Triángulo de Amor Bizarro son casi el grupo residente del Bilbao BBK Live, unos habituales de Kobetamendi. Y su fórmula nunca falla: es una combinación de energía desbordada, letras crípticas, pasión por el ruido y, muy importante, una facilidad pasmosa para dar con ganchos ... melódicos y también líricos.
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Vestidos de negro y con un batería que más parece una apisonadora, los cuatro gallegos volvieron a sacar el mejor partido a su amplio repertorio de influencias bien digeridas, desde el rock de los 50 hasta la hipnosis repetitiva de Spacemen 3, desde el punk salvaje hasta el pop con aroma a New Order. Si no nos fallan las cuentas, ya han pasado por el segundo, el tercer y el cuarto escenario del festival, así que la próxima vez deberían estar en el principal.
Ahí, en el espacio grande, Benjamin Clementine dio la sorpresa a quienes lo habían visto en solitario con su piano de aire romántico: por ejemplo, en su actuación del BIME. Se esperaba a un vocalista reconcentrado, obsesionado por los demonios interiores y los infiernos de este mundo, y apareció un singular 'entertainer', desinhibido y locuaz, acompañado por un batería de fuerte pegada y otro músico que pasaba del bajo a la guitarra (abrasiva a veces) y a los teclados.
El vocalista británico (alto, delgado, con peinado de varias plantas y pómulos marcadísimos) convirtió el escenario en una especie de patio de juegos: se paseaba felino, bailoteaba, tocaba unos acordes y dirigía jocosos parlamentos al público, a menudo en castellano. A mitad de concierto, reapareció el Clementine de antaño con 'London' y 'Condolence', pero después todo volvió a la senda desconcertante. Hubo momentos de gran belleza, pero también varios giros anticlimáticos.
La manera ideal de triangular la tarde fue el concierto de James, veterano grupo que sirve para repasar varios palos de los últimos treinta y cinco años del pop británico, desde las influencias del folk hasta la fiebre bailable de su ciudad, Manchester. Más allá de su versatilidad, con ocho músicos en el escenario, y del atractivo melódico (y también nostálgico) de sus 'hits', James tienen como gran baza el apabullante carisma de su vocalista, el mesiánico Tim Booth, que a la segunda canción ('Come Home') ya se estaba bajando del escenario, estrechando manos y surfeando sobre la gente. En Bilbao, por cierto, hay muchos más fans de James de lo que uno imaginaba.
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Doblete. Era el segundo concierto de la banda en la jornada de ayer. A mediodía estuvieron en Jardines de Albia.
Bailongos. Zippo (guitarrista y teclista) se esforzó en animar al público. Lo logró y desató un baile agresivo en las primeras filas.
Un buen recuerdo. Conocieron a los miembros de My Bloody Valentine en el festival. «La mejor banda de la historia», según ellos.
Tonos. Su escenografía incluía maniquíes femeninos de color blanco y uno marrón de mujer embarazada.
En movimiento. «Moved el culo», animaba al baile. «¿Vosotros qué sois, maniquíes o seres humanos?», preguntó al público.
Contraste. La música ambiental, a menudo chocante, alcanzó un nuevo hito. Sonó por megafonía 'El cine', de Mecano.
Riqueza instrumental. Como en pocos conciertos. Hubo trompeta, chelo, melódica, violín, tambores y megáfono para la voz.
Contra Trump. Tim Booth dedicó 'Hank', que habla de «fascistas en la Casa Blanca», a «Donald Trump, motherfucker».
Nuevo disco. En agosto editan el álbum 'Living in Extraordinary Times', el número 15 de su larga carrera.
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