Nadie hablará del codazo a Nico Williams cuando hayamos muerto

Tampoco hablará nadie del codazo de Fali a Nico Williams en el último minuto del partido en el Nuevo Mirandilla, y no cuando hayamos muerto, que esperemos que para los lectores y para mí sea dentro de mucho tiempo, sino ni siquiera dentro de unos días. No será la zamorana de Vinicius o la falta de Rudiger al defensa del Almería que se transmitirá de padres a hijos entre los seguidores del Barcelona, o acciones similares del bando azulgrana que también serán recordadas para siempre en la casa blanca.

Siempre habrá alguien que se acuerde de esas jugadas polémicas, en un vídeo de 'Real Madrid TV', o en una página doble de algún periódico deportivo catalán. Del penalti que pitó Guruceta en el Camp Nou todavía se escriben libros, aunque casi nadie entre los protagonistas siga vivo. Pero del codazo de Fali nadie hablará dentro de unos días, salvo en Bilbao tal vez hasta el viernes, como apenas se habló nunca más del gol que le anuló por su cara bonita, Mateu Lahoz a Gorka Iraizoz en La Rosaleda, una tarde de Feria de Málaga de calor insoportable.

Ahora que Toño, que así se hace llamar el sospechoso, se prodiga en radios y televisiones como si estuviera en campaña electoral –que tal vez lo esté–, quizás podría explicar a oyentes y televidentes, qué le pasó por la cabeza para invalidar la jugada más limpia de la última década. Pero aquel gol se anuló, y salvo algunos recalcitrantes que, como yo, se obsesionan a veces poniendo la repetición para tratar de observar un mínimo indicio de crimen en la jugada, como los detectives de las películas que repasan las pruebas de un caso sin resolver una y otra vez; salvo esos, nadie se volvió a acordar.

Como nadie se acordará del codazo de Fali a Nico, que tal vez los árbitros del VAR consideren una jugada «residual», que es el nuevo cajón de sastre al que van a parar los codazos sin balón, los tacos del defensa en la tibia de De Marcos y tantas y tantas acciones más, que unos personajes, en su mayoría incapacitados para juzgar el fútbol porque no lo entienden, confunden con el 'tackle' en el que el defensa despeja el balón y luego arrolla por la inercia al delantero.

Nadie se acordará del codazo a Nico, aunque pueda haber dejado dos puntos del Athletic en la gatera. No habrá debates encendidos en televisiones ni radios, ni portadas de periódicos, ni insinuaciones de que Del Cerro Grande deba ir a la nevera –las imágenes descubren que Busquets, el árbitro del partido, estaba mirando a otro lado–. La jugada no estará en los vídeos recopilatorios del Top 10 de los mayores errores arbitrales, ni Medina Cantalejo lo citará pomposo en esa periódica rendición de cuentas en la que pide comprensión, pero con tanta prepotencia que parece que nos está dando limosna.

Ahí está el codazo, y es posible que cuando estas líneas se publiquen, todavía le duela la mandíbula a Nico, pero la culpa, entre comillas, es suya y de sus compañeros. De él, por no hacerse el desmayado para que tengan que entrar las asistencias, y no, como hizo, levantarse a los pocos segundos; de sus compañeros, por no haber ido en tromba a comerse al árbitro, que ya sé que los jugadores del Athletic no son unos macarras, pero tal vez era el momento para parecerlo y despertar las dudas en el árbitro y en el VAR.

Pero no, son almas cándidas y ni siquiera protestaron que en el saque neutral, el árbitro le diera el balón al Cádiz, cuando era el Athletic el que lo tenía cuando interrumpió el partido. Ya aprenderán, pero de momento, del codazo de Fali nadie se acordará cuando nos hayamos muerto.