Una de las muchas cosas que distinguen el ARF de otros festivales es que, aquí, hay muchos espectadores impacientes que acuden como un clavo a la hora de la apertura de puertas, en vez de dejar pasar la tarde en otros asuntos para esperar a ... los cabezas de cartel. Es decir, que ayer, a las seis y con una solana importante, ya había cientos de personas aguardando su dosis de rock and roll. Siempre es bonito hablar con el primer espectador que accede al recinto, que en este caso fue Óscar Korres, de Lagrán. Se trata, además, de un tipo especialmente válido para el asalto periodístico, porque pertenece a ese público 'pata negra' que no se pierde ni un Azkena: «Bueno, me perdí el primero, el de la sala, pero he venido a todos los demás. Es que esto es un regalazo: te trae el mejor rock a nivel mundial a una capital que no está en las rutas cosmopolitas», elogiaba Óscar, que este año está especialmente interesado en Iggy Pop («nunca falla») y The Pretenders («no los he visto nunca»).
Publicidad
Noticias Relacionadas
Óscar Cubillo
Ramón Albertus
H. Rodríguez
Así que fue empezar Liher, con un 'ongi etorri', una batería que sonaba como un cañón y unos vigorosos guitarrazos de rock duro con toques de nu metal, y el Azkena, con la colaboración de EL CORREO, ya iba a tope. Algunos espectadores emprendían el 'tour' de rigor por el recinto, como quien vuelve a casa después de un tiempo fuera y comprueba que todo está en orden. Este año no hay 'círculo de la muerte' pero sí los autos de choque de la Autopista Miami, y tiene su cosa ver a gente barbuda con camisetas de Motörhead disfrutar dándose topetazos. El jantoki se ha sofisticado, con sus secciones de comida vegetariana y sin gluten, cocina asiática, frituras, hot dogs... Hemos avanzado mucho desde el bocata de panceta a los tequeños rellenos, las costillas al estilo coreano, la ensalada de kale rizada y el bocadillo Txerri Man, aunque, un momento, nos informan de que este último es en realidad un bocata de panceta. Y el mercado sigue siendo ese lugar maravilloso donde puedes adquirir una chapa de los Melvins, el disco de Procol Harum que te faltaba, un conjuntito de bebé de Black Sabbath o, en fin, una gorra para el sol, que ayer era el producto estrella.
20-21-22 El Azkena mantendrá el año que viene las tres jornadas de festival, concretamente los días 20, 21 y 22 de junio. Fue el primer anuncio que se encontró el público prácticamente en el mismo inicio del ARF. Los interesados ya pueden hacer sus planes para 2024.
Óscar Korres, primer espectador «Esto es un regalazo. El mejor rock mundial a una capital que no está en las rutas»
Estreno Algunos espectadores hicieron el 'tour' por el recinto como quien vuelve a casa tras un tiempo fuera
La jornada del jueves es algo así como el Little Azkena, el Azkena Txiki, el Azkenita, con un escenario menos y diez conciertos en total. Eso tiene como consecuencia que prácticamente todo el mundo va a todo, por mucho que el cartel de ayer prometiese experiencias y emociones casi contradictorias. Los conciertos de Os Mutantes y Steve Earle, por ejemplo, tenían una onda expansiva que se iba atenuando con la distancia: en las primeras filas había brasileños que se sabían entera la letra de 'Balada do louco' y eruditos de la música americana que reconocieron 'Galway Girl' en cuanto Earle empezó a tañer su mandolina, pero, a medida que uno se alejaba, la gente estaba más a sus cosas. Hay muchas galaxias dentro de este universo. De hecho, el recogimiento acústico de Steve Earle en solitario tuvo como contrapartida un llenazo en Trashville para disfrutar del rock primitivo a lo Cramps del dúo Generador.
Y esa es la grandeza de un festival, claro. Uno puede ver cómo concluye su concierto Earle con 'Copperhead Road' y, un momento después, en el escenario de enfrente está ya El Drogas gritando al público «¡arriba ese dedo!». Son dos planteamientos que solo se parecen en el color de la barba de los protagonistas. El Drogas, con su pinta de Willy Wonka del rock urbano, tenía la partida ganada de antemano: un concierto que arranca con 'En la silla eléctrica', 'Contra la pared' y 'Barrio conflictivo' convierte el Azkena entero en un gran bar de hace treinta y tantos años, con todo el mundo cantando a pleno pulmón. «Hacía veinticinco años que no cantaba esta canción y me acuerdo de la letra entera», le decía un espectador a un amigo. Y tenía razón: hubo un tiempo en que las canciones de Barricada eran omnipresentes y colonizaron nuestras mentes.
Publicidad
Y quedaba el rock destripado de Lydia Lunch y el punk de Rancid, otros que llevan la baraja llena de estribillos infalibles. A esas alturas, el Azkena Txiki del jueves era ya tan grande como siempre.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.