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Los discursos de aceptación de un nuevo cargo siempre son una declaración de intenciones y el de Aitor Esteban, elegido a las 11.30 horas ... de ayer por unanimidad de la Asamblea General presidente del PNV, no fue una excepción. Emocionado casi hasta las lágrimas tras un camino hacia la makila no exento de baches ni de heridas internas -aún visibles en el frío abrazo con que Andoni Ortuzar y él escenificaron el relevo-, Esteban quiso marcar con claridad cuáles son las pautas de conducta que se exige a sí mismo y a todos los burukides y alderdikides: unidad interna, «ejemplaridad» y «honradez» -un listón innegociable, dijo, con el que será «absolutamente estricto»- y «humildad» para «escuchar las críticas y las desaprobaciones que nos haga la gente, merecidas o no».
Esteban tomó las riendas del partido para los próximos cuatro años con un autodiagnóstico de los rasgos que merece la pena fortalecer en un momento crítico para la sigla, con EH Bildu pisándoles los talones y un evidente problema de abstencionismo en parte de su electorado tradicional. Una encrucijada compleja a dos años vista de las próximas municipales y forales a la que prefirió no hacer referencia expresa. No obstante, puso énfasis en la necesidad de preservar la «unidad» como única vía para asegurar el futuro de una organización que, más allá de las personas, debe perdurar como «instrumento para la libertad de este pueblo», y sus llamamientos a no airear las interioridades del partido para no dar bazas a los adversarios fueron elocuentes.
«El adversario ideológico siempre intentará dividirnos con todos los medios que tenga a su alcance, sean mediáticos, económicos o políticos. Es la única forma de doblegar al PNV y en este país hay muchos, tanto españoles como vascos, que desearían vernos mordiendo el polvo. Y a quien ayude a ello no puede considerársele jelkide», advirtió, en un reproche directo a quienes han intentado torpedear con «insultos y desinformación» un proceso interno que, por lo demás, calificó de «respetuoso y democrático».
En esa línea, y ante quienes insisten en el «mantra» de un PNV desdoblado en dos almas, sean la pragmática y la soberanista, o las situadas en diferentes puntos del eje ideológico izquierda-derecha, Esteban negó tajantemente la vieja idea del péndulo. «¡No hay dos almas en el PNV, hay 22.000!», proclamó, en alusión al número de afiliados del partido, una cifra que no es habitual desvelar. «22.000 almas, las de cada miembro de la afiliación, cuyos corazones laten al unísono», enfatizó el nuevo presidente, que instó a «cuidar» la sigla e invitó a quien difiera de la línea oficial a utilizar los «cauces internos» para expresar las discrepancias. «La insidia y la deslealtad no pueden tener cabida en esta organización», advirtió.
El lugar elegido para celebrar la IX Asamblea General, el frontón Atano III de San Sebastián, un emplazamiento de hondo simbolismo para el partido por haber acogido los primeros mítines de la democracia y por ser cuna de la pelota y el bertsolarismo, vertebró el primer discurso de Esteban como presidente del EBB, tras empuñar el bastón de mando de manos de Ortuzar. El nuevo líder jeltzale comparó la misión del PNV con un largo partido de pelota en el que a cada generación le toca pelear un tanto, una carrera de fondo en la que «quien se dice abertzale debe asegurarse siempre de que la próxima generación pueda seguir jugando el partido».
Las apelaciones al «orgullo» de pertenencia jeltzale, a modo de inyección de autoestima, fueron constantes, de hecho, en un discurso en el que Esteban dejó claro que no consentirá que terceros le marquen la agenda «por mucho que griten, manipulen o intenten distraernos» porque el PNV «es el referente» y «no va a remolque de nadie». Hizo, incluso, un paralelismo con la figura de Mariano Juaristi Mendizabal, Atano III, un pelotari «enjuto y de aspecto frágil». «Somos un partido pequeño, enjuto a nivel de Estado, pero que sabe sacar chispas a sus habilidades y reflejos en beneficio de su pueblo», se jactó, antes de atribuir «en gran medida» al PNV los actuales niveles de autogobierno, el Concierto Económico y la sociedad «pujante y vibrante» que es hoy Euskadi. «¡Los conversos a nuestra política, a la cola!», clamó, en un claro mensaje a EH Bildu.
Consciente de que arranca la travesía con un EBB alejado de la paridad que aconsejan los estatutos, Esteban prometió «impulsar un mayor papel de la mujer» en el partido y también conceder un protagonismo relevante en las estructuras de dirección a los jóvenes -citó por su nombre a los cuatro burukides de menor edad- a los que instó a tomar ya «el relevo». También asumió que tiene 'deberes' internos por hacer, como «mejorar la coordinación» entre los órganos del partido y las instituciones, estimular la participación de las bases o dar más agilidad a los plazos internos.
En lo político, Esteban, que se dirigió en francés a Iparralde, llamó a los vascos que viven fuera a «seguir hablando en euskera a sus hijos» y a contar que vienen «de un pequeño país que quiere seguir existiendo». También se proclamó «demócrata humanista» antes que nacionalista frente a la «ley del más fuerte» que impera en el nuevo tablero geopolítico, manteniendo la línea pragmática de sus predecesores.
Con continuas alusiones a la importancia del fondo sobre las formas, parafraseando a Benito Lertxundi, Esteban dejó claro que «los grandes marcos», en referencia al nuevo estatus de autogobierno, «no pueden ser único y absoluto objeto de nuestra acción política», aunque insistió en que, en la actual coyuntura, con Pedro Sánchez en La Moncloa, «no desaprovecharemos ninguna ocasión para ir aumentando el autogobierno». «Agotaremos las posibilidades para avanzar», esbozó. Eso sí, también advirtió de que «el camino será largo y no nos lo van a poner fácil», anticipándose a posibles exigencias de mayorías reforzadas o a futuros recursos ante los tribunales.
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