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Es una ópera que no da respiro y sumamente tremebunda. Se ambienta en la Roma de junio de 1800, una ciudad codiciada por los franceses, ... austriacos y el reino de Nápoles. La facción bonapartista luchaba entonces contra los legitimistas del bando Borbón-Habsburgo. Un contexto ideal para llevar al límite a los personajes, al ritmo vivo de la música de Giacomo Puccini. Tras su estreno en los albores del siglo XX, no tardó en convertirse en una de las obras más aplaudidas del repertorio italiano. Lógico que 'Tosca' sirviera para inaugurar la primera edición del festival lírico de la ABAO, allá por 1953.
Ha pasado medio siglo y desde entonces la ópera de Puccini se ha ofrecido 28 veces en la temporada. Ahora vuelve este sábado y habrá otras tres funciones en el Euskalduna hasta el lunes 27. En la ABAO ocupa el cuarto lugar entre las más representadas, con 'La Bohème' como líder del ranking. «Recordando un título reciente, me decía un antiguo socio que prefería cinco minutos de Tosca que toda esa ópera entera», apuntaba este miércoles en rueda de prensa Juan Carlos Matellanes, presidente de la entidad lírica. Así pues, después de la mozartiana 'Così fan tutte', una rareza en el cartel bilbaíno, se retoma con el patrocionio de la Fundación BBVA la senda popular con una ópera grabada en la retina y los oídos de los aficionados. Quien más, quien menos, conoce varias versiones del título de Puccini.
En esta ocasión se contará con las voces de la soprano ucraniana Oksana Dyka, el tenor Roberto Anorica y el barítono Gabriele Viviani, ambos italianos. Un elenco que, como recalcaba Cesidio Niño, director artístico de la ABAO, tiene galones y domina la partitura: «Oksana, que poco antes de la pandemia cantó en el Euskalduna como Minnie en 'La Fanciulla del West', asumió el rol de Tosca a los 22 años y sigue profundizando en el personaje; Roberto también tiene mucho bagaje y madurez vocal, con el papel de Mario Cavaradossi como caballo de batalla; y Gabriele es uno de los grandes Scarpia de su generación, viene de interpretarlo en Londres y en breve lo hará en Viena». Pero no solo ellos tendrán sus momentos de gloria: el Coro de Ópera de Bilbao y la sección infantil de Leioa Kantika Korala participarán en un Te Deum de hechuras colosales en el primer acto, trabajado a fondo con sus directores Boris Dujin y Basilio Astúlez.
En el foso ocuparán su lugar los 68 músicos de la Orquesta Sinfónica de Bilbao, a las órdenes de Pedro Halffter. «Estoy muy satisfecho. Es un placer formar parte de esta aventura, con una puesta en escena que acompaña muy bien la música de Puccini. Todo está en la partitura, no hay más que seguir sus pautas», subrayaba el director de orquesta madrileño, al que habitualmente le trae mucha suerte la partitura del compositor de Lucca. En 2018 causó impresión precisamente con la ópera 'Tosca' en el festival de Torre del Lago (Toscana), ante un público que lleva la música de Puccini en las venas. «Los tres actos de la obra tienen una atmósfera muy marcada. Cuanto más se estudia, más sorprenden los matices». Normal que en su momento fascinara a genios como Gustav Mahler, Arnold Schoenberg y Alban Berg.
El montaje, estrenado en el Maggio Musicale Fiorentino hace 15 años, lleva la impronta del veterano 'regista' argentino Mario Pontiggia. A estas alturas, no solo se ha visto en Italia, sino también en Francia, Japón y España. Ahora pertenece al Teatro Massimo de Palermo y llega a Bilbao tan lustrosa como el primer día. El arte de los decorados y trampantojos imponentes, la escenografía de Francesco Zito, el vestuario y el diseño de luces de Bruno Ciulli, todo ello contribuye a recrear el periodo histórico en que se desarrolla la ópera. La acción transcurre a lo largo de 24 horas, del 17 al 18 junio de 1800. «Es una obra con referencias históricas muy concretas que hace muy complicado trasladar la acción a otra época. ¿Cómo se justifican las referencias a Napoleón y la batalla de Marengo si se ambienta en otro siglo?», preguntaba este miércoles retóricamente Mario Pontiggia. En su caso la apuesta por la fidelidad al libreto es absoluta.
Los espectadores que acudan al Euskalduna verán desfilar el interior de la iglesia de Sant'Andrea della Valle, una sala del Palazzo Farnese (actualmente sede de la Embajada de Francia en Roma) y las terrazas del Castel Sant'Angelo. No habrá nada fuera del guion. Un enfoque tradicional y, por tanto, muy diferente al que acogió el Liceo de Barcelona hace semanas. «Yo tengo otra forma de plantear mi trabajo. No creo que el escándalo ayude a la ópera», subrayaba Pontiggia en alusión al montaje del director de escena sevillano Rafel R. Villalobos que ha hecho correr ríos de tinta. Un trabajo controvertido, recibido en la Ciudad Condal con abucheos y silbidos por el sector más ruidoso de los aficionados, que consiguió atraer masivamente al público a todas las funciones. No todo el mundo se rasgaba las vestiduras ante las referencias al filme 'Saló o los 120 días de Sodoma', ni les parecía un anatema la inclusión de un texto recitado por un actor que encarnaba a Pasolini, ni la canción 'Love in Portofino'. La polémica sigue viva pero Puccini se mantiene en su sitio. Como recordaba el maestro Pedro Halffter: «En última instancia la música lo dice todo, no hace falta más ni menos».
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