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Acuérdense de que antes de la pandemia Bilbao había conquistado cierta notoriedad como 'manifestódromo' entusiasta. En el año 2018 la ciudad fue referencia a nivel nacional debido a citas multitudinarias como aquella protesta de pensionistas que colapsó el centro. Ocurrió algo similar el 8 de ... Marzo, cuya foto masiva fue divulgada a nivel mundial por el periódico norteamericano 'The New York Times' como símbolo de reivindicación feminista. Aquello daba un aire vibrante y dinámico a la ciudad, de compromiso ciudadano con el cambio y la defensa de ideales virtuosos más allá del individualismo del momento.
¿Qué queda de todo aquello? Algo, aunque diferente. Durante el recién concluido 2022 Bilbao ha registrado 636 manifestaciones, es decir, casi dos al día. Una cifra que incluso supera las 628 de 2019 pero que, eso sí, no llega a los 727 de 2021 (ejercicio que fue pródigo en protestas sanitarias, hosteleras, antivacunas...). En cualquier caso, los asuntos que movilizan a la ciudadanía tras la pandemia cada vez tienen más que ver con los problemas inmediatos de la gente, con las cosas del comer. Esto es, con la crisis económica, el deterioro de las condiciones laborales y los servicios esenciales.
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Por contra, parecen perder vigor las causas más generales, aunque tengan impacto esencial e igualmente inmediato, como son el ecologismo y la violencia machista. Pero sobre todo pierde presencia en las calles bilbaínas lo que la estadística de la Ertzaintza denomina como manifestaciones 'por la libertad de presos de grupos terroristas'. El declive de este asunto ya venía de bastante antes: en 2018 hubo 157 manifestaciones de este tipo; al año siguiente fueron 130; al otro, 123; en 2021 se fueron a las 96; y finalmente, en el pasado ejercicio, se quedaron en 65.
Si saber por qué protesta una sociedad ayuda bastante a conocerla, aquí va un análisis de lo que está pasando en Bilbao. La base es una estadística de la Ertzaintza elaborada para EL CORREO en la que por manifestación se entiende, tal y como recoge la Ley 9/1983, «la concurrencia concertada y temporal de más de 20 personas con finalidad determinada».
Más de la mitad de las manifestaciones de 2022 tuvieron que ver con temas laborales, lo cual no supone ninguna sorpresa: «Ha habido mucha conflictividad, muchas huelgas», admite Pello Igeregi, responsable de negociación colectiva de ELA, el principal sindicato vasco. El entorno ha sido muy propicio para ello porque se juntaron varias circunstancias. La primera, que «durante la pandemia se paralizó la negociación» entre agentes sociales por razones evidentes. Eso hizo que en 2022 se retomasen las conversaciones para la renovación de convenios en las empresas. El problema es que esas negociaciones tenían lugar en un entorno convulso, «con el IPC disparado» y con un aumento de la «precariedad», consecuencia directa de la crisis económica que siguió a la sanitaria. Con los trabajadores perdiendo poder adquisitivo como pocas veces antes, y las empresas ante la amenaza constante de una crisis permanentemente anunciada, «la patronal no quería actualizar convenios», lamentan en ELA. Así que hubo muchas protestas que además han estado «muy repartidas» en diferentes sectores de actividad. Es decir, fue algo generalizado. «Es una alegría que haya habido tanta conflictividad y nuestra propuesta es que en 2023 vaya a más y las cifras de 2022 se queden pequeñas», avisa Igeregi.
Está claro que no todas las manifestaciones que han ocupado las calles de Bilbao tienen su origen en conflictos con base en la ciudad. Es por la centralidad que tiene la capital en el territorio. «La visibilidad aquí es mayor, de manera que Bilbao concentra las movilizaciones de las zonas a donde llega el metro, e incluso más allá», apunta. Es algo que en Gipuzkoa no ocurre.
Las protestas vecinales han sido de las que más han crecido en los últimos dos años, hasta casi duplicarse con respecto a las que había antes de la llegada del covid. «La pandemia ha puesto sobre la mesa cuáles son las prioridades de los vecinos, que ahora están más claras», razona Alaitz Argandoña, presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Bilbao. Por ejemplo, la tranquilidad y el silencio que disfrutaron quienes viven en zonas de copas durante el parón pandémico hizo que, una vez que regresó el ocio nocturno, redoblasen sus esfuerzos por reivindicar su derecho al descanso. El avance de los trámites online y el cierre de sucursales bancarias que también llegaron con el virus propiciaron protestas en barrios como Arangoiti y Otxarkoaga. En Zorroza se manifestaron por el soterramiento de las vías y por la marcha de la empresa Sader; en Uribarri pidieron más locales para mayores; en Deusto reclamaron evitar los recortes en el PAC del barrio...
Esto último, en realidad, ya es otra historia porque tiene que ver con manifestaciones relacionadas con la sanidad. Hasta 2020 no hay registros de protestas por este motivo, que llegaron con la pandemia. Y tienen que ver tanto con iniciativas vecinales como la mencionada, como con otras del propio sector en defensa de la sanidad pública, o de ciertos servicios como la cirugía cardiaca de Basurto. En 2022 la Ertzaintza registró 22, pero un año antes fueron 49.
En cuanto a las causas que han perdido cierto fuelle, al menos en las calles, hay que destacar lo de la ecología. En 2019 hubo 31 manifestaciones y en 2022 se quedaron en solo 2. «Lo de la pandemia nos ha venido fatal y han empezado a moverse muchas cosas -denuncias y reivindicaciones- en redes sociales», explica Marisa Castro, de Ekologistak Martxan. También apunta que la comparación con 2019 tiene su miga, porque entonces eclosionó el movimiento Fridays for Future, «empezaron a moverse los chavales, se hicieron muchas cosas», algo que ha decaído.
También es una especie de tendencia actual: se pasa del entusiasmo a la apatía a bastante velocidad. Como el pasado año con las manifestaciones de apoyo a Ucrania, que comenzaron con un vigor que sorprendió, y ahora se habla de la guerra mayoritariamente en relación con el modo en el que condiciona el IPC. Volviendo al ecologismo, desde Ekologistak Martxan matizan que sí ha habido movilizaciones fuera de Bilbao, y se han mantenido otros actos como charlas. En cualquier caso «debemos recuperar la calle», asume Castro.
Otro ámbito en el que se aprecia un enfriamiento en términos de movilización callejera es la lucha contra la violencia de género. Hubo 31 protestas en 2019 y solo 10 en 2022. «Ahora son más necesarias que nunca, pero parece que se ha bajado la guardia», lamenta Blanca Estrella Ruiz, portavoz de la asociación Clara Campoamor. A su juicio, esta situación viene motivada en parte porque «el movimiento feminista está siendo machacado, perseguido», y eso le resta capacidad de movilización. Pero, insiste, volver a la calle es necesario, sobre todo para presionar a la Justicia: «No se está encarcelando a hombres que terminan asesinando a mujeres».
«Es una alegría que haya habido tanta conflictividad y nuestra propuesta es que en 2023 vaya a más»
«La pandemia ha puesto sobre la mesa cuáles son las prioridades vecinales, que ahora se defienden con más fuerza»
«Se han empezado a mover muchas cosas por las redes sociales, pero tenemos que recuperar la calle»
«La movilización feminista es más necesaria que nunca, pero se ha bajado la guardia»
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