Hace diez años un cáncer de boca que se saldó con una porción de lengua amputada provocó que Adolfo Fernández (Sevilla, 1958) se replanteara su carrera y su vida. El popular actor nunca se ha callado y ha querido sacudir al espectador con su trabajo, ... como en 'En la orilla', Premio Max a la mejor adaptación teatral por saber convertir las 450 páginas del novelón de Rafael Chirbes en una radiografía sobre la miseria moral de la España del pelotazo. Exultante, el intérprete bilbaíno adelanta que llevará a los escenarios 'La soledad del ángel de la guarda', basada en la novela de Raúl Guerra Garrido: «El conflicto vasco desde la mirada de un escolta que protege a un profesor amenazado por ETA».
- 'En la orilla' es un espejo en el que no nos gusta mirarnos..
- Rafael Chirbes escribió una trilogía. 'Crematorio' habla de las élites económicas; 'Los viejos amigos' trata de las élites culturales, donde se reflejaban él y sus amigos; y 'En la orilla' somos nosotros, los curritos. Yo conocía muy bien el recorrido literario de Chirbes cuando decidí adaptar esta historia por esa cualidad. Ahora es un buen momento para hablar de ello, la ciudadanía nos tenemos que exigir una responsabilidad civil y hacernos la pregunta de por qué, teniendo tanta información como tenemos, hemos seguido sosteniendo a gente que sabíamos que nos estaba robando.
- ¿Y se ha respondido esa pregunta?
- Hay una idea de masoquismo moral, de perversión que se nos pasa por la cabeza para seguir permitiendo eso. ¿Somos unos seres pusilánimes? ¿Unos pobres desgraciados que no estamos informados? ¿O aceptamos esa situación porque consideramos que nosotros habríamos hecho lo mismo que ellos si estuviésemos en su lugar? Chirbes muestra una galería de monstruos galdosianos, costumbrismo absoluto, que yo llevo en el escenario a una pasarela para que todos nos paseemos y nos sintamos reflejados en esa galería de espejos. ¿Qué hemos hecho para cambiar las cosas? ¿Nos ha ganado el mercado con los caramelos de la codicia? O nos 'ovejunamos' o le decimos al poder que no nos interesa la confortable esclavitud que nos ofrecéis y que queremos ser nosotros mismos. Reeducarnos y construir al hombre libre, recuperando la filosofía en las escuelas, la buena educación, con maestros y no técnicos que les enseñen valores a nuestros hijos. Y entonces construiremos a largo plazo una sociedad mejor.
- ¿Es usted optimista, ahora que vivimos un tiempo de fin de ciclo y de regeneración? ¿Hemos aprendido la lección?
- Yo creo que vendrá otro ciclo en el que nos vamos a engañar un poco. Los 'lobbies' del Ibex volverán a invertir muchísimo en idiotizarnos. Y otra vez tendrán amaestrados a los rebaños. Ahora, mi actitud en este momento es positiva. Quiero confiar y transmitir confianza. Te aseguro que respiro un aire más limpio. Por ejemplo, cada vez creo menos en los hombres y la testosterona aplicada a la política. Creo mucho más en las mujeres y cada vez me siento más rodeado de ellas. Es un cambio que me encanta, porque ya que los machos somos tan torpes, a ver si ellas nos reeducan y transforman el mundo en algo mejor.
- Hace diez años atravesó un mal momento. ¿Desde entonces afronta la vida de manera diferente?
- Sí. Hoy hablaba con un amigo que lleva un marcapasos, éramos dos señores de sesenta años hablando de nuestros achaques como dos abuelos. Joder, no me reconocía, si tengo una hija de 14 años y no puedo ofrecer esta cara... La enfermedad te cambia. Si sales de ella, mejoras en alguna manera. La vida te da un toque muy radical para comprender que todo es tan efímero... No puedes darle tanta importancia a todo, tienes que ser selectivo y saber cuáles son las cosas fundamentales: la generosidad, la solidaridad... Y descartar la vanidad y los estereotipos.
- Usted que ha hecho de todo en su profesión, ¿ha perdido la ilusión por su trabajo?
- Al contrario. Tengo más ilusión ahora, porque me he vuelto más cabal con el oficio, más obrero. Antes me despistaba la búsqueda de utopías creativas. Ahora creo en el día a día, hasta dónde llego con mi pequeña estructura empresarial para agrupar a gente. Soy más libre, es como cuando decides que no necesitas un coche. Claro que todo esto que te estoy diciendo lo desbarataré si sigues mi carrera, porque en el arte se cae todo el rato en contradicciones.
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