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david guadilla
Vitoria
Martes, 17 de diciembre 2019, 11:13
La sentencia dictada por la Audiencia de Álava supone para el PNV todo un mazazo de consecuencias indeterminadas. Sabin Etxea quería que cesara el ruido y ahora amenaza con ser ensordecedor. Al menos a corto plazo. A pesar de los esfuerzos desplegados por Sabin ... Etxea y Lehendakaritza por recalcar que se trata de irregularidades personales que no afectan al partido, con daños económicos muy inferiores a la 'Gürtel' y con penas inferiores a las solicitadas por la Fiscalía, la condena de 13 años fijada para Alfredo de Miguel y casi otros 13 para sus socios y conocidos jeltzales Aitor Tellería y Koldo Ochandiano deja con escaso margen de maniobra al PNV.
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El cortafuegos establecido por el PNV ha saltado por los aires en cuanto se ha leído la sentencia y el incendio amenaza con propagarse. Se trata de la mayor condena a una trama de corrupción en Euskadi en toda la historia. A nivel individual, solo se acerca a esta sentencia la condena a diez años que el Tribunal Supremo impuso al exdirector de la Oficina de Irún José María Bravo. A pesar de las distancias que ha marcado el PNV, no se trata de acusados anónimos. De Miguel era el 'número dos' del partido en Álava y uno de los hombres con más futuro en el PNV, al menos en dicho territorio. Además, aunque no se condena al partido, sí se certifica una forma de actuar irregular por parte de algunos exdirigentes que estaba enraizada en la Administración pública alavesa.
En Sabin Etxea confiaban en unas penas leves, que sirviesen para reforzar su discurso de que la corrupción se había movido muy lejos de los despachos de los cargos del partido. Pero las condenas a De Miguel, Aitor Telleria y Koldo Ochandiano echan por tierra toda esa estrategia y ensombrecen el mensaje jeltzale.
El lehendakari era presidente del Euzkadi buru batzar cuando estalló la trama e insistió en que los implicados entregasen el carné del partido. Tardaron seis meses en hacerlo, entre otros motivos porque contaban con el respaldo de un sector importante del partido, con Joseba Egibar a la cabeza, que consideraba que se estaba realizando una caza de brujas. En ese momento, De Miguel era uno de los principales apoyos del presidente del PNV guipuzcoano en su lucha interna con Urkullu. Un gesto, el del lehendakari, que de poco le servirá a partir de ahora.
Casi una década después de que la Ertzaintza detuviese a De Miguel y provocase un auténtico terremoto en la política vasca, el PNV quería pasar página y olvidar un caso que solo le generaba ruido. La sentencia se convierte ahora en un lastre del que no se podrá desprender.
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