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La Iglesia de Bizkaia selló ayer su compromiso con las víctimas de pederastia en instituciones eclesiales. En el acto solemne que acogió la Catedral de Santiago, la primera liturgia de estas características convocada en España para pedir perdón a los afectados por estos abusos, el ... obispo de Bilbao, Joseba Segura, no quiso perder la oportunidad de marcar de forma clara el rumbo que sigue y seguirá su diócesis. No será otro que el de «buscar la verdad», término que repitió en varias ocasiones durante su homilía. La única manera de que las víctimas puedan «empezar a sanar», defendió, «es si conocemos a los responsables directos de su dolor».
El prelado, consciente de la expectación que despertaba el encuentro, midió al detalle sus palabras, que fueron contundentes. «Entre nosotros ha habido abusadores» que, valiéndose de su posición, han realizado «actos de pura maldad», aseguró. «Han sido los nuestros, y así lo reconocemos, porque Cristo nos dice que solo la verdad nos hará libres, que solo pueden seguirle quienes, a pesar de sus debilidades y contradicciones, no renuncian a abrazar toda la verdad», subrayó.
«Han sido los nuestros, y así lo reconocemos porque solo la verdad nos hará libres»
«En lugar de cuidar a las personas, algunos aprovecharon su posición para hacer daño»
Un olivo recordará a las víctimas en el Bosque de la Concordia de Derio y una placa, en la catedral
Segura reiteró esa idea ante más de medio millar de feligreses y ante varias víctimas, que gozaron de gran protagonismo en una jornada convocada en su «memoria». Llegó acompañado a la catedral de Josu López Villalba, presbítero que sufrió en su niñez tocamientos en el Seminario de Derio, y con quien concelebró la liturgia. El acto, marcado por los silencios y la delicada ambientación musical, comenzó con unas palabras de Carlos Olabarri, director de la comisión de prevención de abusos de la diócesis. Recordó que estamos en Cuaresma, un tiempo «de conversión, de pedir perdón a Dios y a quienes hemos herido con nuestras acciones, omisiones, palabras y silencios».
El responsable de la oficina de protección de menores dio paso a uno de los momentos más emotivos del encuentro, en el que víctimas y personas vinculadas a la comunidad cristiana vizcaína prendían velas mientras él leía algunos de los duros testimonios que los afectados han detallado a la comisión. Participaron en este rito Ana Cuevas, la madre de Juan Cuatrecasas, víctima de su profesor en el colegio Gaztelueta; Eduardo Torralbo, que sufrió abusos a manos de un religioso en el colegio Salesianos de Barakaldo; López Villalba; y Joseba Imanol Ibarra, uno de los niños violentados en la Santa y Real Casa de Misericordia.
Ibarra fue el único que se acercó al atril y tomó la palabra para narrar el drama que vivió en ese «infausto internado» a manos del director, José Luis Pérdigo. La voz de una víctima, su voz, se escuchó por primera vez en la casa de ese Dios «magnánimo» que no evita que «los niños sean abusados». Con gran temple, pese a la gravedad de sus vivencias, aseguró que «hay pecados que no se pueden perdonar; ofensas tan graves y amargas que no se pueden olvidar», pero lanzó un mensaje optimista, más para sí mismo que para el auditorio, cuando confió en que «este acto de perdón pueda aplacar las heridas» que arrastra desde hace décadas.
Este superviviente se salió del guión y se dirigió hacia el obispo, al que emocionó tras regalarle un sentido abrazo, como hizo después con el sacerdote que sufrió abusos en el seminario. Después fue el propio López Villalba quien leyó el Evangelio, un pasaje de Mateo que reforzaba la idea de que, en la Iglesia de Bizkaia, no caben los abusadores. «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar», dijo Jesucristo.
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Frente a esos, a quienes en su homilía el obispo reprochó que «en lugar de cuidar a las personas» les hacían «daño y, a veces, mucho daño», están otros «miles de mujeres y hombres» con un «ideal compartido». A ellos, a esos que «han trabajado en nuestras parroquias, en nuestros colegios, en nuestros hospitales, haciendo posible la educación de niños y jóvenes allí donde no existía», les quiso Segura reconocer su dedicación.
Tras invitar a las víctimas a «contar lo sucedido», y de agradecer a quienes ya lo han hecho haberles confiado su «tragedia», hizo un llamamiento a «colaborar» en una «tarea pendiente que no solo es nuestra». Emplazó a «sacar a la luz y confrontar» la pederastia que sigue «oculta en diferentes entornos sociales», entre ellos «las familias, los clubs deportivos, la pornografía infantil y la trata». «Hay mucho por hacer y esa es tarea de toda la sociedad», señaló el prelado.
Por eso, garantizó, el momento oracional «no quiere cerrar nada». «Esta petición de perdón es necesaria, pero no es suficiente», reconoció. Esas palabras, más habituales en boca de los afectados que de un alto responsable de la Iglesia, precedieron a otras en las que garantizó que trabajarán para que «siga haciéndose la luz, con las víctimas en el centro de todo, teniéndolas como compañeras de camino» para poder «aprender un poco más de ellas cada día».
El acto concluyó con la bendición de los símbolos con los que la diócesis quiso expresar el perdón. El primero, un olivo que plantarán en el Bosque de la Concordia de Derio, un árbol especial para la Iglesia porque fue «testigo del sufrimiento de Jesús en la noche de su entrega a Dios»; porque «nos recuerda nuestra traición». El segundo, una placa que se instalará en el claustro de la catedral con la inscripción «en memoria de todas las personas víctimas de abusos sexuales en nuestra Iglesia. Lo que a uno de estos pequeños les hicisteis, a mí me lo hicisteis».
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