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Cuando ves en los rótulos del partido que uno de los miembros del equipo arbitral se apellida Barbero Sevilla, tiendes a pensar que lo que se va a representar en el césped es una ópera bufa, pero nada más lejos de la realidad. La representación ... fue dramática, terrorífica a ratos, sobre todo en el minuto largo que transcurrió entre que Hernández Hernández señalara el penalti de Yeray, y que lo anularan los señores del VAR, entre los que estaba precisamente Barbero Sevilla en el AVAR, que algún día nos explicarán qué es. Eso sí, hizo muy bien su trabajo, aunque tardó más de lo que un corazón dañado puede aguantar sin fibrilar.
Cuando escribo este artículo, justo al acabar el partido, me da la sensación de que son ya las tantas de la madrugada y que no merece la pena darse prisa, que solo se podrá leer en la web de EL CORREO, que allí se trasnocha más, porque a estas horas la rotativa ya estará lanzando ejemplares, pero me doy cuenta de que no, que todavía estoy a tiempo, y que lo que ha pasado es que las dos horas han parecido seis o incluso más, que pensaba a veces que el reloj del partido se había parado, y todavía no es medianoche, aunque yo crea que ya están los primeros madrugadores cogiendo el Metro hacia su trabajo. No es así.
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Solo pido que el partido del próximo día 29, que es la primera vez en la centenaria historia del Athletic en que juega en esa fecha que tiene la frecuencia de un cometa que sobrevuela la tierra, se me haga más corto; que el Athletic, que supo lidiar con 60.000 espectadores en contra, además de mil valientes que sufrieron, y luego disfrutaron, lo que no está en los escritos, nos de una de esas bellas lecciones de fútbol que está protagonizando esta temporada en San Mamés, y que sea llevado en volandas por los cincuenta y tantos mil hinchas que se asomen a la Catedral.
Empiezo a imaginar lo que puede ser aquello y no me hago idea, pero a la vez me la hago, porque ha ocurrido muchas veces ya en los últimos años. La atmósfera volverá a ser mágica una vez más, aunque habrá que evitar, entre otras cosas, la euforia desmedida antes de, y guardar un poquito para el después de. Posiblemente, Valverde tratará de que los jugadores tengan los pies en el suelo, que no se suban a la nube antes de tiempo, aunque lo más seguro es que ellos mismos, después de lo que tuvieron que sufrir en el Metropolitano, sean conscientes de a qué rival se enfrentan.
Ya sé que los periodistas somos responsables muchas veces del estado de ánimo de los aficionados, y tendremos que contenernos un poquito, aunque no demasiado, tampoco nos pasemos. Y los hinchas tampoco, que ya sufren bastante como para coartarles su libertad de soñar, pero afrontemos lo que viene, con prudencia. Es cierto, por una vez y sin que sirva de precedente, lo que decía Simeone, que es un solo partido con dos tiempos de 90 minutos, claro que en la segunda parte, la de San Mamés, el Athletic jugará cuesta abajo, con el viento siempre a favor, con calefacción si hace frío, y aire acondicionado si hace calor.
De la final, ni hablemos todavía, por favor, ni de ese artefacto que flota y está atracado en el Museo Marítimo. Yo, que soy partidario extremo de la libertad de expresión, establecería en este caso, –y en contra de mis principios–, y como se hacía en el régimen de Franco, la censura previa; que cada vez que saltara en un ordenador o a través de un micrófono la palabra de ese navío azul, se borraba del texto, en el caso de que apareciera escrito, o sonara un pitido que la tapara en la información hablada. Todavía hay trabajo por hacer, en Lezama, en San Mamés y en la grada, incluso en la Gran Vía, como antes del partido frente al Barcelona, así que hagámoslo entre todos y luego ya hablaremos de lo que sea necesario.
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