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Una empinadísima escalera metálica conduce al cuarto oscuro del High. Las paredes, como el resto del club, son de azulejos multicolores y hay pasillos y recovecos que no conducen a ninguna parte, solo invitan a perderse. Huele a lejía. En el piso de abajo, dos ... bolas de espejos llevan girando desde 1977. Hay taquillas como en unos vestuarios. Un cartel advierte que la entrada cuesta 5 euros «con derecho a cerveza, kalimotxo o txupito». El High, en el muelle de La Naja, entre Bilborock y el café Nervión, es el bar gay más antiguo de España en funcionamiento. El primer cuarto oscuro que conoció este país. Abre todos los días del año. Todos. De 11 de la noche a 6 de la mañana.
El High es el sueño de Ángel Fernández-Larrinoa, 'Larri' (Arrigorriaga, 1940), que volvió a Bilbao después de respirar los aires de libertad de Nueva York y la Costa del Sol en una época en la que ser homosexual era delito. Vio desmelenarse a Liza Minnelli en las noches de Manhattan y abrió en 1964 'La Sirena' en el mítico pasaje Begoña de Torremolinos mucho antes de que una redada policial acabara con ese oasis de tolerancia para la comunidad LGTB: ocurrió en 1971 y está considerada el Stonewall español.
Su vida ha fascinado al cineasta Daniel Alegrete (Madrid, 1993), que en el reciente festival Zinegoak presentó su proyecto documental titulado 'High'. Formado en Sarajevo y becado por la Fundación BilbaoArte, Alegrete entró una noche al High por azar al poco de llegar a Bilbao. «El espacio me pareció increíble, pero nunca me imaginé que fuera el primer local gay de la ciudad y que nadie lo mencionase. Muchas cosas tomadas de los clubes de Nueva York en los años 70 siguen igual, como los azulejos antiincendios, la doble puerta...». Una vez al mes, el High acoge de día el Salón Sudor, una fiesta organizada por el colectivo Panduro, que lleva desde 2011 agitando el underground bilbaíno. Una forma de reivindicar un lugar importante para varias generaciones de homosexuales bilbaínos.
«Nunca he querido vivir a cuenta de nadie», se ufana 'Larri', que a sus 84 años puede presumir de un pequeño emporio inmobiliario. El cercano Café Nervión es suyo, al igual que el Santu Bear en la calle Dos de Mayo. También la tienda de ultramarinos abierta desde 1897 y la floristería en la que se le puede encontrar normalmente, bautizada Larrinoa Andalucía por una finca que posee en Málaga y que le surte de fruta ecológica. Pisos en el Retiro madrileño, en Rabat... El cerrado Sperma, «mitad sauna, mitad bar», también fue un invento suyo. En los papeles administrativos escribió que se llamaba 'Servicio Permanente', pero en el letrero solo quedaron las primeras sílabas.
Hijo de un futbolista que llegó a jugar en el Betis, 'Larri' trabajó como carnicero en el mercado de Basauri antes de alistarse voluntario en la mili con 20 años. Después empezó a comerciar con oficinas y viviendas hasta que su vida cambió una Semana Santa que visitó Torremolinos. La colonia extranjera y las celebridades de Hollywood habían logrado que la localidad malagueña permitiera que la emergente cultura homosexual se desarrollara en establecimientos como el Tony's, el primer bar gay de España abierto en 1962, o el Pourquoi Pas?, el primer local lésbico.
La Sirena y el restaurante Guernica foguearon a 'Larri' como hostelero. Cuando tenía que bregar con la Administración «enviaba a una chica francesa que iba repartiendo besos por todo el Gobierno Civil». Gracias a las amistades que hizo en Torremolinos acabó en New Haven, una localidad cercana a Nueva York. Con su inglés de la academia Berlitz, Larri fue encargado en un club de Wall Street. «Allí podías ir al gimnasio, a la sauna, comer a cualquier hora... No cerraba nunca».
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Con La Otxoa había fantaseado sobre abrir un bar como el High, que debe su nombre a su situación sobre la Ría (no le alcanzó el agua en las inundaciones de 1983) y a 'estar colocado' en inglés. 'Larri' jura que habló antes de su apertura con Xabier Arzallus: «Me dijo que por el PNV no iba a tener ningún problema, que hacía falta que Bilbao se modernizara».
Quien busque historias de sordidez y crónica negra en el High no las encontrará. Hubo «problemas con los grises» cuando proyectaba películas porno en Súper 8 que traía de Nueva York «con multas de 8.000 pesetas». Una vez robaron la máquina tragaperras. Quejas de los vecinos por ruidos y alguna colilla que le han fotografiado los municipales figuran en el expediente del club, que según su propietario, «tiene muchos enemigos». «He recibido más de una oferta por el local. Los que han querido competir han acabado cerrando. Yo, como no pago renta, he podido mantenerme».
'Larri', que jamás ha estado detrás de la barra del High, es un trabajador incansable y un hombre morigenado: «Dejé de fumar a los 15 años», suelta. Daniel Alegrete cree que en el club «se respira otra época». «El High no solo era un espacio de liberación física, sino que sirvió para generar una comunidad. Por suerte ya no hacen falta esos espacios para conocer gente afín, pero fue un marco seguro que merece ser recordado».
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