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Hace un par de días murió Jorge Griffa, uno de aquellos defensas que daban miedo en el Atlético de Madrid de los años 60 del pasado siglo y a quien el Gobernador Civil de Bizkaia, el tenebroso Genaro Riestra, le mandó la Policía Armada para ... que se lo llevara al calabozo, después de encararse con el público de San Mamés tras un partido contra el Athletic. Con el paso del tiempo, esas cuestiones pasan a la categoría de anécdotas que provocan la risa. Hace diez años escribí sobre ese suceso, y Griffa me contó su versión, probablemente enriquecida con nuevos detalles, y los dos nos reímos con ganas.
Griffa, que luego fue el máximo valedor de Marcelo Bielsa en Newell's Old Boys, y un gran director deportivo, dicen que cuando llegó al antiguo estadio Metropolitano, llevó un nuevo espíritu al Atlético de Madrid. Inculcó a sus compañeros que la derrota es aceptable, pero conformarse con ella, en ningún caso. Y esa es la premisa que parece estar siguiendo el Athletic en una temporada en la que, además, le están saliendo muy bien las cosas. Salvo en el partido que inauguró la competición, frente al Real Madrid, ha dado la sensación de que los futbolistas que viven la camiseta rojiblanca, no se han conformado nunca con la derrota. Que la han aceptado como deportistas, pero no se han conformado con ellas.
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Así que empieza a dar vértigo escuchar a voces comedidas como la de Ibai Gómez, a quien no se le recuerda una palabra más alta que otra, decir que el Athletic puede ganar la Liga, lo mismo que dijo Javier Clemente hace algunas semanas. Tal vez sea exagerado decir esas cosas, son palabras mayores, pero es que el equipo no se puede conformar con menos, aunque estas líneas merezcan una explicación.
Cuando a principio de temporada me preguntan qué es a lo que debe aspirar el Athletic, siempre contesto lo mismo: a ganar la Liga. ¿Qué suena descabellado? Puede ser, pero pregúntenle a cualquier futbolista, al entrenador o incluso a los aficionados, a que victoria renuncian durante la temporada. ¿Renuncian a ganar al Almería, al Granada, al Cádiz, al Villarreal, al Atlético, a la Real, o al Barça? Seguro que no. Jugadores, entrenador y aficionados tienen la esperanza de ganar a todos los partidos. Los que saltan al campo, los que dirigen desde la banda, los que acuden a la grada, están convencidos de que pueden ganar. Si no, ¿para qué ir?
Seamos realistas. Es muy complicado, complicadísimo, prácticamente imposible, y son la Liga, o la Copa, las que luego ponen a los equipos en su sitio a final de temporada, pero mientras hay posibilidades, ¿por qué renunciar a nada? Es evidente que el Almería ya no aspira a ganar el campeonato, porque no le alcanza, y ni siquiera para entrar en Europa, pero seguro que Garitano y sus jugadores, pese a lo complicado de su situación todavía tienen una chispa de esperanza pensando en la salvación.
Así que el Athletic debe seguir aspirando a lo máximo, y aceptar la derrota si llega, pero no conformarse con ella, como decía Jorge Griffa. Luego el equipo acabará en el puesto al que le llegue, pero si en San Sebastián, con toda la razón, creen que todavía pueden alcanzar al Athletic, aunque estén a nueve puntos en la clasificación, no hay razones para no creer que el equipo de Valverde pueda aspirar a rebañar los ocho puntos de ventaja que lleva el Girona. ¿Qué es una entelequia pensar en ganar la Liga? Puede ser, pero que no quede por intentarlo.
Entre otras cosas, porque hay que aprovechar ese viento de cola que empuja al Athletic en los últimos meses, y que hace que el equipo parezca uno de esos veleros supersónicos de la Copa América que superan balizas como si fueran aviones a reacción. Basta fijarse en el choque frente al Deportivo Alavés. Cuando más sufría el Athletic, apareció Agirrezabala para neutralizar el peligro, y luego Villalibre para ejecutar a sus compañeros de ascenso a Primera. A Valverde todas las monedas que lanza al aire le salen cara. Como en el medio centro, con Beñat Prados, que dio una lección de cómo se gana un futbolista el puesto en un equipo.
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