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Era tan emocionante el final que el cielo se echó encima del monte Oiz para disfrutarlo de cerca. La niebla se tragó a los corredores, retorcidos, arrodillados al borde del manillar sobre el camino de cemento. No se veía nada. La senda la ... marcaba el público, digno del Tour. La etapa premió a los aficionados, que tuvieron sesión doble: lucha por la etapa y por la general.
Arriba, frente a unos aerogeneradores invisibles, de la niebla salió primero el canadiense Michael Woods, que fue atleta, que subía más lento en bici que a pie, y que pisó primero esta nueva Luna del ciclismo. Oiz. El Balcón nublado sobre Bizkaia sí aclaró por detrás que Valverde es el líder del Movistar. Oiz le quitó el maquillaje a Quintana, en declive como Kruijswijk. Valverde y el joven Enric Mas se metieron en esa niebla que les rodeaba. Y cuando salieron ya no les aguantaba ni Simon Yates, el líder resistente. Oiz obligaba a contar, una a una, las pedaladas. Tortura gota a gota. Segundo a segundo.
Valverde y Mas hicieron su cosecha: recaudaron 8 segundos frente al líder. Se arriman a Yates. Valverde, cuchillo entre los dientes, se acerca a 25 segundos del británico. Y Mas, tercero a 1 minuto y 22 segundos, dice que la tercera semana es la suya. Aunque enseguida se da cuenta de lo que ha dicho y se frena. «Bueno, tengo los pies en el suelo». No. En la Luna de Oiz. Hay Vuelta. Se vio claro bajo la niebla abarrotada de este Balcón. «Bueno, ahora todo parece más favorable para que yo sea el líder de mi equipo», concluyó Valverde. Al fin, Quintana coincidió: «Vamos a respaldar a Alejandro». Ya era hora. Valverde y Mas buscarán el cuello de Yates en Andorra. El líder, bien respaldado por su hermano gemelo, se siente seguro. «La etapa de Oiz era la que más temía». La mejor.
Lloraba Woods en la cima. Reaccionó así tras la agonía total. La muerte de las piernas. Se había dejado el alma en los 300 metros finales. No avanzaba. Se giraba. Nublado, veía a Teuns. Todos iban clavados. Crucificados en esa pared oscura. Su equipo, el Education First, se había despertado con un disgusto: con varios vehículos manchados por pintadas contra la Vuelta. Un vándalo y un espray bastan para eso. La afición, multitudinaria, le aplaudía en Oiz. A él y a todos. Era un etapa especial. Sobre todo, para Woods. «Mi esposa y yo perdimos a nuestro hijo cuando estaba embarazada de 37 semanas. Ella, además, ha perdido hace poco a su padre. Ha sido un año difícil en casa», contó. Woods tenía las lágrimas cargadas de historias. «Me encanta correr en Euskadi. Cómo te grita la gente. Es fácil emocionarse aquí», agradeció.
El relato de Woods erizaba la piel. «He entrado roto. Pensé que llegaba y he visto el cartel de 500 metros». Horror. Maldita niebla. Eso suponía dos minutos más de calvario. De dónde sacarlos. De todo eso que llevaba dentro. Woods fue el mejor de una fuga llena de corredores y calidad. En ella iba Omar Fraile. Tenía que estar ahí. Como es de Santurtzi y vive en Mungia, pasaba por la puerta de sus dos casas. Doble premio.
En Getxo, en el puerto de los trasatlánticos, Fraile sacó un billete en primera fila para ese regreso al hogar. Ya es un corredor con el pulso exacto. Un francotirador. Ha cobrado piezas en el Giro y el Tour. Y salió de la arena de Getxo a completar el triplete. Más que un día para las piernas era para pedalear con el corazón. A los corredores vascos, la etapa les emocionaba la garganta. Todos partieron desbocados a por un lugar en la fuga. Fraile y Castroviejo se subieron a ese barco. Plazas reservadas. Tras el paso por el nuevo y turístico Bilbao, la subida a La Arboleda, cementerio de minas, hizo que la Vuelta saltara por los aires. En un lugar así, tan duro como su pasado obrero, sólo los fuertes salieron a flote para montar una escapada repleta de talento: Fraile, Castroviejo, Nibali, Majka, Zakarin, Mollema, David de la Cruz, De Gendt, Herrada, Sáez, Cristian Rodríguez, Woods, Clarke, Amador, Teuns, De Machi...
Antes, al paso por Santurtzi, Fraile dejó su rastro. Saludó a los suyos. Pasó primero por el sprint de Bilbao. Pequeñas victorias íntimas. Recuerdos para siempre. Tras toda la Vuelta quitándole el viento a 'Supermán' López, camino de casa fue él quien desplegó la capa. A volar. Como Castroviejo, que es de Getxo, que se emocionó en la salida y que, ya en carrera, tiró de De la Cruz, su líder en el Sky, el ciclista catalán que arrastra un miedo: los descensos. Ese temor. Por eso no rinde lo que puede. Y con esa misión, resarcirse, De la Cruz incluyó su dorsal en la fuga. Cada ciclista es una historia.
La escapada, pese a la oposición por detrás del Euskadi-Murias y el Astana, entró con tiempo de sobra por la puerta de Oiz. Abrió el Balcón. Fraile pisaba su tierra. Escuchaba su nombre. A todo volumen. «Sabía dónde apretar, pero...». Las rampas del 25% se le vinieron encima. De la Cruz, ya remando en la niebla, le puso ritmo. Quiso. Pero tampoco. Woods, Teuns y Majka le ganan en remate. Y en ese infinito kilómetro final, a ciegas, Woods cerró los ojos. Pensó en sus cosas, en el hijo que no tiene, en la pena de su esposa, y a eso se agarró cuando ya no tenía piernas. Su huella fue la primera que quedó impresa en la Luna de Oiz. Material para la historia de esta Vuelta que Valverde le discutirá a Yates en Andorra.
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