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Se conocieron en 2006 con motivo de los ensayos de 'Il Trovatore' en el Teatro Ponchielli de Cremona, al norte de Italia. A ella le ... tocaba el papel de Leonora y él era el Conde de Luna, un malo malísimo que en vano intenta conquistar a la joven. «En el escenario mi personaje fracasa, pero en la vida real sí que me llevé a la chica y el tenor se quedó con un palmo de narices, jeje», apunta el barítono Gabriele Viviani (Lucca, 1977) en un camerino del Euskalduna, junto a su mujer, la soprano Oksana Dyka (Zhitómir, Ucrania, 1978), entre ensayo y ensayo de 'Tosca'.
Este sábado, les toca salir a escena en el cuarto título de la temporada de la ABAO, ambientado en los tiempos de la invasión napoleónica del norte de Italia y especialmente truculenta. Es una ópera en que los cuatro protagonistas mueren de forma violenta y el final es apoteósico. La acción tiene un ritmo trepidante, con secuencias casi cinematográficas en sincronía con la música que da pautas muy precisas. «Todo está en la partitura, cada inflexión y cada gesto», asegura la soprano, a la espera de que le instalen un piano en el camerino. «¡¡Lo necesito aquí y ahora!!», bromea con aires de diva, en un guiño a su personaje en la ópera de Puccini.
La protagonista es Floria Tosca, una cantante adicta a los halagos y la devoción del público. Enamorada del pintor Mario Cavaradossi, un idealista partidario de las fuerzas napoleónicas, termina cayendo en las garras del jefe de la Policía, a la sazón el barón Scarpia, un sádico y maníaco sexual que en esta ocasión encarna su marido. Son roles que ambos disfrutan, más allá de que por necesidades del guion él intente abusar de la protagonista y ella le aseste tres puñaladas. «¡Qué más da que estemos casados! No lo hace más difícil sino todo lo contrario. Somos intérpretes, nos metemos en la piel de los personajes. Yo dejo de ser Oksana y él en escena no es mi pareja, sino una bestia parda. Lo veo como Scarpia y no me traumatiza para nada matarlo», recalca la artista.
Siempre que pueden, actúan juntos. Lo han hecho en títulos como 'Nabucco', 'Un ballo in maschera', 'Il Trovatore', 'Macbeth' y 'Pagliacci'. «Pero, ojito,nunca se nos verá como una pareja con 'happy end'. La soprano y el barítono siempre tienen una relación muy problemática», advierte Dyka con malicia, acodada en la mesilla del tocador que tiene en el camerino. Su marido se acerca para coger uno de los botellines de agua que hay junto al espejo. Se cruzan sus miradas y él le guiña un ojo. «En escena nuestro amor suele ser imposible. ¡Cargo con los cuernos la mayor parte de las veces!», suelta el barítono, antes de acomodarse en el diván ubicado junto a la ventana.
La pareja vive en los Alpes Apuanos (Toscana) con sus tres hijos, uno de catorce años y dos gemelos de nueve que adoran los perros y los caballos. «La familia es lo más grande. Cada vez me cuesta más dejar nuestra casa. Mi caché no es tanto por cantar, sino para compensar la soledad, la inmensa soledad que sufrimos, siempre de aquí para allá. Llega un momento en que te da lo mismo estar en París, Londres o Nueva York», confiesa Viviani. Hay que llevar una disciplina férrea y casi monacal para cuidar la voz y el cuerpo. Todo afecta a las cuerdas vocales: la comida, el clima, las horas de sueño, el funcionamiento del hígado y los riñones, el estado de ánimo...
El autocontrol debe ser máximo, «pero en la vida hay muchas cosas que se te escapan». La invasión de Ucrania no se les quita de la cabeza. Les da la impresión de que han pasado siglos desde que Dyka cantó en el Bolshói de Moscú. Y una eternidad desde que ambos actuaron en el Mariinsky de San Petersburgo, precisamente en 'Tosca'. «Es muy difícil ser racional en circunstancias tan sumamente dramáticas. Eso hay que exigírselo a los políticos y a los gerentes y directores de los teatros». Los ciudadanos de a pie, incluidos los artistas, «no siempre tenemos esa capacidad».
La propia soprano ucraniana reconoce que no sabe qué diría ni haría de ser rusa: «Lo único que tengo claro es que mi hermano está en una guerra y que mi pueblo está sufriendo. Hay mucho odio y resentimiento en Ucrania». El compositor de 'Tosca', nacido en Lucca como su marido, ayuda a sacar fuerzas de flaqueza y salir adelante: «Es un compositor que siento muy cercano. Yo canté el rol de Tosca a los 23 años y me sigue entusiasmando. Te puedes soltar más de lo habitual y técnicamente no es tan complicado como Verdi. Además, la faceta de diva de Tosca me obliga a actuar con empaque. ¡Eso me gusta! En este sentido, de estudiante, yo me fijaba en Raina Kabaivanska. ¡Qué elegancia! En cuanto a la voz, me encanta la versión de Renata Tebaldi, con todas sus virtudes y defectos. Las preferencias son siempre muy personales».
Viviani asiente al escuchar a su mujer. En su caso tardó en valorar a Puccini, porque de joven prefería el canto más refinado. «Por otra parte, seamos sinceros, papeles de envergadura dio pocos a los barítonos. Uno de ellos, claro, es Scarpia, que lleva el mal en su interior y determina el clima de toda la ópera. ¡Fascinante! He tenido que llegar a la madurez para valorar la grandeza y poder dramático de Puccini», admite el cantante italiano. En el rol de Scarpia no esconde su admiración por colegas como Tito Gobbi y Carlos Álvarez, barítonos de generaciones y estilos muy diversos. «No es un personaje que tenga una gran aria pero ni falta que le hace. Es de una intensidad brutal. Ahora solo espero que mi mujer no me haga daño con las puñaladas... La última vez me dejó morado el costado, ja, ja, ja».
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