
Del éxtasis de Miribilla al infierno griego
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Los hombres de negro llevan el delirio al Bilbao Arena en un último cuarto impresionante que supone la remontada y el pase a la final de la Europe Cuo ante el PAOK griegoJosé Félix Cachorro
Miércoles, 2 de abril 2025
Noche histórica en Miribilla. El Bilbao Basket vuelve a una final europea después de una remontada increíble, que pareecía imposible en el tercer cuarto. La ... marea negra disfrutó como nunca en los 25 años de vida del club. Irrintzis y gritos de alegría llenaron el Bilbao Arena cuando se vio que el equipo luchará por conquistar la FIBAEurope Cup frente al PAOK griego, cuya cancha es famosa por la presión de su hinchada.
La tarde no se presentaba luminosa antes del partido. Había un ambiente sin público una hora antes del comienzo en la entrada principal del pabellón, cuando miembros de las peñas si habían tomado la esquina del bar Saski. Desde allí se podía oír «¡Que sí, olé, que vamos a Cholet!, en referencia al equipo francés, favorito en la eliminatoria contra el PAOKSalónica griego. Estos grandes entusiastas dieron la bienvenida a los jugadores en los accesos al Bilbao Arena. Son los que nunca fallan, quienes están al pie del cañón y luego se dejan la garganta en rincón de animación.
En la presentación de los equipos se vio que el duelo era de altura, con fuegos artificiales y más intensidad de la habitual. Era la semifinal de un choque europero, aunque se echó de menos que hubiera más público en las gradas superiores.
Saque inicial y Zoran Dragic tocó la trompeta para convocar a su tropa al ataque total. Robó un balón como por arte de maguia y se fue directo a la canasta para encestar. Así inauguró el veterano esloveno el marcador de una sesión inolvidable de los hombres de negro, que enseñaron los colmillos y mordieron en un primer cuarto para enmarcar, en el que el Dijon se vio maniatado, sin poder ejercer su defensa presionante ni su ataque medido, como hizo en su cancha en el partido de ida.
Los 19 puntos en contra de aquel choque pesaban como el osmio en parte de la concurrencia. Pero el equipo iba convenciendo con su determinación por subir esa montaña tan alta. «Sí se puede, sí se puede» se gritaba en las tribunas. Voces de aliento para impulsar a un grupo de jugadores que demostraron que creían en el objetivo. «Jo ta ke irabazi arte» era el lema en los momentos más calientes.
Aunque el Dijon rebajó la euforia en el ecuador del duelo porque se aproximaba en elmarcador e inclusio llegó a empatar (56-56), pero la marea negra aplaudió cada acierto de los suyos. Había esperanzas, remotas, porque había tiempo suficiente para que se produjera lo que ya podía calificarse de milagro. El apoteosis se produjo en el último cuarto, no era para menos. La discusión con un jugador visitante pareció encender la mecha. Los hombres de negro se acrecaron entonces a la perfección. Rubén Domínguez, un tirador sin fortuna con anterioridad, enchufó dos triples consecutivos en ese último asalto.
Y en los minutos en los que todo se decide, se abrió el telón para dar paso a la exhibición de Muhammad-Ali Abdur-Rahkman, transformado en el auténtico jugador franquicia con sus triples, o de Zoran Dragic, el experto en mil batallas que recuperó su puntería en los instantes más oportunos, además del omnipresente Thijs De Ridder y sus puntos de oro cerca del aro.
Tras el partido, los jugadores dieron la vuelta al ruedo y chocaron cientos de manos. Se mezclaron con los peñistas y se abrazaron entre ellos porque participarían en una final europea, como ya hizo el Bilbao Basket en aquella Eurocup de 2013. La alegría tenía voz fuera de Miribilla, que era una fiesta.
Jaume Ponsarnau, el artífice de la remontada, se pudo unas gafas rosas en la rueda de prensa porque lo había prometido. Insistió toda la semana en que se podía. Se colgaron carteles en los entrenamientos con el '20' que significaba la final. CVuando el técnico hablaba a los medios de comunicación, un grupo de hinchas irrumpió en la sala al grito de «Somos los hijos de Jaume Ponsarnau», parte ya del repertorio vocal del club. El entrenador del Dijon decidió no comparecer. Ayer Sufrió, como otros antes, el mágico y famoso efecto Miribilla.
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