El pueblo que nunca olvidará a una generación perdida
Ortuella: 40 años de duelo ·
Los vecinos hicieron piña para seguir adelante. La localidad superó la tragedia, aunque vive con su recuerdo: «Aún se nota ese vacío»Secciones
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Ortuella: 40 años de duelo ·
Los vecinos hicieron piña para seguir adelante. La localidad superó la tragedia, aunque vive con su recuerdo: «Aún se nota ese vacío»Cuando apenas habían pasado unos meses de la tragedia, Ortuella tomó la determinación de agradecer pero rechazar los incesantes ofrecimientos de apoyo que estaba recibiendo de todos los puntos de España. Manuel Fernández Ramos, entonces alcalde de la localidad por el PSE, lo recuerda así: «Después del accidente vinieron un montón de visitas, homenajes... Y llegamos a un punto, año y pico después de la tragedia, en el que teníamos que cortar ya, porque así era imposible volver a algo que se pareciese a la normalidad. Con toda aquella repercusión mediática era imposible hacer el duelo». La localidad minera comenzó a vivir de esta forma un largo proceso de recuperación en el que «los vecinos demostraron que eran extraordinariamente fuertes».
¿Cómo pudo el pueblo asumir aquella tragedia y salir adelante? «No hay una respuesta única. Cada uno, de una manera. A algunos el reloj no se les paró y otros, sin embargo, no pudieron remontar», dice el psicólogo Iñaki Beitia. A mí me pilló con 21 años y la vida me la cambió». Beitia formó parte del equipo que trabajó «a nivel educativo» con los chavales del colegio Marcelino Ugalde. Había otro «que se encargaba de la salud mental de las familias más afectadas».
«Sabíamos que la pérdida era irreparable, pero teníamos la pretensión de reordenar la vida de la gente y mejorar el mundo de cada uno... Eso ya era un avance, porque creábamos un clima para volver a cierta normalidad». Beitia cree, de todas formas, «que el 99% lo llevó, dentro de lo que cabe, muy bien. Aunque el dolor se quedase».
Manu Cecilio
Mientras los padres afectados creaban una comisión para aclarar lo sucedido y emprender una batalla judicial que se cerró sin señalar a ningún culpable, el Ayuntamiento se dedicó a conseguir fondos y terrenos para construir unas escuelas que sustituyeran al edificio destruido. Los docentes se encontraron con la necesidad de seguir educando a los niños de Ortuella sin tener los medios adecuados para ello.
«Después de la tragedia, los profesores pensamos que la escuela del pueblo no podía morir», dice Julio González, que en aquel entonces daba clase en 7º de EGB. «Trabajamos a destajo y creamos lo que llamamos 'Escuela sin escuela': es decir, habilitamos aulas allá donde podíamos, lonjas, clubes de montaña, dependencias del colegio privado... Nos cedían locales». Fueron repartiendo a los alumnos «para que la escuela no parase». Emilio Morlas, profesor en un aula de 1º de EGB destrozada por la explosión, retoma el hilo: «Después del accidente hubo una convivencia muy intensa entre familias, profesores y el equipo formado por el psicólogo Iñaki Beitia y dos profesionales más: uno en Pedagogía y otro en Asistencia Social. Hicimos piña, surgió un sentido de grupo muy fuerte».
La impresión de que Ortuella pudo rehacerse gracias a ese sentido de piña, de comunidad, es generalizada. Se pregunte a quien se pregunte, todo el mundo coincide en que fue el factor clave. «Se salió adelante gracias a la solidaridad de la gente», afirma el alcalde actual, Saulo Nebreda (PNV). Un carácter que en Ortuella ha salido a relucir cada vez que se da «una cuestión que afecta a todos. Ante las situaciones graves surge la unidad a todos los niveles», asegura el regidor, que había cumplido un año cuando ocurrió la tragedia, el 23 de octubre de 1980.
Manu Cecilio
Iñaki Izaguirre tenía 32 años. Echa la vista atrás y recuerda la tristeza que reinaba en el pueblo. «En nuestro portal murieron tres niños. Eso te toca, no puedes permanecer indiferente». El dolor trascendió de las familias que habían perdido a un ser querido, familias muchas de ellas que habían llegado de otras comunidades, de orígenes diversos, pero muy unidas: «Hay muchísimo sentido de comunidad y eso ayudó a la gente a salir adelante». Coincide otra vecina, Aurora Bernal: «Este es un pueblo pequeño, pero que tiene un patrimonio humano que ya quisieran otros tener. Se volcó. Hasta que se pudieron hacer las escuelas prefabricadas, las clases se dieron en todo tipo de locales cedidos, en la parroquia, incluso en lonjas particulares. Aparte de apoyar a los afectados más cercanos, a los familiares, todo el mundo se volcó».
Ortuella salió adelante, pero la tragedia sigue presente, latente en cierto modo, «sobre todo para la gente mayor, la que lo vivió», como apunta Marco Aurelio Bueso, educador social de 44 años. «Las nuevas generaciones lo viven con la lejanía de lo que no les ha tocado. Pero la gente de más edad lo vive de otra manera, sobre todo si le cogió alguien de cerca. Y prácticamente a todo el mundo le pilló alguien de cerca». Como precisa Saulo Nebreda «hay una generación prácticamente perdida y se nota ese vacío». El sacerdote Eduardo Losoha, párroco en Ortuella entre 2005 y 2018, que descubrió la catástrofe recién llegado a la localidad, entiende que, «como comunidad, la pagina está pasada». Aunque en ocasiones se recuerde «con dolor», la mayoría de las veces reaparece como una experiencia durísima ante la que se supo responder de forma positiva. «La gente te cuenta que Ortuella es un pueblo fuerte y ante las dificultades oyes decir: 'si salimos de aquella, de esta también saldremos'. Así lo viven».
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