mostraba su «agradecimiento» y reconocía que, aunque «no es suficiente» y hay «trabajo pendiente», «nunca habíamos llegado tan lejos» en Europa.
La declaración llega en un momento delicado, justo cuando al presidente en funciones se le estaba atragantando la investidura, precisamente, por las exigencias de Puigdemont, la petición de una amnistía y la nula autocrítica sobre los acontecimientos del 1-O. Que Junts, en plena tormenta, reconozca que el Gobierno va por el buen camino -además, en una cuestión cargada de simbolismo- da gasolina a las esperanzas de Sánchez.
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La posibilidad de darle carácter oficial en la UE a los tres idiomas había sido una de las exigencias planteadas por Junts y ERC para facilitar el nombramiento de Francina Armengol como presidenta del Congreso. Pero no es sencillo. La decisión no depende de Moncloa. El Gobierno plantea la propuesta, pero tiene que ser aprobada por todos los 27 miembros de la Unión Europea. Además, lo que en principio sólo iba a ser el pago a lo sucedido en agosto en la Cámara baja, se había convertido en uno de los elementos clave para que Puigdemont apoye la investidura de Sánchez.
Y es ahí donde se encuentra el porqué de la decisión del Gobierno de priorizar el catalán frente al euskera. Para empezar, Junts y ERC suman catorce escaños -siete cada uno-, mientras que EH Bildu y PNV se quedan en once, seis y cinco respectivamente. Es decir, la simple aritmética favorece de salida a los soberanistas catalanes. Pero, además, en Moncloa están convencidos de que más allá del malestar que puedan mostrar en público, los dos partidos abertzales acabarán por apoyarles pase lo que pase. Quien tiene la llave es Puigdemont y es a quien se debe satisfacer.
La estrategia funcionó. A media tarde, el líder de Junts lanzaba un vídeo en sus redes sociales para reconocer el trabajo diplomático de España. «Nunca antes tantos países de la UE se habían mostrado favorables, y quiero agradecérselo». Un gesto inédito que acerca a Sánchez a su reelección. Y eso, que el líder del PSOE se metió en un charco, porque al cortejar a Junts, desairó a PNV y EH Bildu.
«No facilita» la investidura
Albares trató de evitar el incendió y aludió a cuestiones 'técnicas'. En concreto a dos. Que el catalán lo utilizan más personas y que es «el idioma cuyos representantes han solicitado con más insistencia la inclusión» en el listado de lenguas oficiales en la Unión Europea. A pesar de que en realidad aún queda un largo camino para que el catalán pueda ser oficial -de hecho, ni tan siquiera es seguro que lo sea porque lo de ayer fue un trámite previo-, el PNV y EH Bildu pusieron el grito en el cielo.
El portavoz jeltzale en el Congreso, Aitor Esteban, mostró su «decepción» y advirtió de que esa decisión «no facilita» una hipotética investidura de Sánchez. Criticó a Albares por «haber tirado la toalla tan rápido» y defendió que «la promoción» de una lengua no se debería basar por el número de hablantes. El europarlamentario de EH Bildu, Pernando Barrena, habló de «tacticismo» y, lo mismo que el PNV, señaló que la cifra de personas que lo usan «no es más que un pretexto, ya que hay tres lenguas oficiales con menos hablantes que el euskera: el maltés, el gaélico y el luxemburgués».
A este enfado se sumó el Gobierno vasco. El portavoz, Bingen Zupiria, optó por no echar más leña al fuego, pero sí puso en cuestión el otro argumento expuesto por Albares, que Cataluña lo ha solicitado con más insistencia. El también consejero de Política Lingüística recordó las «muchas peticiones durante todos estos años respecto al reconocimiento del euskera» que ha planteado el Gobierno vasco. «La primera que me consta es de 2004», apuntó.
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Aun así, el malestar en el Gobierno vasco es mayúsculo porque lo consideran un «desaire» en toda regla. Entre otros motivos, porque la semana pasada la secretaria de Acción Exterior, Mariam Elorza, y la consejera Olatz Garamendi remitieron sendas cartas a Albares y a la ministra Isabel Rodríguez para crear una comisión de trabajo sobre este tema. Que el enfado desemboque en una ruptura con Sánchez es otra cuestión.
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