La Iglesia vizcaína pide perdón por los casos de pederastia: «Era muy necesario hacer algo así»
Buena acogida. ·
El acto, de largos silencios y emoción contenida, ha sido muy bien recibido por los asistentes: «Hay que acompañar a estas personas»Secciones
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El acto, de largos silencios y emoción contenida, ha sido muy bien recibido por los asistentes: «Hay que acompañar a estas personas»En la catedral de Santiago se respiraba esta tarde cierto aire de expectación e incertidumbre, poco habitual en un templo católico. Frente a la costumbre rutinaria de la liturgia, con su eterna repetición de frases y gestos, el acto de oración en memoria de las ... víctimas de abusos sexuales se presentaba como una gran incógnita, abierta a todo y sin precedentes que sirviesen para orientarse. La situación era tan poco común que ha habido una especie de presentadora para ir explicando a los asistentes –la iglesia llena, con algunas personas de pie al fondo– el guion que seguía la ceremonia.
Y lo imprevisto, de hecho, no ha tardado en irrumpir. Justo al comienzo, cuando empezaba a sonar el hermosísimo 'Adagio para cuerdas' de Barber, un hombre ha gritado con tono airado desde una de las naves laterales: «¡Sois unos sinvergüenzas, unos pederastas y unos ladrones!». A continuación se ha marchado con cajas destempladas. Ha sido el único sobresalto en una ceremonia marcada por el recogimiento y la pesadumbre, con largos silencios y algunos momentos de una emoción que no ha llegado a desbordarse. Las personas que han acudido a la llamada de la diócesis eran, en su mayoría, de edad elevada: había unas cuantas monjas –se distinguían tocas de distintas congregaciones– y también un grupo de seminaristas, quizá los más jóvenes de los presentes; había feligreses habituales, de esos que saben colgar el bastón en el respaldo del banco de delante, y también personas solas que parecían un poco perdidas y buscaban el amparo discreto de las naves laterales.
Cuando las víctimas han salido a prender velas, mientras se leían sus testimonios de sufrimiento y abandono, se ha producido un silencio profundo y atento, que tampoco es tan usual en los rituales católicos: durante unos minutos, no se han oído esas toses y carraspeos que suelen puntuar las misas y, si uno se volvía a mirar a los demás asistentes –cosa que, con la atención fija en el altar, nadie hacía–, no era difícil encontrarse con algunos ojos arrasados por las lágrimas. Ha ocurrido, sobre todo, cuando uno de esos hombres valientes ha imaginado un hipotético encuentro con el cura que abusó de él, el ya fallecido José Luis Pérdigo: «Si sabías que eras pederasta, ¿por qué te metiste a sacerdote?». A continuación, la víctima se ha abrazado con el obispo, en lo que había de convertirse en el corazón simbólico del acto.
«Ese abrazo me ha emocionado muchísimo. Creo que esta tarde ha retratado al obispo como una persona discreta y acogedora», se volvía a conmover a la salida Rosa, una de las asistentes. En general, todo el mundo coincidía en destacar lo oportuno y lo emotivo de la ceremonia y la valentía que implicaba, tanto por parte de la diócesis como por las propias víctimas, que han afrontado el desafío de dar la cara delante de toda la comunidad. Una de las pocas voces discordantes, al menos en parte, era la de Eusebio: «A mí también me ha sorprendido la valentía, pero ahí dentro no había jóvenes, ¿verdad? ¡Por algo será! Es obvio que los abusos nos han hecho perder la fe a todos, y también a mí: ¿cómo vas a creer en un Dios que consintió eso?», planteaba este hombre de 80 años.
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«Era muy necesario hacer algo así. Esto es un proceso muy largo, pero gestos como este ayudan», celebraba Alex, párroco en Durango. «Me ha parecido una ceremonia seria, de una profundidad enorme. La situación era delicada, pero ha tenido una gran carga de humanidad y cercanía: la ocultación ha sido grande, pero eso se ha roto y ojalá se extienda, porque creo que a las víctimas les va a ayudar», reflexionaba una feligresa, Mercedes.
Y la hermana María, una monja de las Esclavas del Amor Misericordioso que acaba de regresar tras 35 años en Brasil, agradecía esta nueva manera de plantear las cosas: «Me ha parecido verdaderamente sentido y emotivo. Una piensa en el sufrimiento que existe a causa de nuestros pecados. Esto era necesario, no se puede ocultar: ¡hay que acompañar a estas personas! Van a ser los primeros». La hermana se refiere al Reino de los Cielos, pero hoy también han sido pioneros en un nuevo camino para la Iglesia.
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