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En marzo de 2015, tras hacerse público el auto del 'caso De Miguel', Andoni Ortuzar lamentaba en una entrevista en EL CORREO el «deseo insano», atribuido a la oposición parlamentaria y a otros entes indeterminados, «de demostrar que en Euskadi hay corrupción». «Y si no ... hay, no hay. Y es bueno que no haya. No hay ni una sola sentencia firme por estos temas. A todos nos debería interesar proteger el sistema político. No entiendo el interés de tirar piedras contra el tejado, no ya del PNV, sino del país», clamaba. Pues bien, desde hoy, ya existe esa sentencia, aunque lógicamente, no es firme y puede ser recurrida. Pero sí es dura. Muy dura. Lo suficientemente dura como para echar por tierra aquellos lamentos de Ortuzar, que «categóricamente» negaba entonces que en Euskadi alguien hubiera podido actuar con impunidad.
Pues bien, el fallo conocido esta mañana sí permite colegir que, hace solo una década, un brillante político alavés, burukide, diputado foral de Administración Local, llamado a un ascenso seguro y fulgurante en el partido, se sintió lo suficientemente intocable como para exigir comisiones irregulares a cambio de adjudicar contratos a dedo, utilizando incluso el correo electrónico de la Diputación. 'Txitxo' de Miguel y su círculo más próximo, la cúpula misma del partido en Álava por aquel entonces, confundieron las instituciones públicas con un coto privado para sus tejemanejes y para su enriquecimiento ilícito. Solo la denuncia de una joven abogada a la que exigieron pasar por caja permitió desmantelar el tinglado.
La constatación, cierta, de que en toda la instrucción del caso no ha aparecido un solo indicio que vincule a la red corrupta con una trama de financiación ilegal del PNV o la rápida reacción de Iñigo Urkullu, entonces presidente del EBB, al exigir a los imputados que entregaran sus carnés, no vela la evidencia de que también hay vascos –nacionalistas vascos, por más señas– que quisieron aprovecharse de sus cargos para enriquecerse. Que, en un momento muy determinado de la historia de España, justo antes del 15-M, antes de la casta y de que los políticos se convirtieran en uno de los mayores problemas de sus electores, se creyeron impunes. Andoni Ortuzar añadía en aquella entrevista otra reflexión más, muy reveladora del trasfondo político y filosófico de ese empeño en salvaguardar la pureza de los políticos vascos, frente a las intolerables y conocidas corruptelas de 'Gürtel', 'Filesa' y los ERE. Insistía el presidente jeltzale en no entender el empeño de manchar a Euskadi con la sombra de la corrupción. «Salvo que a alguno le fastidie reconocer que no somos España». Pues bien, desde hoy tendrá que admitir Ortuzar que ya somos España. Que el oasis vasco era un espejismo.
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